Agustina abre su libro de física. Está en la secundaria y mañana tiene examen. A medida que pasa las hojas, mira las ilustraciones: Arquímedes, Blas Pascal, Evangelista Torricelli, Daniel Bernoulli…
Agustina podría revisar todos los libros de física de la escuela, y solamente encontraría una científica con nombre y apellido: Marie Curie. Y si se fijase con atención, encontraría que quienes reciben las mayores distinciones en ciencia son mayormente hombres. Y también son de varón los nombres de la inmensa mayoría de los premios, así como la mayor parte de las autoridades que las entregan. Porque históricamente la ciencia fue considerada como una actividad masculina.
Si le preguntásemos, probablemente Agustina no podría nombrar a ninguna mujer que hace ciencia en Argentina. Y también es muy posible que si se le pidiera que dibujase alguna persona de ciencia, Agustina recurriese al estereotipo que tiene impreso en su mente: dibujaría un hombre de mediana edad, blanco, con anteojos y guardapolvo. Porque esto es lo que viene sucediendo desde hace más de 50 años con los dibujos que hacen niños, niñas y adolescentes cuando se les pide que imaginen cómo somos quienes hacemos ciencia. De aquel estudio pionero hecho con 5000 chicos y chicas, surgió que menos del 1% dibujaba una mujer. Más de medio siglo después, estudios similares mostraron que ese porcentaje sigue muy por debajo del 50%, mostrando que el sesgo de género aún perdura.
Otro hecho que reveló el test de dibujar una persona de ciencia en niñas y niños de distintas edades es que el porcentaje de mujeres en las ilustraciones es mayor en la primera infancia y decae a partir de los 6 años, cuando las personas comienzan a tener una mayor exposición a los estereotipos culturales.
Así es que, aunque Agustina podría estudiar una carrera científica al terminar la escuela -ya que ninguna barrera formal se lo impide- lo más probable es que elija otra opción para su vida. La histórica falta de representación de las mujeres de ciencia en los espacios de visibilización como libros de texto y medios de comunicación es uno de muchos otros sesgos que contribuyen a que las mujeres y otras identidades sigan siendo minoría (aproximadamente el 30%) en disciplinas como informática, tecnología, física, matemática e ingenierías. La escasez de referentes mujeres (o de otras identidades) dificulta que una parte de la población pueda percibirse en ese rol.
Esta situación fue una de las motivaciones que llevó a la Asamblea General de la UNESCO a proponer un día especial en el calendario mundial para apoyar a las mujeres científicas y también ampliar el acceso de las niñas y jóvenes a la educación, la capacitación y la investigación en los ámbitos de las ciencias exactas, la tecnología y la ingeniería.
Por eso, desde hace ya 7 años se celebra en el mundo el 11 de febrero como Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia. Se trata de una fecha en que las instituciones ligadas a la ciencia y la tecnología generan acciones para visibilizar a sus científicas, para compartir experiencias inspiradoras y para facilitar que jóvenes y otras identidades sientan que la ciencia también puede ser una opción para sus vidas. En la búsqueda de que estas acciones lleguen a una mayor cantidad de personas, y en una acción coordinada entre el Ministerio de Producción, Ciencia e Innovación Tecnológica, el Ministerio de Educación y Ministerio de las Mujeres, Políticas de Género, y Diversidad Sexual, la Provincia de Buenos Aires ha trasladado a partir de 2022 el Día de la Mujer y la Niña en la Ciencia al 11 de agosto, una fecha más adecuada al calendario escolar de nuestro país.
Todas las acciones e iniciativas que apunten a derribar los estereotipos de ciencia como actividad masculina son necesarias y no pueden limitarse al momento de fomentar vocaciones. Queremos que en el futuro cercano, los niños y niñas de los test dibujen miles de científicas.
Porque Agustina tiene derecho a una educación libre de sesgos, que le permita pensarse como científica. Pero también porque las científicas, ingenieras y tecnólogas merecen ser conocidas, y que sus aportes sean valorados. Y, por último aunque no menos importante, porque una ciencia con más diversidad de miradas es una ciencia mejor.
*La autora es docente e investigadora del Instituto de Investigaciones Fisicoquímicas Teóricas y Aplicadas (INIFTA) de la Universidad Nacional de La Plata y el CONICET