Hace apenas una semana asumió la presidencia del INCAA el economista Carlos Pirovano. Luego de meses de acefalía, y tras los reclamos del sector, se nombró a alguien que iba a llegar para poner en marcha al instituto y a toda una industria audiovisual que se encontraba paralizada.
La primera acción de Pirovano fue firmar el despido de más de 170 trabajadores del instituto que cubrían toda clase de tareas, desde prensa o secretaría académica de la escuela de cine hasta los miembros de los comités de selección de películas y los comités de películas terminadas. Y sobre esto aclaró que la no renovación de contratos es sólo la primera de las acciones que se llevarán a cabo para reducir la planta de trabajadores del instituto y achicar el gasto que el mismo destina a sostenerse, lo cual incluiría acciones como vender el cine Gaumont, dejar de realizar el Festival Internacional de Cine de Mar del Plata (el festival más importante de Latinoamérica) o el mercado internacional Ventana Sur.
Lo que no pareció tener en cuenta es que en el INCAA tiene empleados en diferentes áreas que no sólo llevan adelante el fomento a la producción audiovisual, sino también actividades como festivales, espacios INCAA, la plataforma y el canal Cine.ar o la lENERC (Escuela Nacional de Experimentación y Realización Cinematográfica), cuya estructura y docentes dependen directamente de la institución.
Desde el sector audiovisual nos encontramos ante una situación nunca antes vivida. La total parálisis en la que se encuentra la producción está generando no sólo que productoras independientes -chicas y medianas-, conformadas como empresas o representadas por personas físicas, se estén fundiendo por la gran cantidad de deudas, sino que además la falta de pagos hace que toda la cadena que sostiene la realización audiovisual se vea interrumpida. El cine genera, entre trabajo directo e indirecto, más de 600 mil puestos de trabajo, y los ingresos que recibe el país entre inversiones y recupero por estrenos y ventas internacionales no sólo permite el ingreso de divisas, sino que además representa un alto número de nuestro PBI. Paralizar al INCAA no hace que el Estado se ahorre dinero sino todo lo contario, genera una gran pérdida. Entonces nos preguntamos: ¿Por qué poner a un presidente que llegue para, a toda velocidad, generar un desguace que no le sirve ni a los recortadores ni a los recortados?
Se podría pensar en el poco conocimiento que tiene este gobierno respecto del círculo virtuoso que genera la cultura, pero nosotros, como colectivo, nos inclinamos más a pensar que este es un nuevo ataque a la soberanía nacional. Un nuevo gesto de este gobierno que se maneja con consignas económicas que fueron repetidas hasta el hartazgo, y que nunca obtuvieron resultados que generen beneficios a favor del pueblo. Atacar y vaciar el INCAA es dejarnos sin nuestras películas que son, tanto las de ficción como las documentales, las que cuentan nuestra historia, la que nos narran como sociedad, las que generan identidad, las que permiten que tengamos memoria. Son también las que se valoran en todos los festivales internacionales, mientras en nuestro propio país pocas veces encuentran salas donde poder ser estrenadas.
Ante una industria que funciona, que da trabajo, que divierte y entretiene, lo lógico sería que este gobierno trabaje para fortalecerla. Pero una vez más, vemos que este gobierno no vino para hacer que las cosas funcionen. Una vez más, vemos que al final la casta éramos nosotros.