Entre los puntos que Boca perdió para ir en busca del tricampeonato hay dos que quedaron estancados en el Palacio Ducó. Ocurrió en la tercera fecha con un empate sin goles frente a Huracán. Esa noche de finales de agosto, Alfaro le sacó puntos a la propia campaña de Alfaro. No fue premeditado. Menos aún calculado. Era simplemente la defensa de los intereses de Huracán, en ese entonces bajo su dominio. Sin saberlo, Alfaro disminuyó sus chances de conducir a Boca hacia su tercer título local en fila. No sabía que asumiría como sucesor de Guillermo Barros Schelotto. Aunque el fenómeno, de alguna forma, se vuelve más probable cuando se analizan los números: 18 clubes cambiaron de conductores y 21 entrenadores dejaron su lugar desde que comenzó la Superliga.
La escena podría ser una especie de caricatura o de juego del campeonato: cómo un mismo técnico le pone obstáculos a su propia carrera. Cada vez está más naturalizado el hecho de que dirijan dos planteles distintos en un mismo torneo. De hecho, hay cuatro técnicos más en la situación de Alfaro en el transcurso de estas 20 fechas: Diego Dabove, Walter Coyette, Rubén Forestello, Ezequiel Carboni. A diferencia del resto, Coyotte y Carboni hoy están desempleados. Ya no conducen ni a San Martín de Tucumán ni a Argentinos, sus segundas experiencias en la Superliga. El Santo está en la búsqueda del sucesor de Coyette. Pero a falta de cinco fechas y último en los promedios, el «no, gracias» fue la frase que repitieron Alfredo Berti, Omar De Felippe y Darío Franco para rechazar la propuesta.
La negativa se vincula a un aspecto que toma Facundo Sava para abordar la situación. “Lo principal es tener gente preparada y capacitada en la dirección de los clubes. Hoy son pocos los que cumplen ese requisito. En Racing, por ejemplo, está Diego Milito, que es fundamental. No es necesario que sea un exjugador más allá de que pueda aportar su experiencia y sostener un proceso, sino que la clave es estar capacitado”, opina. Gimnasia La Plata fue su última experiencia. El ciclo se frenó en 12 partidos cuando decidieron echarlo del cargo en abril de 2018. Esta semana, Gimnasia volvió a ponerle fin a una etapa, esta vez la de Pedro Troglio.
Entre las bondades difundidas para la creación de la Superliga y el tránsito de los torneos cortos hacia los largos sobrevoló la idea de que iba a haber más paciencia con los técnicos. Pero la estructura constituida a imagen y semejanza de la Liga de España arrastra el problema. El exitismo sigue siendo el patrón definitorio. Durante la temporada 2017/2018 solo once técnicos empezaron y terminaron en el cargo. De esos once, hoy solo cuatro están llegando al final del actual campeonato: Marcelo Gallardo (River), Ricardo Zielinski (Atlético Tucumán), Ariel Holan (Independiente) y Leonardo Madelón (Unión). Pero el 2017/2018 contó con un récord expulsivo: nunca se habían ido 15 técnicos en 12 fechas, como ocurrió durante la temporada. “No creí que los torneos largos fueran una solución. Todo depende de los dirigentes”, dice Sava.
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Al copypasteo de la Liga de España se le borró el punto sobre cultivar la paciencia para cumplir los contratos de los conductores. Cuando la Superliga ya había cambiado seis entrenadores, sólo tres se habían ido entre las cinco principales ligas de Europa (Italia, España, Inglaterra, Alemania y Francia), según un informe de la cuenta @VarskySports. Los números ahora son todavía más categóricos. Apenas el 34% de los técnicos (9 sobre 26) que comenzaron la Superliga permanecen en el cargo. Lo que sucede al otro lado del Atlántico es muy distinto. Alemania tiene el porcentaje de estabilidad más alto en la temporada con un 83% (15 sobre 18 DTs). Lo siguen Inglaterra con el 80% (16 sobre 20), España con el 75% (15 sobre 20) e Italia con el 70% (14 de 20). Entre las cuatro competiciones europeas cambiaron exactamente la misma cantidad de entrenadores que en la Primera de la Argentina.
Luis Bonini, el profe que trabajaba con Marcelo Bielsa y hacía el puente con el plantel, solía repetirle a los jugadores una receta simple. El único secreto para crecer -decía- es sostener a los jugadores y al entrenador. “La otra opción es tomar el cargo sabiendo que podés irte en 20 días”, describe Sava. Es una alternativa acaso menos angustiante pero más realista para dirigir en el salvaje mundo de la Superliga.