A Mauricio Macri le hicieron falta 20 días para recuperar un poco la calma desde que regresó a Buenos Aires de su último descanso del fin de semana largo del 1 de Mayo. Para el reloj de Cambiemos las últimas tres semanas han sido una eternidad. La corrida cambiaria desnudó las grietas que atraviesan a su equipo económico y a los ministros de su Gabinete, estremecido por pases de facturas sobre la responsabilidad de la «turbulencia» financiera que el jefe de Estado dio por concluida esta semana, sin más elementos para demostrarlo que los tenues avances en la negociación con el Fondo Monetario Internacional (FMI) y la renovación sin sobresaltos de los vencimientos de Letras del Banco Central (Lebac), por 617 mil millones de pesos. Dentro de 31 días, el próximo 21 de junio, la entidad monetaria que conduce Federico Sturzenegger tendrá un superjueves con vencimientos por 663 mil millones. En ese contexto cercano, según pudo reconstruir este diario, la Casa Rosada planea poner en marcha un cambio de Gabinete que podría implicar una reformulación de la composición del equipo económico y la posible recreación de un Ministerio de Economía, que tenga en su interior a las carteras de Hacienda y Finanzas, actualmente conducidas por Nicolás Dujovne y Luis «Toto» Caputo, entre otras áreas que también pasarían a formar parte de esa nueva estructura.
«Vos, cuando afrontás un problema con las tarifas, tenés (al ministro de Energía Juan José) Aranguren que pone el cuerpo; cuando hay problemas con el transporte, contás con (el titular de la cartera de Transporte) Guillermo Dietrich, pero cuando se te complica la economía, no tenés a nadie que frene la situación, y los reveses te llegan directamente a vos», le dijo uno de los gobernadores peronistas que Macri recibió en medio de las reuniones bilaterales que mantiene desde que anunció el inicio de negociaciones con el FMI. El consejo ofrecido por un viejo baqueano del PJ refleja parte del problema estructural que tiene el gobierno. La otra tiene que ver con la preeminencia de la Jefatura de Gabinete, y de su secretario de Coordinación Interministerial Mario Quintana, en materia macroeconómica, un tema que catalizó la parte más descarnada de la interna del Gabinete y que podría derivar en su remoción o nuevo destino. Todo, para que un futuro ministro de Economía sepa que no deberá convivir con la ominosa supervisión del peñismo.
Para el vértigo de la crisis que Macri asegura haber conjurado, el tiempo que separa al gobierno del próximo vencimiento de Lebac es un par de parpadeos. En el mapa de arena que analiza la «mesa chica ampliada», para entonces ya habrá comenzado el próximo Mundial y, «si todo sale bien», el stand by excepcional que analiza el directorio del Fondo ya estaría transitando su etapa definitoria. El comienzo de Rusia 2018, y la televisación abierta del regreso de la Selección nacional al centro de la escena desde Moscú, es una inflexión comunicacional para Cambiemos en medio de la crisis. Una muestra de su importancia podrá advertirse el próximo superjueves que tiene el Banco Central. Ese 21 de junio, mientras Macri y Sturzenegger sigan de cerca la evolución de los vencimientos de Lebac, la Selección Nacional jugará su segundo partido del Mundial, ante Croacia. En comparación con la fiebre totalizante de las últimas semanas financieras, para esos días el rating estará en otro lado y a merced de la buena estrella que pueda tener el plantel de Jorge Sampaoli.
Un lugar para los socios
La dinámica política del entorno presidencial está signada por la economía, como nunca antes desde que Cambiemos ocupa la Casa Rosada. Los temores acuñados frente a la corrida cambiaria obligaron a Macri a tomar nota de las críticas internas sobre las limitaciones políticas de su círculo áulico más inmediato para tomar decisiones, que hasta la semana pasada descansaban por completo en el jefe de Gabinete Marcos Peña, la gobernadora bonaerense María Eugenia Vidal, el alcalde Horacio Rodríguez Larreta y el ministro del Interior Rogelio Frigerio. La conducción de Peña, detrás del presidente, es acompañada por sus dos vicejefes: Gustavo Lopetegui y Quintana, exfundador y actual accionista de Farmacity. El funcionario es sindicado como el principal perdedor de las disputas que libró en el equipo económico desde fines del año pasado. Siempre lo hizo bajo el signo de Peña y con la anuencia presidencial, pero enfrentado con los técnicos de Sturzenegger, quien ahora asegura haber ganado esa sorda pelea, en un equilibrio inestable que late al calor de la devaluación del peso ante el dólar.
Para controlar ese tablero de luces amarillas, la nueva mesa chica que ya anunciaron los voceros presidenciales contará con la inclusión del presidente de la Cámara de Diputados, Emilio Monzó (que había anunciado su posible partida dentro de un año y medio) y con la restitución de Ernesto Sanz, extitular de la UCR. Los cambios, que generan mucho escepticismo sobre verdadero alcance, fueron impulsados por el magnate y amigo personal de Macri, Nicolás Caputo, y Rodriguez Larreta, que hicieron valer su peso para reclamar otro equilibrio dentro de un esquema donde sólo define el presidente.
En ese rosario de internas, la inclusión de Sanz fue aceptada por Macri para evitar más roces con otro mendocino: el gobernador Alfredo Cornejo, actual titular del Comité Nacional de la UCR. Según confiaron a este diario en la Casa Rosada, el presidente lo considera uno de los responsables de «la turbulencia» por haber blanqueado sus críticas contra el tarifazo y haber hecho valer el «fuego amigo», junto a la jefa de la Coalición Cívica, contra el ministro de Energía Juan José Aranguren. Las balas contra la Revisión Tarifaria Integral entraron en del gobierno antes de que estallara la crisis cambiaria y tanto Macri como Peña le recriminan a Cornejo haber abierto una brecha en un momento indeseado. «Le importa un comino, porque Alfredo siempre fue así y ellos lo saben», atajó un boiniblanco cuyano que reivindica las críticas previas de la UCR sobre el tarifazo que el presidente quiere sostener a cualquier precio, aun con las estimaciones inflacionarias que confirman un abrupto traslado a los precios, de los desaciertos de la política cambiaria y de una devaluación que, por momentos, parece controlada para licuar el gasto público que preanuncia un segundo semestre «muy duro», según pronosticaron a este diario en Balcarce 50. «