Entre tantas pálidas, el coronavirus generó en la Argentina algo positivo: el resurgir en estos cien días de cuarentena de la ciencia y la investigación, con epicentro en las universidades públicas. Un sector bastardeado y ajustado por el macrismo los cuatro años anteriores, y que en cuestión de semanas se lanzó a crear todo tipo de innovaciones que no sólo permitieron un crecimiento científico, sino también un ahorro para el país, desde barbijos y respiradores hasta kits de diagnóstico rápido. Incluso, investigadoras nacionales lideran el primer desarrollo de una vacuna en todo Latinoamérica.
Bastaron sólo cuatro años para que Cambiemos degradara el rango de la Ciencia de Ministerio a Secretaría, le quitara un 40% de su presupuesto, y dejara sin trabajo a casi dos mil científicos y científicas, sobre todo recortando los ingresos al Conicet. En marzo, cuando el Covid–19 empezaba a ser una realidad, esa comunidad herida se propuso ponerse al servicio del país, junto a la iniciativa del (de nuevo) Ministerio de Ciencia, ahora liderado por Roberto Salvarezza, de crear una Unidad Coronavirus que financia más de 64 proyectos, con una inversión superior a los 10 millones de dólares.
Producir lo que falta
Ya en marzo, la Universidad Nacional de Rosario (UNR) encabezó el financiamiento de dos iniciativas de desarrolladores de esa ciudad, para fabricar respiradores artificiales de bajo costo, ideados para tratar en intubación los efectos que únicamente provoca el Convid–19. Al no poder utilizarse para otras afecciones respiratorias, lograron abaratar el costo de fabricación: oscila entre los dos mil y tres mil dólares, bastante menos de los 30 mil dólares que cuesta un respirador para cualquier otra afección respiratoria. En una primera etapa planean confeccionar cien aparatos por semana. En siete días pueden realizar entre el 15% y el 20% de los respiradores con los que contaba toda la provincia de Santa Fe al inicio de la pandemia.
Una decena de universidades comenzaron la producción de alcohol en gel y líquido sanitizante, en vistas a suplantar la escasez que ocurrió tras la explosión de un 300% en la demanda en las primeras semanas de cuarentena. En Misiones, la firma de alta tecnología de la gobernación (FANIOT) probó con éxito los primeros prototipos de termómetros infrarrojos para medir la temperatura corporal y de diferentes objetos, con una precisión estándar de 0,5 °C. Actualmente, todos los que hay se compran afuera. El Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI), que sufrió 258 despedidos durante el macrismo, cuya gestión prefirió gastar 900 mil pesos en tres carros de golf, también se puso a producir, desde respiradores, barbijos, indumentaria y máscaras protectoras con impresión 3D, hasta ensayos de cien mil termómetros clínicos de contacto.
Otra institución desmantelada por Cambiemos, la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA), trabaja junto a la Unsam en una «nariz electrónica» para detectar desde Covid-19 a alimentos adulterados. Pensando en el próximo tiempo, investigadores del Conicet diseñaron una calculadora que toma modelos matemáticos para proyectar políticas públicas en base a escenarios posibles de salida del aislamiento.
Hace tres meses, uno de los dueños de la empresa pyme Ecleris se contagió de coronavirus, y quedó entubado, en grave estado. Bajo esa experiencia, decidieron producir ellos algo que faltaba: una escafandra para la ventilación no invasiva que reduce hasta un 60% las intubaciones y permite liberar el uso de respiradores. A diferencia de otros sistemas de oxigenación, como las mascarillas, no le genera peligro al personal médico, porque evita la dispersión del virus a través del aire gracias a un filtro viral y bacteriológico.
También con el foco puesto en la oxigenación, y sobre todo de cara al pico de pandemia, investigadores de la facultad de Veterinarias de la UBA y el Conicet, y de la fabricante de equipos médicos Herlam SRL, elaboraron Multiplexor de Ventilación Mecánica: un dispositivo para que un mismo respirador pueda ser usado por dos pacientes al mismo tiempo, a través de un sistema de válvulas que asegura la ventilación dual. Los creadores calculan que pueden fabricar 300 por mes. En San Juan, un grupo de profesionales presentó hace dos semanas un respirador artificial fabricado con productos locales, que resulta diez veces menos costoso que los tradicionales.
La importancia del diagnóstico
El Laboratorio de Virología Molecular del Instituto Leloir, creado y dirigido por la reconocida doctora en bioquímica, Andrea Gamarnik, consiguió purificar proteínas de CoV2 «en cantidades que superan lo esperado». Gamarnik agregó: «Estamos frente a un gran desafío, pero es notable la gran voluntad de los científicos para trabajar en forma colectiva».
El diagnóstico y la detección temprana del virus conforman uno de los puntos cruciales de la investigación científica del país. Originalmente sólo se testeaba en el Malbrán. Eso se descentralizó en más de 50 laboratorios en todo el país. Las universidades de La Plata y de Quilmes se sumaron a la red de 19 laboratorios bonaerenses impulsada por el gobernador Axel Kicillof, que realizan tres mil diagnósticos diarios.
ELA Chemstrip es un test rápido de detección molecular del coronavirus a bajo costo, que tuvo como protagonistas a la Universidad Nacional de Quilmes (UNQ), a la Unsam y a dos PyMEs biotecnológicas. Arroja resultados en menos de dos horas y no requiere los aparatos termocicladores necesarios para el PCR en tiempo real, por lo que es ideal para ser usado en centros médicos con menor equipamiento. Cuentan con una producción de 20.000 unidades por semana. La directora del Departamento de Ciencia y Tecnología de la UNQ, Alejandra Zinni, aseguró que «entre quienes desarrollaron el ELA Chemstrip hay primera generación de universitarios, y del conurbano».
Avalados por Ciencia, un grupo de 18 investigadores del Instituto de Desarrollo Tecnológico para la Industria Química del Conicet (INTEC) y la Universidad Nacional del Litoral, desarrollaron un sistema portable para el diagnóstico temprano del Covid–19 con mayores ventajas que los test utilizados actualmente en España, porque permite detectar el ARN del virus en muestras de saliva con un hisopo estéril. El tiempo del ensayo es de una hora, y la detección incluye a los asintomáticos.
Otro test portátil es desarrollado por investigadores del Instituto de Investigaciones Fisicoquímicas y Teóricas y Aplicadas, del Conicet y la Universidad Nacional de La Plata. Detectará la presencia del virus en personas asintomáticas con una muestra obtenida por un hisopado nasal, que es introducida en el aparato (del tamaño de un celular) y aproximadamente a los cinco se obtiene el resultado in situ. «Es ideal para el trabajo de las brigadas sanitarias en los barrios o para zonas de concentración de personas como estaciones de tren o fábricas o aeropuertos, explicó Florencia Piccinini, CEO de empresa de base tecnológica Gisens Biotech, que participa de la iniciativa.
Una clave es la desinfección de lugares esenciales, como los centros de salud. Para eso, un equipo encabezado por especialistas en Tecnología de Materiales de la Universidad Tecnológica Nacional (UTN) y el Conicet crearon una fórmula química tipo gel que desactiva la partícula viral del Covid-19 de las superficies.
Entre plasmas, sueros y vacunas
A mitad de junio, se anunció el desarrollo de un suero, creado a partir de anticuerpos de caballos, hiperinmune contra el covid–19 que logró neutralizar el virus Sars–CoV–2 en las pruebas de laboratorio. Estuvo a cargo de un grupo de científicos y científicas de la Universidad Nacional de San Martín (Unsam) que utilizaron anticuerpos policlonales equinos, obtenidos mediante la inyección de una proteína recombinante del virus en estos animales, que es inocua para ellos, y así logran la capacidad de generar gran cantidad de anticuerpos. «Hemos iniciado conversaciones con la Anmat y estamos presentando los resultados de los ensayos de laboratorio al organismo, apuntando a iniciar el ensayo clínico durante julio», comentó Fernando Goldbaum, del Centro CRIP de la Unsam y director científico de Inmunova, firma que participa de la investigación. Y acotó que «la idea es aplicar el suero para evitar el empeoramiento de la enfermedad».
Uno de los desarrollos que más avanza en el país es el del plasma de recuperados. El epicentro es la provincia de Buenos Aires, donde se tratan a unos cien pacientes distribuidos en 33 hospitales, 26 de ellos públicos, con resultados por el momento muy positivos. Uno de ellos fue el intendente de Lomas de Zamora, Martín Insaurralde, que quedó internado con graves complicaciones, y luego de ser tratado con plasma fue dado de alta.
La Argentina estuvo entre las primeras naciones seleccionadas para el mega ensayo llamado Solidarity, que ahora integran 34 países como Francia, España, Canadá, Sudáfrica, Noruega, Suiza, Tailandia e Irán, para estudiar en más de 3500 pacientes posibles tratamientos con ritonavir–lopinavir, remdesivir e hidroxicloroquina. Esta última sigue en el centro de la polémica, por el persistente lobby de Trump y Bolsonaro hacia su uso, nunca comprobado. De hecho, la OMS terminó sacándola del mega ensayo, ya que dos estudios reflejaron que el uso de hidroxicloroquina «no reduce la mortalidad de los pacientes con Covid-19».
Juliana Cassataro, especialista en inmunología y enfermedades infecciosas del Instituto de Investigaciones Biotecnológicas Ugalde de la Unsam, lidera el equipo nacional que avanza en una vacuna en vistas a ir generando las capacidades del sistema científico «para fabricar nuestras propias tecnologías». Y también ante la incógnita si quien logre primero crear la vacuna la fabricará para todo el mundo. Recibieron cien mil dólares del gobierno nacional, en seis meses esperan tener los primeros resultados, y no descartan poder desarrollan una por vía oral, aunque es un proceso que necesita de mayor tiempo. Luego necesitarán tres meses más para repetir todos los experimentos, esperando contar con el apoyo de laboratorios que puedan financiar el resto de los estudios en humanos. El grupo se compone de manera interdisciplinaria entre virólogas, inmunólogas y especialistas en el análisis de estructura de proteínas, que hace años trabajan en vacunas y procesos para hacer más efectiva la respuesta inmunológica. De hecho Cassataro fue la primera científica argentina en obtener en 2010 un subsidio de la Fundación Gates para el desarrollo de una vacuna. Y otro miembro del equipo, Diego Alvarez, también colaboró con el kit serológico para detectar anticuerpos, liderado por Andrea Gamarnik. Porque saben que de esta situación, inédita a nivel mundial, no se sale solos. Y menos aún sin ciencia.