El proyecto nació en 1989 cuando un grupo de docentes de la Universidad Nacional de Lomas de Zamora (UNLZ) descubrieron una población de una raza, que se creía extinguida, en el Parque Nacional los Glaciares, en el sur del país. El proyecto para recuperar el bovino criollo patagónico comenzó a implementarse en chacras prestadas de la provincia de Buenos Aires hasta el día de hoy donde comienza una nueva etapa de investigación que puede traer grande ventajas para el sector.

“Los ingenieros Alejandro Rodríguez y Rubén Martínez, hicieron el avistamiento de esa población que estaba silvestrada. Para que tengas una idea, los malones fueron llevándose animales a lo largo del tiempo, hasta que finalmente quedaron en el parque. Estaban delimitadas por barreras naturales como el lago y los glaciares. Estábamos con una alta certeza de que no había habido cruzamientos. Por eso el interés en conservar este germoplasma”, relata el director del programa, el ingeniero zootecnista Enrique Género.

Este ganado criollo era el único presente en la Argentina antes de la industria cárnica. Fue el que cruzó los Andes junto a San Martín o llevó a la Virgen de Luján, del que se abastecieron los fundadores de Buenos Aires. “Por eso para nosotros, cuando hablamos del plan de conservación, lo que decimos es que estamos conservando el patrimonio ganadero argentino, que son estas vacas criollas. Y por eso pensamos que la mejor manera de conservarlo es que vuelva a tener su uso productivo como fue originalmente en el país”, asegura Género.

Un pedazo de historia

“Originalmente la raza que había acá era la raza criolla. O sea, no existía otra cosa. El ganado bovino criollo fue el pie de cría y fue el elemento fundamental para el desarrollo del país. Dieron origen a la fundación de las principales ciudades como Tucumán, Córdoba. La segunda fundación de Buenos Aires tuvo éxito debido a la presencia de estos vacunos que nos proveían de carne, cuero, leche, jabón y trabajo, porque todas las carretas eran tiradas por bueyes. Las labores que se hacían en la tierra eran con bueyes”, recuerda Género y hace un poco de historia.

“Durante toda la época colonial lo que tenía importancia era el valor del cuero y algo de carne salada. Eso era lo que se explotaba de los bovinos. Aparecieron algunos hitos como el uso del alambrado, sumado a la aparición de la revolución industrial que trajo aparejado los barcos a vapor, el frigorífico. Todo esto hace que el desarrollo de la ganadería empiece a tomar otro valor, y lo que sucedió fue que se incorporaron razas británicas. Porque nuestros principales demandantes de carne empezaron a ser los ingleses, que querían consumir un tipo de carne a la que ellos estaban acostumbrados. Se importaron los primeros toros británicos: Shorton, Angus y Hereford», detalla el ingeniero.

«Estos animales se cruzaron con el pie de cría que existía en la Argentina, que eran todas vacas criollas. En cuatro o cinco generaciones se absorbió la raza criolla y el efecto que produjo fue que dejó de estar en la región pampeana. No se tuvo en cuenta que las vacas criollas aportaban fertilidad, rusticidad, adaptación al medio y otro beneficios para la cría”, relata desde una institución que también es histórica.

Fundada en 1972, La Universidad de Lomas de Zamora, incorpora la Facultad de Ciencias Agrarias, heredera de la Escuela de Agronomía, Veterinaria y Haras de la Provincia de Buenos Aires nacida en 1883, precursora de estas disciplinas en toda América Latina. La Escuela fue fomentada, entre otros por José Hernández, autor del Martín Fierro y también senador.  

Un futuro prometedor

En la 136ava Exposición Rural de Palermo el bovino criollo patagónico causó sensación. La vaquillona “Yoli” recibió el Segundo Premio en la categoría vaca y el “Reservado Gran Campeón Bovino Criollo Hembra”. “Lunático” obtuvo el primer premio en la categoría Ternero Macho y el “Reservado Campeón Macho”. Mientras que “Bety” fue galardonada con el Segundo Premio en la categoría Vaquillona. Recientemente se firmó un acuerdo con el Ministerio de Desarrollo Agrario de la provincia de Buenos Aires para comenzar investigaciones en la Chacra Experimental de Carhué, con el objeto del desarrollo productivo del bovino criollo patagónico.

“Tendríamos todos los valores perfectamente calculados y podríamos ayudar a los productores para que tomen decisiones y cómo mejorar la rentabilidad. Va a ser como repetir la historia en forma inversa. Pero creo que vamos a poder mejorar la productividad de toda la provincia o por lo menos en gran parte de ella”, se esperanza Género. “Es una raza argentina, un trabajo hecho por argentinos y finalmente va a ser para los argentinos. Va a tener un gran impacto en productores pequeños, medianos o grandes. Creo que va a favorecer la ganadería y no solo de la provincia de Buenos Aires. Hay ganado criollo en todo el país y fundamentalmente en las zonas más difíciles es donde se lo valoriza más”, aclara.

“Los criollos tienen una adaptación al medio, rusticidad, algo que se conoce como plasticidad fenotípica, que les permite a una población que tienen mucha variabilidad genética, adaptarse rápidamente a los distintos ambientes, fertilidad, longevidad de los  animales y algo que nosotros ahora estamos trabajando que se llama largo de vida fértil, que hace que una población dure más en el tiempo, por lo tanto me achica la reposición, disminuyendo los costos de amortización de cada uno de los vientres que yo tengo en el campo. Los niveles de producción no tienen nada que envidiarle a los británicos en cuanto a sus velocidades de crecimiento y pesos al destete. Pero su rusticidad los hace más resistentes con respecto a las enfermedades, a los parásitos, a los ectoparásitos en las zonas más marginales del norte, por ejemplo, la garrapata. O en la zona del sudoeste de la provincia de Buenos Aires, con tanto polvo volando y pastos duros, muchos problemas de ojo”, explica Género entre otras ventajas de esta raza que vuelve para revolucionar la ganadería Argentina.