El libro “El olor de la guayaba” es una larga entrevista que el periodista y escritor colombiano Plinio Apuleyo Mendoza le realiza a su amigo personal Gabriel García Márquez. En uno de los tramos de la atrapante conversación, Apuleyo le pide al premio nobel de Literatura una definición sobre el realismo mágico, género que produjo el boom de la literatura latinoamericana entre las décadas del ‘60 y ‘70 del siglo pasado. García Márquez le dio a Plinio una respuesta que ya había utilizado en otras ocasiones: “Si yo digo que vi un elefante volando no me cree nadie, en cambio, si digo que vi 20 elefantes volando me creen”.
La definición del escritor colombiano indica que el juego imaginativo en el realismo mágico implicaba, entre otras cosas, la utilización de una hipérbole de la realidad, una exageración que la lleve a un roce con lo fantástico. El cuento de Julio Cortázar “La autopista del sur”, que se sumerge en un embotellamiento de autos que dura semanas, es otra muestra nítida del uso de la hipérbole.
La oposición de derecha al gobierno del Frente de Todos parece haberse inspirado las últimas semanas en este rasgo del realismo mágico latinoamericano. El puntapié inicial lo dio –no podía ser de otra forma– el expresidente Mauricio Macri. Fue cuando dijo en la reunión de la Fundación Libertad, en Guatemala, hace unos dos meses, que le preocupaba más “el populismo que el coronavirus”. Para Macri sus adversarios son una bacteria. Por eso los combatió con el autoritarismo de la persecución judicial durante su gobierno. La visión biologicista de la disputa política –la raza superior– es el desfiladero más peligroso por el que se puede caminar si es que se quiere vivir en paz, más allá de las enormes diferencias que se pueda tener en una sociedad.
Luego se sumaron otras acciones presentadas supuestamente como “espontáneas” y apoyadas por los medios de comunicación del establishment. Hubo cacerolazo para que los políticos se bajen los sueldos, otro contra la supuesta liberación masiva de presos, que alcanzó sólo al 2% de la población penitenciaria. Y el clímax se dio esta semana con la convocatoria de una marcha para “frenar el comunismo”. Definir a un gobierno peronista, progresista, si se quiere, como comunista, es un claro ejercicio de realismo mágico. No hay una sola definición ni medida del Ejecutivo que permita sostener esa afirmación. Se lo podría retratar, sí, como un gobierno que intenta restaurar un esquema de capitalismo nacional (que prioriza el mercado interno como motor del crecimiento) con justicia social. Nada más y, claro, nada menos, porque implica una fuerte puja de intereses.
El recurso de la hipérbole no es una singularidad de la derecha argentina. Es una metodología regional. En el acto de asunción a su presidencia, Jair Bolsonaro agarró la bandera de Brasil con ambas manos y dijo en portugués, refiriéndose a los gobiernos del PT: “Querían que esta verde-amarilla se volviera roja”. ¿Suena?
El realismo mágico de la derecha no tiene la virtud de despertar la imaginación en las personas y transportarlas a historias maravillosas como las de los Buendía. Su único objetivo es incentivar el odio y el temor.