No hay que tener un auto / Ni relojes de medio millón / Cuatro empleos bien pagados /Ser un astro de televisión. No, no, no, no pibe / para que alguien te pueda amar / porqué así solo tendrás / un negocio más. Manal. 1969

En varios países donde se debatió la regulación del alquiler -México, España, Argentina, entre otros- la “figura mitológica”, como definió Iñigo Errejón, del pobre jubiladito con una vivienda en alquiler fue usada como escudo del mercado inmobiliario. Este recurso buscaba humanizar a uno de los poderes económicos más importantes: el sector inmobiliario y los rentistas.

No pasó mucho tiempo para confirmar que aquellos que se mostraban como defensores de la tercera edad ahora iban a ser sus verdugos. La derecha no solo les niega, por decreto, una recomposición mínima sino que, además, los reprime. No hay ninguna voz del mercado inmobiliario denunciando lo que está sucediendo, mucho menos se hacen presentes en las marchas para defender a esos “pobres jubiladitos”. Quienes estamos presentes somos las organizaciones inquilinas, por solidaridad de clase, porque son trabajadores, porque los jubilados no pueden pagar los alquileres y son desalojados cruelmente.

Alemania y el avance de la derecha

En Alemania se llevaron adelante elecciones. En Turingia y Sajonia -bastión del comunismo por su historia en la región oriental- ganó la ultraderecha y el mundo sigue sorprendido. La oposición al financiamiento de la guerra en Ucrania es un elemento entre otros más importantes, como la privatización absoluta de los servicios públicos, incluyendo la vivienda. La crisis de vivienda, los altos precios de los alquileres y la inestabilidad laboral fueron centrales en el voto castigo a la izquierda tradicional. ¿Te suena de algún lado?

La inflación de los inquilinos

La inflación de los últimos tiempos en la Argentina vuelve loco a cualquiera. Se torna imposible “disfrutar” alguna estabilidad si semana a semana los precios de la economía del hogar cambian. Ese fue el factor más transformador de la ley de alquileres, ya que limitaba el aumento del alquiler a una sola vez por año.

Mientras los inquilinos valoraban la estabilidad y protección sobre el salario, el mercado inmobiliario declaró la guerra y la clase política (conservadora o popular) planteaba la medida como un exceso en donde solo ganaba una sola parte.

Para los que alquilamos vivienda la baja de inflación es un verso. Nuestros contratos de alquiler -a partir del DNU 70/2023- tiene actualizaciones cada dos o tres meses, poniéndonos así en una situación de inestabilidad, incertidumbre y disciplinamiento que nos ubica en la angustiante y solitaria situación en donde no sabemos cuánto tiempo más podremos pagar el alquiler y por lo tanto seguir en nuestro hogar. El que nunca alquiló vivienda difícilmente entienda y comprenda lo que significa nuestra condiciones. Es por esto que en Argentina -desde 1943 a 1976- los contratos de alquiler de vivienda no finalizaban. Hoy Inglaterra discute un proyecto de ley para que todo aquel inquilino que esté al día con el pago del alquiler no pueda ser desalojado una vez finalizado su contrato. Porque la vivienda no es -o no debería ser- nada más que un negocio, sino la condición principal para el desarrollo de la vida y la sociedad. 

Es la renta, estúpido

Cristina Fernández de Kirchner, en su último discurso público, plantea la importancia de la estructura bimonetaria de nuestra economía. Allí plantea al pasar que la transacción de inmuebles en argentina es en dólares.

Agrego el marco histórico: es así desde la última dictadura.

Se resuelve con una fuerte intervención en la regulación de los alquileres -plazos de contratos mínimos por 10 años, regulación del precio- y prohibición de la vivienda vacía.

Pero quizás el problema no sea la economía bimonetaria, sino el deseo de renta a los dos lados del Río Bravo. Porque aquí ya no se sueña con la “casa propia”, sino con la “renta propia”.