En diciembre de 2024, al cumplirse el primer año de su gestión, el presidente Javier Milei afirmó: “Que nadie se sorprenda si la Argentina se convierte en el próximo hub de Inteligencia Artificial (IA) del mundo. De hecho, no es casualidad que las mayores empresas estén evaluando proyectos en el país”. Unos meses antes, en uno de sus frecuentes viajes a Estados Unidos, el mandatario había levantado pulgares frente a las cámaras junto a los “tech bros” de Silicon Valley: Sam Altman (OpenAI), Mark Zuckerberg (Meta), Sundar Pichai (Google) y Tim Cooke (Apple), entre otros. Lo que se dijo de aquellos encuentros es que los CEO prometieron inversiones de más de mil millones de dólares en Argentina seducidos por las “condiciones beneficiosas” de nuestra Patagonia. Léase: disponibilidad de grandes extensiones de tierra con bajas temperaturas, baratísimo capital humano con alto conocimiento técnico y, sobre todo, el consentimiento gubernamental para el enorme consumo de energía y agua que conlleva la instalación de estos gigantescos centros de datos.
“Si Argentina optara por convertirse en un polo de IA en el contexto propuesto por el presidente Milei, las implicancias ambientales pueden ser profundas y preocupantes, particularmente en el contexto de la crisis energética que atraviesa el país”, advierte Soledad Vogliano, Investigadora del Grupo Acción sobre Erosión, Tecnología y Concentración” (ETC), una organización internacional dedicada a monitorear el impacto de las tecnologías emergentes (y las estrategias de las corporaciones para disimular sus efectos sobre la biodiversidad, la agricultura y los derechos humanos).
El Grupo ETC elaboró el informe Detrás de las nubes que reveló “el catastrófico impacto ambiental de los centros de datos”, que son la columna vertebral de la IA, “ya que proporcionan la enorme capacidad de almacenamiento y procesamiento que estos sistemas requieren”.
“Argentina –insiste Vogliano– ya enfrenta una crisis energética con una creciente dependencia de combustibles fósiles, falta de inversión en infraestructura energética y falta de desarrollo de opciones para un suministro eléctrico sostenible. El proyecto de convertir al país en un polo de IA multiplicaría la presión sobre el sistema energético nacional. La demanda de electricidad para alimentar las gigantescas infraestructuras de servidores y centros de datos sería insostenible, agravando aún más la crisis energética”.
La investigación del Grupo ETC demuestra que el impacto ambiental de los centros de datos de las Big Tech puede empeorar, aún más, la crisis climática mundial. Por ejemplo, para enfriar los servidores de sus data centers, Google gasta más de una cuarta parte del agua de la ciudad estadounidense de Los Dalles, en Oregón. Pero hay más: a mediados del año pasado, el Gobierno uruguayo aprobó la Autorización Ambiental Previa (AAP) para que Google instale en la región el segundo centro de datos globales (Chile fue el pionero). Se estima que el proyecto consumiría 7,6 millones de litros diarios, es decir, la misma cantidad de agua que se necesita para llenar tres piletas olímpicas. Un detalle importante: Uruguay atraviesa una crisis hídrica.
“Hay que combatir el discurso de que todo desarrollo vinculado la IA implica un salto hacia adelante en la economía global. Lo que está ocurriendo en la realidad es que la economía digital está híper concentrada”, asegura Vogliano, y agrega: “El proyecto que propone Milei no está focalizado en el desarrollo nacional (sino estaríamos hablando de inversiones en el sistema de ciencia y tecnología, cuando lo que ocurre es todo lo contrario). El desarrollo de infraestructura de la IA centrado en la participación de las grandes tecnológicas, implica fortalecer una posición subordinada donde lo que proveemos en la Argentina, así como otros países del sur, es territorio, agua, energía y recursos naturales”.
Impactos
En 2022, un informe de la Compañía Administradora del Mercado Mayorista Eléctrico (CAMMESA) estimó que entre agosto y octubre de ese año Tierra del Fuego consumió un total de 40,2 megavatios, de los cuales 9,7 megavatios, algo así como el 22% de la energía de la provincia, correspondió a empresas criptomineras que refrigeraban sus equipos.
“Discursos como el de Milei –explica Felipe Gutiérrez Ríos, investigador del Observatorio Petrolero Sur (OPSur)– ocultan la altísima necesidad de electricidad de los centros de datos. ¿De dónde sacan toda esa energía? En Argentina más del 60% de la energía proviene de combustibles fósiles, gas y petróleo fundamentalmente, que en su mayoría sale de Vaca Muerta. Si uno sigue la cadena hasta su origen, como puede ser el fracking, se encuentra con una explotación de alto riesgo que genera impacto en el suelo, desplaza comunidades y genera sismicidad inducida. Al aumentar los consumos de energía, como ocurre con estos centros de datos, aumentan también los impactos sociales y ambientales”.
Entregan Patagonia a potencias
Siguiendo la proclama del presidente Javier Milei de convertir a la Argentina en un polo de inteligencia artificial (IA), el desarrollo nuclear se vuelve otro objetivo central de la gestión libertaria teniendo en cuenta la excesiva demanda de energía.
«Al planteo de instalar una central nuclear en el sur del país, algo que ya rechazamos en 2017, lo llamo ‘especulación tecnológica’ porque usan nuestros territorios para procesar los datos del primer mundo. Entregan nuestra Patagonia a las potencias», se indigna Pablo Lada, referente del Movimiento Antinuclear de Chubut.
«Es un intento más –insiste Lada– de poner a nuestro país en una relación colonial frente a los poderes del mundo. No dudan en entregarlo todo al extractivimo extremo que implica este nuevo orden mundial. Para ellos no somos más que una cantera de recursos naturales».