Diez días antes de la cumbre del G20, el barrio porteño de Caballito se convirtió en el destino de una peregrinación no religiosa. La idea de organizar un foro internacional en el Club Ferro para debatir el presente del mundo en tiempos turbulentos fue del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (Clacso), organización académica que elige sus autoridades a través del voto, y que acaba de designar como secretaria ejecutiva a la socióloga uruguaya Karina Batthyány. Ellos tuvieron la capacidad para detectar las necesidades de franjas importantes de la sociedad argentina y de otros países de la región. Decenas de miles de personas se apropiaron de ese evento con una participación multitudinaria. Desde un primer momento los organizadores intentaron que no se popularizara la expresión ‘contracumbre’, aunque muchos medios hegemónicos machacaron para que así se la comprendiera. El nombre oficial, repetían era Primer Foro Internacional del Pensamiento Crítico. Además, otras actividades más cercanas a la fecha prevista para el G20 oficial, sí se presentaban como convocatorias alternativas y de repudio a la visita de los presidentes de las potencias globales y ciertos países emergentes. Pero todos los esfuerzos fueron en vano. Y el espíritu de una evidente contracara a la reunión de los poderosos del mundo terminó asociándose a las conferencias de Ferro.
En las charlas-debate se escucharon descripciones y pensamientos muy filosos sobre el contexto de incertidumbre que impera a nivel global. El periodista español Ignacio Ramonet, por caso, habló de «un nuevo ciclo político histórico», subrayó: «Esta época se caracteriza por tres grandes crisis determinantes: el cambio climático, que ya no es una amenaza sino una realidad; desplazamientos masivos cuasi apocalípticos de inmigrantes; y los efectos incontrolados de las nuevas tecnologías en materia de cibervigilancia y manipulación electoral».
Desde un diagnóstico parecido al que ensayó el periodista y biógrafo de Fidel Castro, el vicepresidente de Bolivia, Álvaro García Linera definió a la nueva ola de gobiernos alineados con la derecha autoritaria como resultado del retorno de «un neoliberalismo zombie» que, sin embargo «está fosilizado y es en sí mismo contradictorio». Con esas categorías se refería al programa económico ultra-neoliberal que intentan imponer muchas de esas administraciones y que ya fracasó en América Latina en décadas pasadas. La contradicción se debe, detalló García Linera, a que mientras el FMI promueve planes brutales de ajuste para Sudamérica en los países centrales se prioriza la aplicación de medidas proteccionistas y la relocalización de empresas en territorio propio.
La descripción del mundo estuvo también presente en el discurso del norteamericano Larry Cohen, organizador del colectivo social Our Revolution, cercano al senador Bernie Sanders. Otra exposición sobre la actualidad geopolítica que fue seguida con atención fue la del intelectual ruso Vladimir Davydov, del Instituto de Latinoamérica de la Academia de Ciencias de Moscú. Sin eufemismos, el uso acusó a Trump de utilizar «la extorsión» como premanente forma de presión al resto del mundo.
En otro tramo de su discurso, Davydov reivindicó una de las afirmaciones más polémicas que había deslizado la senadora Cristina Fernández durante su participación en el foro de Ferro: la idea de que la dicotomía izquierda-derecha ya no es útil para describir a los proyectos políticos que pujan en el mundo. «