Un desgaste de décadas, deudas sociales irresueltas y con indicadores que muestran un deterioro económico, sumado a casos de corrupción en altos dirigentes, parecen ser las razones por las cuales los sudafricanos se inclinaron, por primera vez en 30 años, por restarle apoyo al Congreso Nacional Africano (ANC, en inglés), partido con el que Nelson Mandela llegó al poder en 1994 tras la caída del oprobioso apartheid.
Este sábado se terminaban de procesar los datos de las elecciones generales del miércoles último, que confirman que el ANC está perdiendo la mayoría absoluta que venía sosteniendo históricamente y estará obligado a buscar alianzas para mantenerse en el poder. Con más del 98% de los votos escrutadas, el partido liderado por el actual presidente Cyril Ramaphosa, tiene apenas un 40,15% de los votos, un desplome catastrófico respecto al 57,5% que obtuvo en 2019. A la vez significa un avance para el principal partido de la oposición, la derecha liberal Alianza Democrática (DA), que se consolida como segunda fuerza. El resultado, que se anunciará oficialmente hoy, pone en riesgo la continuidad del presidente y candidato a la reelección, ya que son los 400 legisladores miembros del Parlamento quienes deben nombrarlo en el cargo. El ANC contaba hasta ahora con una mayoría de 230 escaños, pero con una bancada que no supere el 50% está obligado a constituir un gobierno de coalición, de futuro incierto. Por su parte, la DA había adelantado que no se sumaría a ninguna alianza con el oficialismo. Su líder, John Steenhuisen, se había mostrado seguro de que venía una nueva era. La fuerza que conduce obtuvo casi el 22% de los votos. Esto representa el mejor resultado de su historia y un leve repunte desde el 20,7% que cosechó en 2019. Este partido hoy integrado por blancos pero también por negros o “africanos”, como se reivindica la población mayoritaria del país, tiene la tradición loable de haberse opuesto al segregacionismo, aunque su tendencia liberal conservadora lo coloca en las antípodas del partido gobernante por su programa, que apuesta por el libre mercado y el fin de los programas de empoderamiento económico de la población negra.
«Hemos estado hablando con todo el mundo, incluso antes de las elecciones», declaró la vicesecretaria general del ANC, Nomvula Mokonyane, afirmando que el órgano de decisión del partido fijaría el rumbo a seguir tras el anuncio de los resultados definitivos.
Las opciones son inciertas, ya que en tercer lugar quedaría, con 12,6%, el partido Umkhonto We Sizwe (MK), creado hace apenas seis meses por el exjefe del ANC y expresidente Jacob Zuma, que dio la gran sorpresa de estos comicios. Pese a haber recibido una condena por un supuesto acto de corrupción, que él califica de “persecución”, Zuma cosechó el descontento de buena parte de la población votante del ANC. En cuarto lugar, con 9,4%, quedó el EFF, siglas en inglés de Luchadores por la Libertad Económica, que a pesar de que su nombre remite a los libertarios de extrema derecha, es una fuerza radical de izquierda que se considera marxista-panafricanista, conducida por otro ex ANC, Julius Malema, otrora líder de las Ligas Juveniles del partido de Mandela. En sus filas se consideraba posible una alianza con el oficialismo, a cambio de obtener lugares clave en el gobierno, entre ellos el Ministerio de Economía. Algo que los analistas locales ven con pocas posibilidades.
El ANC conserva la lealtad de muchos votantes por su papel protagonista en el derrocamiento del apartheid. Pero para muchos electores, y sobre todo para el sector juvenil, más castigado por la desocupación y que no vivió los peores años del segregacionismo, el partido que encarnó durante mucho tiempo el sueño de acceder a la educación, a la vivienda y otros servicios básicos, no cumplió con sus promesas. Su caída se explica, según los analistas, por el aumento de la delincuencia, la pobreza y la desigualdad. Los casos de corrupción que involucran a altos cargos del partido también mermaron una confianza ya muy dañada.