Francisco aterrizó este viernes en Bagdad, punto de partida de su visita de tres días a Irak, la primera que realiza un Papa a este país de oriente medio y el primer viaje de del pontífice al extranjero desde el inicio de la pandemia de covid-19.
«Estoy contento de retomar los viajes» después de 15 meses sin realizar desplazamientos, dijo Francisco en el avión, al pie del cual le esperaba en Bagdad el primer ministro iraquí, Mustafá Al Kadhemi. «Y este viaje emblemático es también un deber hacia esta tierra mártir desde hace tantos años», agregó el papa argentino antes de aterrizar.
El viaje tiene como lema «Todos son hermanos» y llevará al Sumo Pontífice a la capital Bagdad, donde dormirá las tres noches en el país del suroeste asiático, además de visitar la ciudad de Najaf y las ruinas de la antigua urbe sumeria de Ur, en el Sur; y los centros urbanos de Mosul, Erbil y Qaraqosh, en el Norte.
Francisco llega a un país en el que según las estimaciones vaticanas la población cristiana no supera las 300.000 personas, sobre una población total de más de 38 millones, mientras que a inicios del sigo XXI, hace solo 20 años, las estimaciones eran de cerca de 1.2 millones de cristianos en el país.
La gira estará enmarcada en un estricto operativo debido al riesgo que implica, por la pandemia y por la escalada de violencia que se vive en los últimos meses.
Si bien la situación de seguridad mejoró en los últimos años con la retirada final del EI de Mosul a fines de 2017, una serie de atentados, como el que en enero dejó 32 muertos en Bagdad o el ataque a una base militar con tropas estadounidenses días atrás, pusieron de nuevo en discusión la seguridad del Papa.
La pandemia obligó recientemente al Gobierno local a establecer un toque de queda nocturno durante los viernes, sábado y domingo, justamente los días en los que el Pontífice estará en el país.
Ante este escenario, el Papa Francisco ratificó su viaje: “Irak no puede esperar. Esperaba a Juan Pablo II y se le prohibió ir. No se puede desilusionar a un pueblo por segunda vez”.
“Desde hace tiempo deseo encontrar a este pueblo que ha sufrido tanto y a esta Iglesia mártir y en la tierra de Abraham (en Ur); con los otros líderes religiosos daremos otro paso para la hermandad entre los creyentes», dijo durante su audiencia semanal.
Un viaje de tres niveles
«Es un viaje que se puede leer en tres niveles a la vez: uno ligado a la problemática de los cristianos perseguidos; un nivel relacionado al diálogo interreligioso; y un tercer eje en el que Francisco hablará a la sociedad del país», analizó en diálogo con Télam en el Vaticano el exNuncio (embajador) de la Santa Sede en Irak entre 2001 y 2006, el cardenal Fernado Filoni.
«La visita tiene como uno de los objetivos primarios animar a los cristianos y plantear que hubo una comunidad que sufrió mucho, fue perseguida y discriminada», sostuvo Filoni.
El apoyo a los cristianos será central en la agenda y el cardenal recordó que «siempre ha habido éxodos recurrentes en lo que hoy es Irak, pero se hicieron masivos después de la segunda guerra del Golfo (Pérsico)», de 2003.
En particular, a la inestabilidad en el país tras la caída de Saddam Hussein, se sumó luego la ocupación de más de un cuarto del territorio nacional por parte de la milicia Estado Islámico (EI), que estableció su llamado califato allí y en la vecina Siria, y provocó el desplazamiento de miles de personas en el área.
Francisco recorrerá el próximo domingo parte de esa región, con etapas en Erbil, capital del Kurdistán iraquí y símbolo del refugio de los cristianos y de acogida de sirios; Mosul, ícono de la reconquista del territorio tras la ocupación de EI; y Qaraqosh, considerada la ciudad cristiana más grande de Irak, en la llanura de Nínive.
En esta última, los cristianos están comenzado a volver a instalarse de manera lenta y cauta, tras los asesinatos y persecuciones sufridos durante la presencia del grupo yihadista, entre 2014 y 2017.
«Las visitas a Mosul y Qaraqosh animarán a los cristianos a quedarse y reconstruir confianza con sus vecinos», sugirió, desde Bagdad, el cardenal Louis Raphael I Sako, Patriarca de Babilonia de los Caldeos.
Un segundo eje del viaje será el puente que el Papa buscará tender con el mundo islámico, especialmente con la mayoría chíita del país, a través del encuentro que mantendrá con el gran ayatollah Ali al Sistani, de 90 años y considerado como una de las personas más influyentes del país.
Nacido en Irán pero contrario a las ideas teocráticas que en ese país niegan la separación entre Iglesia y Estado, Al Sistani recibirá a Francisco el sábado en la ciudad de Najaf, 150 kilómetros al sur de Bagdad
«El encuentro con Al Sistani, que tiene una gran influencia sobre la sociedad y política iraquí, es muy necesario y tendrá un gran impacto en la convivencia entre musulmanes y cristianos», analizó Filoni.
«Será un encuentro histórico y esperamos que impacte en la solidaridad y la convivencia», agregó, por su parte, Yaldo.
Los chíitas, unos 180 millones en todo el mundo, son la rama mayoritaría del islam en Irak, donde cerca del 60% del total de la población musulmana en el país, explicó Filoni.
También el sábado, Francisco encabezará un rezo interreligioso en las ruinas de la ciudad de Ur, considerada según la interpretación más difundida de la Biblia como el lugar de origen del patriarca Abraham, unidad entre cristianos, judíos y musulmanes.
«Ur es el punto clave de la visita porque Abraham representa el signo de unidad para todos los que habitamos esta tierra. Será un gran símbolo de unidad para todas las religiones que tienen este elemento en común», desarrolló Yaldo.
Un tercer eje del viaje de Francisco, apuntó Filoni, es el denominado «nivel social».
«Con tantas divisiones internas a lo largo de una historia difícil, debido a los dictadores de turno y a los conflictos entre sunnitas y chiítas, se espera un mensaje del Papa que ayude al país a dejar atrás esas polarizaciones y anime a la sociedad civil a emprender un desarrollo económico y social», analizó Filoni.
En ese marco, el purpurado apuntó que el lema «Son todos hermanos» es «un llamado abierto, no solo a las religiones ni solo a los cristianos, sino a la vida común y social del país».