Algunas tradiciones orales cimentaron la construcción que ciertas clases dominantes hicieron de la Argentina. El apelativo de «granero del mundo» se basó en las grandes exportaciones de cereales y carnes de fines del siglo XIX y principios del siglo XX, aquella época que más de 100 años después el presidente Javier Milei pone como modelo a seguir. Más acá en el tiempo, el gobierno de Mauricio Macri insistía con la leyenda de que en estas tierras se producen alimentos para casi 400 millones de personas.

En ese país, las importaciones de alimentos y bebidas se duplicaron en los últimos seis meses y pasaron de U$S 122 millones en junio de 2024 a U$S 242 millones en diciembre último. Allí se engloban productos básicos para la mesa de todos los días, como zanahorias, tomates, limones, vino y hasta la tradicional yerba con que se prepara el mate, la infusión criolla por excelencia.

La situación fue expuesta crudamente en un informe elaborado por el Instituto para el Desarrollo Agroindustrial Argentino (IDAA), un think tank que auspicia Julián Domínguez, exministro de Agricultura. Allí reportaron que el crecimiento interanual de las importaciones, que venía siendo del 61% a mediados de año, se aceleró a 82%  a fines de 2024. El análisis incluye los alimentos y bebidas para la industria y para el hogar, tanto básicos como elaborados. Se excluye la importación temporal de soja, que es procesada y re-exportada como subproductos con valor agregado.

El IDAA consigna que en algunos casos los volúmenes ingresados se multiplicaron por 70 (ver cuadro). «Resulta impactante el aumento a cuatro dígitos de las importaciones de productos representativos de las economías regionales argentinas como el tomate, la cebolla o las zanahorias. Es importante destacar que dichos productos, al igual que los limones, provienen masivamente de países limítrofes», señala.

Según el trabajo, «son las condiciones macroeconómicas y la política desregulatoria en materia de comercio exterior las que explican este comportamiento del mercado. Todo indica que de cara a un año electoral, los lineamientos se profundizarán», en alusión al dólar barato que impulsa el gobierno. Eso hace que, por el tipo de cambio artificialmente retrasado, los productos del exterior compitan con los locales.

«En ese contexto es altamente probable que la tendencia observada se incremente durante 2025 en lo que hace a la importación de alimentos», pronostica el trabajo, para luego agregar que «serán los sectores productivos los más afectados por la apertura importadora, dado que los precios dejarán de estar relacionados a los costos de producción para pasar a arbitrarse por la paridad de importación».

Más leña al fuego

A esa tendencia contribuirá el decreto 35/25 oficializado esta semana, que desregula el ingreso de alimentos: para los que vengan de países «de alta vigilancia» se eliminarán los registros y autorizaciones de muestras, productos y establecimientos, dando por válido el control que ejerzan las autoridades del lugar de origen. «Buscamos alimentos más baratos para los argentinos», proclamó el ministro de Desregulación y Transformación, Federico Sturzenegger, en uno de sus cotidianos tuits donde da muestras de cómo su gestión le mejora la vida a la gente.

Energía y balanza comercial

La recuperación del sector agrícola después de la fuerte sequía de 2023 y el fruto de inversiones de años anteriores en el sector energético impulsaron un superávit récord en la balanza comercial. Según informó el Indec, en 2024 el saldo fue favorable en U$S 18.899 millones, producto de una mejora del 19,4% en las exportaciones y una caída del 17,5% en las importaciones.
En el resultado mucho tuvo que ver la reducción en 49,4% de las importaciones de energía, gracias a la ampliación del Gasoducto Presidente Néstor Kirchner, que permitió llevar la mayor producción de gas de Vaca Muerta al área metropolitana y evitar así las costosas contrataciones de buques con gas licuado.
Así, la balanza energética tuvo un superávit de U$S 5668 millones en 2024. Las exportaciones crecieron 22,3% y alcanzaron U$S 9677 millones (12,1% del total). Chile fue el mejor cliente: compró energía por U$S 2844 millones.