El nuevo esquema cambiario debutó con un valor del dólar no muy lejano al que el Banco Central mantenía hasta que se firmó el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional. Después de subir 12% y tocar los $ 1200, la cotización minorista bajó hasta $ 1160. En el mercado mayorista, donde se realizan las operaciones de comercio exterior, la divisa terminó la semana a $ 1135 por unidad.
El resultado fue celebrado por el equipo comunicacional del gobierno, que se centró en el levantamiento del cepo cambiario (a pesar de que muchas de las restricciones para acceder a las divisas se mantienen, sobre todo para las empresas) y pudo surfear con cierto éxito la tan temida palabra devaluación.
A pesar del discurso oficial, quedan ciertas dudas sobre si este nivel, en la parte inferior de la banda cambiaria prefijada (de 1000 a 1400 pesos), será funcional al objetivo de acumular divisas y asegurar que el Banco Central recupere liquidez sin depender de los salvavidas que le tiren el FMI y otros organismos internacionales.
La especulación surge a partir del escaso incentivo para el sector exportador, que hasta la semana anterior liquidaba el 80% de sus divisas por el mercado oficial y el 20% por el contado con liquidación (CCL). Ese “blend”, ahora eliminado, le daba al 11 de abril un resultado de $ 1130 por dólar. Una semana después, la liberación cambiaria le significó una mejora de apenas 0,4%.
La cuestión se convirtió en central para la cadena agroindustrial, justo cuando arranca la temporada alta de liquidación de divisas por la exportación de la cosecha gruesa. Los productores se encontraron con un combo compuesto por insumos más caros, ya que el dólar de importación más alto impactó en agroquímicos y fertilizantes, y un ingreso en pesos más o menos similar, dado que la mejora efectiva del tipo de cambio fue insignificante.
A ello se suma que la rebaja de las retenciones dispuesta en enero (que llegó a los siete puntos en el caso del poroto de soja) finalizará el 30 de junio y no será prorrogada, según anticipó el presidente Javier Milei. “Dijimos que eran transitorias. Así que si el campo tiene que liquidar, que lo haga ahora porque en junio vuelven las retenciones”, dijo el mandatario.
Poco entusiasmo
El tema sobrevoló la reunión del último martes, ya pactada con anterioridad, entre el secretario de Agricultura, Sergio Iraeta, y la Mesa de Enlace. Pese a sus esfuerzos, los dirigentes de las entidades agropecuarias no pudieron ocultar que el nuevo panorama no los entusiasma demasiado. “Hay que esperar. El presidente tiene claro que los productores no liquidamos, los que liquidan son los exportadores. Nosotros vendemos cuando necesitamos cubrir nuestras obligaciones”, dijo el titular de la Sociedad Rural Argentina, Nicolás Pino. El representante de la Federación Agraria Argentina, Ulises Forte, también dejó sobrevolando la idea de que la venta será por cuentagotas: “El pequeño y mediano productor cosecha y vende según la necesidad. La segunda venta se hace para asegurar insumos y lo que sobra se distribuye en los meses siguientes”.
Tres anclas
En el Palacio de Hacienda, en tanto, mantienen la idea de que el dólar siga bajo, no por exceso de oferta, sino simplemente por falta de pesos. Felipe Núñez, jefe de asesores del ministro Luis Caputo y uno de los propagandistas más activos del programa económico en las redes sociales, posteó que “este es un plan de estabilización con tres anclas: fiscal, monetaria y cambiaria”. Pasado en limpio, significa que el gobierno está satisfecho con un dólar que permanezca en la parte baja de la banda cambiaria para mantener controlada la inflación.
Por eso pierde fuerza la hipótesis de que el Banco Central intervenga para comprar dólares en el interior de esa franja con el fin de acumular reservas. El propio Milei lo enfatizó en sus redes sociales: “No se va a intervenir hasta que el dólar toque el piso de la banda; hasta $ 1000 no se compra”, tuiteó. El mandatario quiere que la emisión de pesos para comprar los dólares sea mínima.
Esa conducta implica una nueva divergencia con el Fondo Monetario, que concibió el programa como una herramienta para que el Banco Central recomponga sus reservas netas. De hecho, impuso (y logró que Caputo y Santiago Bausili, titular del BCRA, lo rubricaran en la carta de intención) que la evolución de ese ítem sea uno de los “criterios de performance” a partir de los cuales se evaluará el cumplimiento del acuerdo: se deben recuperar los U$S 4900 millones perdidos desde enero y sumar otros U$S 4000 millones antes de diciembre de este año.
“Bajo el nuevo esquema de trabajo, el tipo de cambio debería flotar en una banda suficientemente ancha para permitir descubrir el precio, con compras de divisas dentro de la banda consistentes con los objetivos de acumulación de divisas”, establece el informe del staff del FMI. Para eso, el Banco Central debería comprar, a riesgo de impulsar el precio de la divisa, y el tipo de cambio tiene que ser atractivo para los exportadores, cuestiones ambas que no está tan claro que vayan a ocurrir. «
Se debilita la balanza comercial
Entre las proyecciones contenidas en el acuerdo de facilidades extendidas con el FMI, se espera que el superávit comercial de 2025 alcance los U$S 18.400 millones. Sin embargo, la previsión corre serio riesgo de no cumplirse, porque en el primer trimestre el resultado positivo fue de apenas U$S 761 millones, según informó el Indec.
El magro resultado se entiende a partir del fuerte incremento de las importaciones, que crecieron 35% en comparación con los primeros tres meses de 2024, y una moderada mejora de las exportaciones de sólo 5,3%. Las cifras dejaron en claro el fuerte retraso cambiario que había hasta ahora y que terminó forzando la devaluación que el gobierno buscaba evitar.
La mejora en el resultado del comercio exterior es imprescindible para mejorar las cuentas, ya que fue uno de los supuestos que se incorporaron en el programa del FMI para calcular cuál sería la asistencia que necesitaría la Argentina. En las planillas que acompañan el informe técnico se proyectan exportaciones por U$S 82.600 millones a lo largo del año e importaciones por sólo U$S 64.200 millones, cifras que parecen difícil de alcanzarse al ritmo actual.