El 3 de octubre el Museo Guggenheim de Nueva York abrirá nuevamente sus puertas al público que permanecían cerrada debido a la pandemia. Su par europeo de Bilbao fue reabierto el 1° de junio.
Pero aunque la apertura constituye una novedad en sí misma, hay otra novedad quizá más destacable: las autoridades de la institución anunciaron el propósito de tener una mirada inclusiva tanto en las incorporaciones que se hagan a su colección que incluirán en lo sucesivo obras de artistas negros, latinos y minorías raciales, como en el tratamiento del personal que se tome para trabajar en el Museo.
La decisión no es gratuita, sino más bien una repercusión del asesinato de George Floyd, el ciudadano negro que murió a manos de un policía blanco, el 25 de mayo de este año. El video de su muerte se hizo viral confirmándole al mundo entero que el racismo está muy lejos de haber sido abolido en los Estados Unidos, que la discriminación no ha quedado en el pasado.
El hecho sacudió a la sociedad estadounidense y al mundo, dado que el registro del hecho no deja lugar a dudas ni especulaciones.
Los trabajadores del Museo Guggenheim no fueron ajenos a la ola de indignación que provocó el hecho en todas partes, incluidos los museos, y respondieron con una carta firmada por 200 personas. Entre ellas no sólo figuraban los trabajadores en ejercicio, sino también exempleados del Museo. Según lo informo The New York Times: “Setenta y un ex trabajadores de Guggenheim se unieron a los 100 empleados actuales, aproximadamente una cuarta parte de todo el personal, para decir que el “fracaso del museo en crear un lugar de trabajo diverso y equitativo ha dado lugar a una cultura del museo que se niega a asumir la responsabilidad por la violencia y la injusticia infligidas a sus constituyentes BIPOC (Negro, Indígena y Gente de Color)”.
Entre otras consideraciones que expresaba la carta titulada Better Gugghenheim, decía que, puertas adentro de la institución había «una cultura interna dominante blanca que durante mucho tiempo ha creado hostilidad para los miembros del personal negro y los miembros del personal de color».
Y agregaba: «El momento actual exige que reconsideremos el papel fundamental que juegan los museos de arte dentro de la sociedad en general: ¿de quién son estas instituciones, de qué son responsables y ante quién deben rendir cuentas?» También señalaba el acto «irrespetuoso y públicamente hostil» hacia la curadora Chaédria LaBouvier, que trabajó en una exposición de Jean-Michel Basquiat. La propia curadora LaBouvier escribió en su Twitter que trabajar con Nancy Spector, la directora artística del museo, había sido «la experiencia profesional más racista» de su vida.
Es preciso aclarar que en 2019, según el medio Oberver “Chaédria LaBouvier se convirtió en la primera curadora negra y la primera mujer negra en curar una exposición en el Museo Guggenheim de la ciudad de Nueva York; el espectáculo La ´desfiguración´de Basquuiata: la historia no contada, explora el compromiso estético del artista icónico con la hostilidad de las fuerzas del orden. La exposición debería haber sido un triunfo para todos los involucrados, pero en cambio, dice LaBouvier, fue recibida con continuas represalias por negarse a renunciar a la propiedad de su trabajo y ser sometida a «la experiencia profesional más racista de [su] vida».
La carta terminaba diciendo:»El Guggenheim no puede pretender ser una institución artística líder sin primero expiar sus errores y comprometerse con acciones concretas y cambios»,
Por esta razón, según lo anuncia The New York Times “la junta directiva del Museo Guggenheim ha contratado a un abogado para que lleve a cabo una investigación independiente sobre las circunstancias que rodearon la exposición de 2019 del artista Jean-Michel Basquiat.
Por su parte, según parece, el Museo trató de calmar los ánimos y tomar una serie de medidas que fueran una respuesta a las críticas recibidas. Según declararon sus autoridades, este plan se extenderá durante dos años y su objetivo fundamental será lograr una mayor inclusión tanto desde el campo mismo del arte como desde los visitantes y trabajadores del Museo.
El plan incluirá diversos puntos comenzando por la adquisición de obras de artistas negros y de minorías raciales y culturales y un acuerdo con universidades de mayoría negra con el fin de que estos estudiantes puedan ocupar cargos en la institución.
Tambén se anunciaron becas y una disminución en el costo de las entradas para ampliar el público extendiéndolo hasta los sectores de menor poder adquisitivo.
Además, se acordó establecer un comité para analizar las exposiciones de los últimos 25 años y dotar a las próximas muestras y proyectos de una perspectiva diversa y equitativa.
Según se deduce de los hechos relatados, mientras el racismo parece un fenómeno en alza no solo en Estados Unidos, sino también en diversos países del mundo, la corrección política crece de manera paralela aunque muchas veces sirva más para limpiar conciencias y mostrar un rostro amable ante la sociedad que para realizar cambios verdaderos y perdurables.
Aunque el asesinato de George Floyd difundido a nivel mundial denunció a las claras la impunidad que ampara a la policía para arremeter contra la población negra, la reacción marca que hay un grupo de ciudadanos que no está dispuesto a seguir tolerando atropellos. De hecho, el Museo Guggenheim tuvo que prometer públicamente cambiar sus políticas institucionales, cosa que no hizo hasta que el asesinato a mansalva de un ciudadano negro y el reclamo de sus trabajadores referido al racismo ejercido dentro de la institución misma impidió que pudiera seguir mirando para otro lado. ¿Acaso no vio antes que la petición de los trabajadores era justa?
Quienes creen que las instituciones destinadas al arte están ajenas al acontecer político, se equivocan. Los prejuicios sociales no son un patrimonio exclusivo de determinados sectores, sino que cruzan transversalmente la sociedad y se encuentran también en lugares que, por su actividad y por la formación cultural de los que son parte de ellos, se tendería a pensar ingenuamente que el racismo no entra.
Algunos números resultan elocuentes respeto de la situación del Museo en 2019: un estudio realizado por la firma Morey Group y citado por la agencia Télam indica que el 73% de los visitantes eran blancos, mientras la sociedad de Nueva York se caracteriza por ser multirracial. Sólo el 8% eran afroamericanos, el 7 % latinos.
El anuncio que el Museo Guggenheim hizo bajo la presión de sus trabajadores parece dar cuenta de que hay realmente muy pocos espacios que puedan decirse ajenos a la discriminación, de cualquier tipo que esta sea.
El Mundo afirma que «de acuerdo a un estudio de la firma Morey Group, el 73% de los visitantes al museo en 2019 eran blancos, muy lejos de la paleta de color que discurre por las calles de Nueva York a diario. Tan solo un 8% de los que compraron entrada para el museo eran afroamericanos y un 7% latinos, muy lejos del 24% y el 29% que representan en realidad en la Gran Manzana».
El Museo Gugghenheim de Nueva York es la nave insignia de la Fundación Guggenheim, se inauguró en 1959 y fue diseñado nada menos que por el arquitecto Frank Lloyd Wright. Pero su imponente estructura no fue suficiente para contener los enérgicos reclamos de sus trabajadores.