El motorman del tren que protagonizó la Tragedia de Once admitió que fue él quien, voluntariamente, desactivó el sistema de freno denominado “hombre muerto”, que pudo haber evitado el siniestro que costó la vida a 52 personas en febrero de 2012. Pero al mismo tiempo consideró que no fue eso lo que causó el choque.
“Yo soy responsable de haber anulado el dispositivo del hombre muerto, pero eso no me impidió frenar el tren, yo activé los frenos manuales”, explicó Córdoba ante un cuerpo de psicólogos que se pronunciaron sobre su situación emocional, en el marco de un pedido de libertad condicional que presentó su abogada, Valeria Corbacho.
Córdoba admitió que cometió un error al desactivar ese sistema de frenado. Cuando las profesionales le preguntaron por qué lo había hecho, respondió que “es una costumbre”.
“Me enseñaron así… en la práctica”. En realidad, es un vicio frecuente –según su apreciación- pero vicio al fin en la conducción de trenes: “no, no se hace, es una mala costumbre… La mayoría lo hace por momentos para descansar la mano”.
Las defensas de los condenados por el siniestro ferroviario e incluso el abogado querellante Gregorio Dalbón interpretaron que la declaración de Córdoba es un virtual reconocimiento de que el accidente no habría ocurrido si el motorman hubiera actuado adecuadamente.
Pero Paolo Menghini, padre de Lucas Menghini Rey –cuyo cadáver fue el último en ser hallado entre los restos de la formación- advirtió que antes del “hombre muerto” había tres sistemas de frenado que no funcionaron. “Cualquiera de ellos que hubiera funcionado como correspondía y el tren no hubiera chocado”.
Córdoba dijo en esa declaración, que técnicamente no es parte del juicio en el que resultó condenado a tres años y tres meses de prisión, que “al tren se lo frena manualmente en todas las estaciones”.
“Yo usé el freno manual”
Los psicólogos profundizaron sobre las circunstancias del siniestro. Según se desprende del acta, “consultado sobre si ese día había percibido alguna dificultad para frenar la formación en estaciones anteriores respondió que, según recordaba, ‘sentía que le costaba frenar”.
“Se había suspendido un tren anterior y lo asocié a la cantidad de gente, sentía que había mucha gente por la amortiguación. (…) Yo no me alarmé porque estábamos acostumbrados a trabajar así”.
En la causa se discute aún (hay una instancia pendiente en la Corte Suprema de Justicia) si el siniestro se debió exclusivamente a una falla humana o si, como estableció la sentencia, el estado de los trenes, su falta de mantenimiento y las condiciones en que viajaban los usuarios contribuyó e incidió directamente en la tragedia.
“Los frenos de las formaciones no funcionaban todos de igual manera, era el conductor el que a medida que iban pasando las estaciones tenía que calcular el tiempo de frenado”, afirmó Córdoba.
No obstante, reconoció que aquel tren del desastre “logró frenar en todas las estaciones” previas a su llegada a Once.
“No tengo una explicación certera de por qué no logró frenar en la cabecera. Nunca imaginé que algo así podía ocurrir, yo activé el freno como lo venía haciendo”.
Cuando lo interrogaron sobre si “alguna vez denunció estas irregularidades”, Córdoba respondió “que él no había realizado ninguna denuncia formal pero que sí en diversas oportunidades había tomado contacto con los delegados para avisarles de los problemas técnicos”.
“En ocasiones lo podían solucionar, pero a veces no, porque no había repuestos”, resumió.