La industria bélica se relame al tiempo que en Medio Oriente crecen las provocaciones, las amenazas y las fronteras se hacen cada vez más difusas si la excusa es emprender operaciones catalogadas como antiterroristas. Así, este sábado se informó que Israel bombardeó un edificio en Damasco y mató a cuatro oficiales iraníes, entre ellos el comandante de inteligencia de la Fuerza Quds, alistado como asesor del gobierno de Siria. Mientras tanto, Irán y Pakistán anunciaron un acuerdo para desescalar un enfrentamiento entre ambas naciones luego de ataques mutuos a bases de grupos considerados insurgentes del otro lado de los límites comunes y que hicieron temer un conflicto de alto alcance. A todo esto, fuerzas de Estados Unidos y el Reino Unido volvieron a bombardear posiciones de los hutíes en Yemen sin respaldo de las organizaciones internacionales y en represalia por la destrucción de un petrolero en el golfo de Adén.
El Mar Rojo permanece literalmente bloqueado por la ofensiva de las milicias que controlan la mayor parte de Yemen y que se impusieron como objetivo evitar el tráfico de buques hacia Israel como modo de presión para que el gobierno de Benjamin Netanyahu termine con las matanzas en Gaza, que ya provocaron la muerte de unas 24.000 personas, la mayoría de ellas mujeres y niños. Algo que se debate en la Corte Penal de La Haya como genocidio ante un pedido en tal sentido de Sudáfrica. Como frutilla de este dramático postre, el alto representante para la Política Exterior de la Unión Europea, Josep Borrell, acusó a Israel de haber financiado históricamente al movimiento islamista Hamás como estrategia para limar la credibilidad de la Autoridad Nacional Palestina.
Se trata de una declaración de fuerte impacto porque esa certeza siempre fue ninguneada por los distintos gobiernos occidentales, que la imputaron de ser una teoría conspirativa sin ningún asidero. Las palabras de Borrell se inscriben en renovadas presiones tanto de la UE como de la administración de Joe Biden para que Israel encarrille sus políticas regionales hacia la solución de los dos Estados. Algo que a estas horas encuentra el rechazo enconado de Netanyahu, quien afirmó que la conformación de un Estado Palestino “perjudica la seguridad de Israel”. El premier derechista agregó que ese país “debe mantener el control de la seguridad sobre todo el territorio al oeste del río Jordán”.
Israel plantea, además, que se debe alcanzar un acuerdo definitivo en la frontera con El Líbano para que las autoridades libanesas expulsen de esas zonas a las milicias de Hezbollah. Caso contrario, amenaza con intensificar los ataques contra posiciones de ese grupo, que tiene apoyo iraní. La Casa Blanca teme que Netanyahu embarque a Estados Unidos en un conflicto de mayor alcance contra Irán, que estas semanas consolidó una amplia alianza con Rusia. Pero no hace mucho por bajar un cambio. El bombardeo israelí en la capital Siria, a pocos días de haberse cumplido cuatro años del asesinato del general Qasem Soleimani en Irak, resulta otra provocación para el gobierno de la República Islámica de Irán.
El 3 de enero del 2020, Soleimani, un prestigioso estratega que comandaba los Cuerpos de la Guardia Revolucionaria (Quds) fue eliminado por un dron estadounidense mediante una orden de la que oportunamente se jactó el entonces presidente Donald Trump. Ahora, fueron fuerzas israelíes las que atacaron un edificio en el barrio de Mezzeh, en Damasco, en el que murieron cuatro asesores militares iraníes de Quds, entre ellos el general Haj Sadiq, y un civil.
Las recientes operaciones en esas regiones calientes del globo parecen coordinadas en el marco del nuevo reparto del poder mundial. En agosto pasado, en la reunión de los países Brics de Johannesburgo, se acordó una ampliación de los miembros que incluyó a Argentina –como se sabe, rechazada por la gestión Milei- pero también a Arabia Saudita, Irán, Egipto, Emiratos Árabes Unidos y Etiopía. Unas semanas más tarde, en la cumbre del G20 de Nueva Delhi, Biden anunció el Corredor Económico India-Medio Oriente-Europa -un competidor de la Ruta de la Seda que viene implementando China- que va desde el puerto de Mumbai por mar hasta Dubai, de allí por tierra a Haifa, y mediante otro cruce marítimo, al Pireo, en Grecia.
Geopolíticamente, ese corredor evitaría el mar Rojo y el canal de Suez, en Egipto. Los Brics, como se los conoce ahora, con diez integrantes desde el 1 de enero, tienen el control del estrecho de Ormuz y de Bab el Mandeb y, además, son productores de más del 70% del petróleo mundial. Es cierto que esa ruta occidental pasaría por dos países Brics –India y Arabia Saudita- pero se trata de un proyecto aún en pañales y que dependerá en gran medida de las elecciones de noviembre de este año en Estados Unidos. Hay que ver qué ocurriría si Trump vuelve al poder. En todo caso, Estados Unidos y su consanguíneo Reino Unido –por ahora único aliado en este lío- tienen mucho trabajo con los hutíes, un hueso bien difícil de roer. Por las dudas, preparan con la Otán los mayores ejércitos militares en Europa, llamados Steadfast Defender 24, con 90.000 soldados desplegados hasta las narices de la frontera rusa.
Rusia-Francia: riña por mercenarios
Con el telón de fondo de la guerra en Gaza y la operación angloestadounidense contra los hutíes en Yemen, la situación en Ucrania pasó a un segundo plano que preocupa al gobierno de Volodimir Zelenski, que no encuentra ya las faltriqueras abiertas para seguir quemando armamento en esas regiones. Joe Biden se topa en Washington con la oposición legislativa a un nuevo paquete de 60 mil millones de dólares, básicamente porque en tiempos electorales, propios y ajenos cuentan “cuánto garpa” cualquier decisión política. Y esa guerra ya no tiene sex appeal para el votante medio de EEUU.
En el campo de batalla, ese es otro dato, Kiev no puede mostrar ningún éxito, los rusos se consolidan en el sureste del país y hay quienes apuestan a cuánto durará Zelenski en el poder sin apoyo externo, por ahora limitado solo a la UE, y también a cuentagotas. Cada vez más medios occidentales del ramo de los “serios y respetables”, o sea del establishment, como Washington Post, New York Times y The Guardian, le cuentan las horas al excomediante.
Esta semana, en tanto, hubo un incidente relacionado con mercenarios franceses que murieron en un ataque ruso a un centro de reclutamiento en Járkov. La oficina del canciller Sergei Lavrov llamó al embajador galo en Moscú para pedir explicaciones. Desde París patearon la pelota afuera y anunciaron el envío de misiles de largo alcance a Ucrania. Como es de rigor, el Elíseo negó tener mercenarios galos en ese campo de batalla, dijo que «no hacen como otros», en referencia al grupo Wagner, y deslizó que nada pueden hacer contra ciudadanos que deciden ir a pelear como particulares.