Un hospital que parece una ciudad de 22 hectáreas en El Palomar, partido de Morón: 72 mil metros cuadrados de superficie cubierta, siete pisos, cuatro pabellones, sectores y bloques que van de la A a la H. Es más que eso. Es un emblema de la salud pública nacional.

Con origen en el segundo gobierno de Perón, el Hospital Nacional Profesor Alejandro Posadas recibe a pacientes desde hace más de 50 años. Su área de influencia abarca a 6 millones de personas que viven, en la mayoría de los casos, en el enorme oeste del Gran Buenos Aires. Por año recibe a más de 800 mil pacientes.

De lejos, en contraste con el parque verde que lo rodea, parece un gigante dormido. Pero de cerca la escena se tiñe de un copioso movimiento, la urgencia, los profesionales de la salud que vienen y van. Es también un gigante herido que lucha contra un nuevo embate de la derecha, con el ajuste brutal de la gestión de Javier Milei. Ya contabilizan 104 despidos, contratos precarios y trimestrales, salarios de hambre, la sombra de una historia que el Posadas ya vivió con la última dictadura, el menemato y el macrismo, que llegó a militarizarlo para defender el ajuste.

El gobierno, en lugar de instar al diálogo y el acercamiento, opta (como ya hizo con otras causas sociales como la falta de entrega de alimentos o la crisis universitaria) por redoblar los ataques: en las últimas horas, el ministro de Salud, Mario Russo, sostuvo que el Posadas «es una cueva de militantes». Y abogó porque la Nación se desentienda de los hospitales nacionales (como también lo es el Garrahan) para que pasen a órbitas provinciales. Y que el Ministerio se aboque solo a ser «un órgano rector».

Posadas y el lujo de echar trabajadores

Es jueves 4 de julio y en el hall principal del Posadas acaba de suceder una asamblea multitudinaria: el lunes quedaron sin trabajo 88 profesionales de la salud, en la «primera ola» habían sido 16. En el Estado no hablan de despidos sino de “no renovación de los contratos” pero es una historia que los trabajadores conocen de sobra: durante el macrismo fueron 1500, aunque lograron revertirlo.

“Están devastando el hospital, lo quieren cerrar y privatizarlo, está claro porque lo dice el mismo presidente que no quiere nada público en pie”, denuncia Aurora Ríos, licenciada en Enfermería. Trabaja en el Posadas desde 1976, fue directora de la Escuela de Enfermería y vivió todos los intentos de desmantelarlo.

Sostiene que la lucha colectiva es la única salida: “se dieron el lujo de echar a gente con mucho prestigio y de muchos años de trabajo”. Enfermería es una de las áreas afectadas. Aunque hay otra intención oficial: “le pegaron con todo a la comisión directiva del gremio CICOP, han despedido a más de 20”. Pudiendo elegir el sector privado, hace más de 40 años que permanece en su puesto. “Tenemos mucho amor por el hospital, hay una demanda terrible y nadie puede sostener las obras sociales, todos vienen acá”, señala.

La crisis llegó a la Cámara de Diputados, donde este jueves se realizará una audiencia pública para tratar la situación de emergencia del Posadas.

Foto: @CTAAutonoma

Pediatría diezmada

La gente aguarda ser atendida en el hall central. Aunque es día de paro algunas enfermeras acompañan a pacientes en sillas de ruedas y los administrativos responden las dudas de familiares. Daiana Galante llega desde el cuatro piso. Es jefa de residentes de Pediatría y asegura que “los despidos fueron de gente que no sobra en el hospital, que es necesaria. Se termina recargando el trabajo de todos los médicos y enfermeros que quedan, pero también de los residentes”. Denuncia que Pediatría fue otra área cercenada por el ajuste: “no le renovaron a todas las enfermeras de la guardia de la terapia intensiva de Pediatría, aún cuando estamos en plena epidemia de virus respiratorios y tenemos colapsadas la guardia y la terapia”.

Galante eligió el Posadas como lugar de prácticas en 2015. Desde 2019 es residente. Dice que los profesionales van ahí para hacer carrera, que es una referencia por la complejidad de especialidades que aborda, que quieren tener la suerte de trabajar en ese hospital y aprender de colegas de gran trayectoria y prestigio internacional. “Les interesa la formación y trabajar en el sistema público, todas estas medidas (de despidos) no hacen más que desalentar”, grafica. El Posadas es el único hospital que tiene guardia pediátrica de endoscopía digestiva y respiratoria: “incluso el Garrahan no tiene, por ejemplo si un nene se traga una pila o algo peligroso tiene que venir acá, tenga o no una obra social porque no existe otro lugar”.

Resistencia

Edith González habla desde el hall central pero su mirada se va hacia la plazoleta de enfrente. Es su lugar preferido, donde solía hacer una ronda cada miércoles con sus compañeros de la comisión de vecinos y pacientes del hospital, en la lucha ante los despidos del macrismo. También se enlazó con los caminos de la memoria: en el Posadas hubo un centro clandestino de detención, El Chalet. La principal referenta de la comisión fue la Madre de Plaza de Mayo Nora Cortiñas, fallecida recientemente, quien también era paciente del centro de salud.

“El hospital no es solo de los trabajadores, sino también de la comunidad ¿Qué es un hospital sin pacientes? ¿Qué es un hospital sin trabajadores?”, se pregunta. Desde quien ocupa el puesto de limpieza hasta el jefe de servicio todos colaboran poniendo en marcha un engranaje colosal que necesita de personas e inversión, a contramano del actual accionar oficial.

Un informe de ejecución presupuestaria de la administración pública nacional durante el 1° semestre apunta que se redujo un 30% el gasto público respecto al mismo período del año pasado. Y ese fuerte ajuste recayó en sectores sociales. Tanto las partidas de hospitales nacionales como las del Instituto Nacional del Cáncer tuvieron un 13% de ajuste. Ni siquiera se salvó la Agencia Nacional de Discapacidad con -15 por ciento. “Se trata de una lucha más abarcativa por la defensa de la salud pública, los derechos esenciales que nos están queriendo quitar, quieren desguazar el país”, acota Edith.

Foto: Mariano Martino

Un cartel cerca suyo reza: «salud pública, gratuita y de calidad”. Otro. «no a los despidos, acá no sobra nadie». A Rosita Morales, que trabajaba en servicios generales del Posadas, la jubilaron de manera compulsiva en 2018. Había ingresado en el 2000 y aún guarda recuerdos del intento de desarme del hospital en ese entonces, no cobrar y recibir el aguinaldo de diciembre en marzo. Ahora, acompaña las medidas de fuerza como jubilada: “el 85 o 90% de los trabajadores está precarizado, en el aire, incluso los que quedaron no han firmado el contrato todavía. Queremos que se haga una causa nacional”.

El pase a planta permanente de los trabajadores es un reclamo histórico: la precarización permitió la justificación de que no son despidos sino «no renovación»: “antes el contrato se renovaba anualmente, eso quiere decir que no tienen antigüedad (en sus recibos), ahora es trimestral, eso permite que cuando viene este tipo de gobiernos, te dejan en la calle de un día para el otro.

Foto: Mariano Martino
Estado de Emergencia y sueldos por el piso

La jefa de residentes de Pediatría del Posadas, Daiana Galante, expresó que el reclamo por la emergencia salarial de los residentes no se limita a ese centro de salud: “es nacional, por eso realizamos un paro en los hospitales del país porque los sueldos están atrasados respecto a otras residencias”. Cabe resaltar que mientras en los hospitales nacionales un residente 1 cobra $ 700 mil por dedicación exclusiva, en CABA o provincia tiene un ingreso de $ 900 mil: “A la hora de ingresar, los nuevos tienen en cuenta el sueldo, y lo que se hace es desalentar que la gente quiera hacer residencias en los hospitales nacionales porque la diferencia de sueldos muy alta”.

Sin la única bióloga molecular

Entre los despidos masivos del gobierno en el Posadas sobresale uno, por su singularidad: echaron a la única bióloga molecular.
Su especialidad permite el estudio, detección y seguimiento de pacientes con leucemia y linfoma. La trabajadora había ingresado en 2013 y desde entonces tenía contratos anuales, es decir, no formaba parte de la planta permanente del Estado. Según trascendió, su jefa se había jubilado en 2021 y su coequiper había renunciado durante 2023, por lo que era quien sostenía el área. Ahora, el futuro de un servicio clave quedó en el aire.
Su trabajo consistía tanto en confirmar un diagnóstico como en hacer seguimiento de pacientes en tratamiento. Cabe resaltar que el Posadas es un centro de referencia nacional en hemato-oncología adolescente. Sin embargo, la especialista fue cesada en sus funciones, de manera virtual, por medio del sistema documental electrónico del Estado. Si bien las autoridades circularon versiones de que los despedidos incumplieron sus funciones, la bióloga molecular declaró que jamás había faltado a su labor y que aún así, en el mes de marzo le habían descontado 40 horas de trabajo.

Un centro de salud emblemático apuntado por la derecha

Tal vez para entender el por qué del ataque sistemático de los gobiernos de derecha desde la última dictadura en adelante haya que ir a los orígenes ligados al justicialismo. El Posadas nació como un proyecto de la Fundación Eva Perón y del primer ministro de Salud, Ramón Carrillo, durante la segunda presidencia de Perón. Tenía la impronta de ser un hospital ciudad con una mirada integradora, con balcones y espacios al aire libre para tratar enfermedades como la tuberculosis. El proyecto fue truncado por el golpe de la llamada Revolución «Libertadora» de 1955. Pero siguió luego con el siguiente gobierno. En sus inicios, en 1958, el edificio albergó a las sedes de los Institutos Nacionales de la Salud hasta que otra dictadura, la «Revolución Argentina» de 1966, decidió convertirlo en un hospital general. En 1972, ya contaba con mil camas.
Como hitos en su historia se cuenta el “levantamiento” de sus trabajadores en 1973, durante la presidencia de Héctor Cámpora, lo que lo puso en la mira de la dictadura militar de 1976. Así el 28 de marzo de aquel año, se produjo la ocupación militar del hospital a cargo del General Bignone que, con ropa de fajina y armas en la cintura, asaltó el edificio junto a las tropas del Ejército. Durante poco más de un año, la dictadura instaló un centro clandestino de detención a 150 metros de las puertas traseras del edificio, en un chalet español a dos aguas que estaba destinado a ser la casa del director asistente. “El Chalet”, en la actualidad, es un sitio de memoria y su historia fue reconstruida gracias al testimonio de sobrevivientes y trabajadores del hospital.