Hay un hilo que une al Senegal, ese país de África occidental, ex colonia francesa que toma su nombre del río que lo atraviesa, con la Argentina: el poeta haitiano Jean Brierre.
Brierre fue un poeta nacido en Jeremie, Haití, tras la invasión estadounidense y que se crió en el odio al imperialismo. Se sumó al movimiento de la negritud, un colectivo de poetas de inspiración marxista que hacía hincapié en el orgullo negro y las raíces africanas, cuyos mayores referentes eran el cubano Nicolás Guillén y el caribeño de Martinica y figura clave de la revolución argelina Franz Fannon.
Brierre integró este movimiento en París junto al poeta africano Leopold Sedar Senghor.
En 1954 llegó a la Argentina como embajador de su país y en 1956, tras el alzamiento de militares peronistas, salvó al General Raúl Tanco, uno de los jefes de aquella sublevación, al gremialista Efraín García y a 5 suboficiales de ser fusilados por el odio gorila. También a Picha y Canela, los caniches de Perón.
Brierre fue decisivo y solo su coraje y dignidad logró salvarle la vida a aquellos peronistas de la resistencia.
La dictadura de Aramburu y Rojas lo declaró «persona no grata» y el periódico socialista La Vanguardia lo trató de «mono» y lanzó epítetos racistas contra él y su esposa.
Vuelto a Haití, al poco tiempo la dictadura de Papa Doc Duvalier, que se había hecho con el poder, lo encarceló y luego partió al exilio recalando en Senegal, que había logrado su independencia de la mano de su amigo Senghor.
Brierre ocupó allí el cargo de ministro de Cultura y fue tan importante su tarea que el premio mayor de letras senegalés lleva su nombre.
Entrevistado por Rodolfo Walsh en los 60, Brierre dijo que «como descendiente de esclavos no puedo ser otra cosa que peronista».
Hoy los hijos de aquel país que parieron a Senghor, Brierre y otros patriotas africanos emigran buscando una mejor vida, pero los hijos de aquella dictadura que fusiló a Juan José Valle y quiso fusilar a Tanco los apalean en las calles y les quitan sus pocas pertenencias.
Ayer a la noche un grupo de manteros senegaleses fue apaleado y detenido por los esbirros de este gobierno gorila.
Pero afuera, luchando por su libertad estaban ellos, los peronistas, los hijos de aquellos que alguna vez Brierre salvó.
Siempre hay un hilo invisible escribiendo la historia de los pueblos, uniendo siempre a los condenados de la tierra. A los que luchan por su liberación. Siempre.