Joaquín Zuñiga comparte una foto de su presente en Leandro N. Alem, un equipo histórico del Ascenso que en la actualidad participa en la Primera C. En medio del azul y amarillo predominante de una camiseta inspirada en Boca -pero también con detalles verdes y amarillos, justo los colores de Defensa y Justicia, su club del corazón-, en el pantalón sobresale el 17. “En todos los lugares que voy, también en el club, siempre aparece el 17. No sé, es numerología. Esto pasó el 17”, dice Joaquín, en referencia al asesinato de su amigo, el también futbolista Lucas González, que tenía 17 años y fue acribillado por policías de la Ciudad de Buenos Aires el 17 de noviembre de 2021 cuando salía, junto a otros dos amigos, de un entrenamiento en las inferiores de Barracas Central.

Esta semana, el martes, la Justicia confirmó la condena a prisión perpetua de los tres efectivos que cometieron el crimen, Gabriel Isassi, Fabián López y Juan José Nieva. La Cámara Nacional de Casación ratificó la sentencia de junio de 2023: que se trató de un homicidio quíntuplemente agravado por uso de arma de fuego, alevosía, odio racial, premeditación y abuso como miembros de una fuerza de seguridad. Los jueces también avalaron las penas de entre cuatro y seis años de prisión cuatro comisarios y subcomisarios –por falsificación de pruebas e intervención en la escena del crimen-, aunque absolvieron por “cuadro de duda” a otros dos condenados en primera instancia, acusados de torturas al propio Zuñiga, a quien le gritaron «negro de mierda y villero por ser de Varela».

“Estamos muy contentos con el fallo. Me puse a llorar y no podía parar de hacerlo. Marca un precedente y deja en claro que nuestro barrio y nuestra ropa no es un delito. Nuestro color de piel, tampoco. Así que muy felices con eso. Solamente discrepo en la libertad de (Sebastián) Baidón, que es la persona que me maltrató y hoy goza de su libertad. Al menos espero que estos años allá adentro le hayan servido para saber cómo se trata a las personas”, dice Joaquín.

El fútbol después del asesinato de Lucas: cómo intentar seguir una carrera a pesar del horror

Lucas González fue asesinado a pocas cuadras del estadio de Barracas Central. Ocupaba el asiento del acompañante en el auto conducido por Julián Salas. En los asientos de atrás viajaban Zuñiga y Niven Huanca Garnica, siempre de 17 años. Aunque no todos se conocían, compartían un sueño: llegar a ser futbolistas de Primera. Lucas era amigo de Salas (desde el jardín de infantes) y de Zuñiga (se habían conocido en el fútbol, en las inferiores de Racing); los tres, además, eran vecinos de Florencio Varela. Lucas, el único que ya jugaba en las inferiores de Barracas, les había contado a Zuñiga y Salas que el club probaba a jóvenes para el año siguiente. Esa mañana, sus dos amigos habían pasado la prueba: Barracas los quería para 2022. Era una felicidad suprema para los tres, que emprendieron el regreso a sus casas, en el sur del conurbano, y como favor dejarían en Avellaneda a Huanca, amigo de Zuñiga y que primera vez veía a González. Hasta que un auto los encerró. Julián aceleró porque pensó que los iban a robar pero se trataba de policías de civil, sin identificación, que empezaron a dispararles. A Lucas lo alcanzaron dos balas.

El objetivo inicial de los otros tres chicos del auto -pero acaso aun más, en especial, de sus dos amigos personales, Joaquín y Julián-, consistió en pedir Justicia por Lucas. El fallo del martes fue un primer y festejado paso: no redime el dolor –mucho menos la vida de Lucas–, aunque ayuda a mitigarlo. Pero mientras tanto, en simultáneo, los jóvenes lógicamente intentaron continuar su carrera de futbolista, un objetivo ya de por sí muy difícil, casi imposible –sólo llega a Primera un porcentaje mínimo–, y en este caso con una complicación extra: los traumas emocionales y psicológicos de una experiencia atroz. Atrapar su sueño por ellos y sus familias, pero también por Lucas.

Ya en febrero de este año, Joaquín Zuñiga consiguió el sueño que perseguía desde que empezó a jugar al fútbol, a sus siete años: firmó, en Alem, su primer contrato profesional. Como todos los días, pero aún más, se acordó de su amigo. “El día que estuve sentado para firmar contrato fue decir ‘Él debe estar seguro de que lo hicimos juntos, por fin’. Me lloré la vida. Lucas siempre va a ser por la persona por la que yo luche y me siga proponiendo objetivos. Hoy por hoy, lucho por mi profesión, que es algo que él quería. Él debe estar orgulloso y yo estoy orgulloso de ser su amigo. Aprendí a recordarlo muy bien”, le dice a Tiempo Joaquín, que desde aquel fatídico noviembre de 2021 pasó por las inferiores de Barracas Central, Argentino de Quilmes y Camioneros -también un breve paso por Chile- y siempre juega con una canillera ilustrada con la imagen de Lucas.

En memoria de Lucas

El otro chico que estaba en el asiento trasero del auto, Niven Huanca, volvió a su país, Bolivia. Desde Sucre, vía Instagram, esta semana siguió y festejó la ratificación de la condena a los policías. “Están pagando por lo que hicieron y van a estar presos el resto de sus vidas. Lucas tenía toda la vida por delante”, le dice a Tiempo quien el 21 de diciembre de 2024 ya había cumplido otro sueño conjunto, por él y por Lucas: debutó en la Primera División de Bolivia. Fue en los minutos finales del partido que su equipo, Independiente Petrolero, perdió 3-2 ante un grande de su país, Jorge Wilstermann, por la 30ª y última fecha de la temporada pasada.

El fútbol después del asesinato de Lucas: cómo intentar seguir una carrera a pesar del horror

“Después de todo lo que pasó, fue difícil para los tres. Yo quise volver a Bolivia y mi padre me trajo. Quedé en un club de Primera (Independiente Petrolero) pero, después de ese día, el primer año me costó todo. Que un auto se te quede adelante o que alguien te toque bocina, a mí ya me daba miedo. Pero lo que pasó con Lucas también te motiva a no seguir bajando los brazos. Gracias a Dios, a fines del año pasado debuté en la Liga Profesional de Bolivia y actualmente sigo. Recuerdo a Lucas cuando nos vamos de viaje y concentramos. Es recordarlo a él, por qué estoy haciendo esto, por qué sigo. Pude haber dejado, tranquilamente. No es fácil seguir. Pero recuerdo y digo ‘tengo que seguir, no hay otra, seguir seguir’”, agrega Niven Huanca.

Por ahora, aunque pertenece y se entrena con el plantel profesional, Joaquín Zuñiga juega en la Reserva de Alem, a la expectativa de debutar en Primera. “Es un club que me dio la posiiblidad de luchar y disfruto el día a día con un gran grupo y un gran cuerpo técnico, como una familia. Este año trataré de cumplir mi objetivo, que es debutar, pero estoy contento por los avances. Voy sumando minutos en Reserva y ganando confianza, que es lo que me faltaba. Me costó mucho después de todo lo que pasó. Dejé de jugar tres veces, perdí mucho nivel y tuve ataques de pánico, pero firmé en Alem y de a poquito estamos volviendo al nivel. Muchos de mis compañeros recién esta semana supieron que yo viajaba en el auto con Lucas y me trataron muy bien”.

Salas, en tanto, que en 2023 compartió plantel con Zuñiga en las inferiores de Argentino de Quilmes, ya dejó de jugar. Al embudo cada vez más pequeño entre quienes empiezan a jugar y quienes llegan a Primera se le sumó una experiencia indeciblemente traumática. Según le contó a Página 12 en 2023, tras el asesinato de Lucas –y de salvar su vida por centímetros, como Joaquín y Niven– pensó en dejar de manejar y de jugar al fútbol. “Desconfiás hasta de la misma gente que te tiene que cuidar. De chico yo saludaba a los policías, ahora siento decepción, porque si hubieran trabajado bien nada de esto habría pasado y Lucas estaría acá con nosotros”, dijo sobre su desconfianza y miedo a salir a la calle.

En todo caso, con más o menos continuidad pero con la misma decisión de jugar en su recuerdo, entre ellos tres -en los últimos partidos de Salas en Argentino de Quilmes, en la experiencia de Zuñiga en el profesionalismo de Alem y en la Primera División de Bolivia con Huanca-, Lucas siguió presente en los campos de juego. A la Justicia de este semana se le suma esa justicia poética, de la memoria. «