«Si no para de llover a las cinco, se juega a las siete. Si no para a las siete, se juega a las nueve. Si no para a las nueve, se juega a las once. Y así. Ya lo confirmó la Conmebol». En la esquina de Irala y Pinzón, un hincha monologa cubierto bajo el balcón de una casa. Eso es lo que llega: que el partido se va a reprogramar a un par de horas. Alrededor, hay casi una decena de hinchas. En cada esquina crean uno, dos, tres Vietnam bosteros. Faltan dos horas y media para el Boca-River que abre la final de la Copa Libertadores en La Bombonera. Pero diluvia, la lluvia no cesa, y muchas calles de acceso están inundadas, además del césped. Algunos de los hinchas que entran a la cancha se trepan por rejas, porque a los pies hay una prolongación del Riachuelo. Otros prefieren esperar lo obvio refugiados en los bares de La Boca. También hay movimientos de carnet: los que iban a venir no llegan y hay que entrar. Hasta que a las 15:28 sale un nuevo tuit-comunicado en la cuenta de Twitter de la Conmebol, después de errarle a la fecha en otro: «Por motivos de fuerza mayor el partido queda suspendido para mañana, domingo 11 de noviembre a las 16:00».
Adentro, en las populares, todavía no se enteran. Las puertas de La Bombonera habían abierto a las 13. La incertidumbre por saber si se juega se corta con el anuncio de la voz del estadio. «¡Angelici botón, Angelici botón, sos un hijo de puta, la puta madre que te parió!”, cantan los hinchas empapados. Los futbolistas de Boca se habían subido y bajado del micro. Los de River se cambiaban en el vestuario para salir a entrenar en el Monumental. Poco más de una hora después de la decisión tardía de la Conmebol, Daniel Angelici confirma que se reunirá con Claudio Tapia, presidente de la AFA; Rodolfo D’Onofrio, de River, y Alejandro Domínguez, de la Conmebol, porque no es tan así que la ida de la final de la Libertadores se va a jugar este domingo a las 16. «Si no llueve intensamente, el campo drenará –dice Angelici–. El tema son los chaparrones con mucha agua en poco tiempo. Le tenemos que avisar con tiempo a la gente si se jugará o no, cuidar la integridad de la gente. Yo no voy a abrir la cancha si no está la garantía de que se juega el partido.» Con o sin reunión, lo concreto es que decidirá una vez más la Conmebol.
Sucede que el Servicio Meteorológico Nacional entrega partes similares a los de ayer: más tormentas y más agua para esta tarde en la Ciudad de Buenos Aires. En Boca quieren que el partido se juegue cuanto antes. En River no ven con malos ojos que se estire para recuperar a los lesionados Leonardo Ponzio e Ignacio Scocco. La promesa de Angelici es que ellos, los clubes, no permitirán otro desatino de la Conmebol: que a primera hora se sabrá si se juega -o no- en La Bombonera. Porque no faltaron los meteorólogos por un día. «Al mediodía las lluvias disminuirán –informó por la mañana Fred Nantes, director de Competiciones de la Conmebol–. Y el drenaje del campo está funcionando perfectamente. El partido está confirmado, todo sigue en pie. Hacemos inspecciones a cada rato». Fernando Jáuregui, intendente de La Bombonera, había pronosticado lo suyo: «Hemos tenidos dos chaparrones importantes a las siete y a las nueve de la mañana. Pero el campo drenó y el partido no se suspende para nada. Lo único es que el campo va a estar pesado, pero en condiciones».
Otra de las posibilidades en caso de que no se juegue este domingo por la tarde el Superclásico es que se pase directamente al sábado que viene (porque hasta el escenario más disparatado parece posible en la Conmebol, que decidió que la final se jugase un sábado por primera vez en la historia). Lo que la prensa presentó como «la final del mundo», exagerando, fue, de a ratos, el final del mundo. Ni siquiera las nubes que al mediodía se corrían hacia el oeste imposibilitaron la cancelación de la final que tal vez no se juegue hoy porque la Conmebol, Boca, River o el clima pueden disponer lo contrario. «Ni una buena siesta me puedo echar», se lamentaba otro hincha en La Boca, en la puerta de la cervecería Margall en la esquina de avenida Patricios y Pi y Margall, protegido de los relámpagos, mientras veía cómo ese conducto hacia La Bombonera se cargaba de agua. La final de la Copa Libertadores entre Boca y River empezó con un capítulo suspendido.