La eliminación del cepo cambiario anunciada por el presidente Javier Milei se presentó como un acto de «liberación económica», pero en realidad esconde una nueva transferencia de recursos desde los trabajadores y sectores populares hacia los grandes exportadores.

Mientras los sojeros celebran una devaluación que engrosa sus ganancias, el pueblo argentino sufre la contracara: la licuación de salarios, jubilaciones y ahorros, el encarecimiento del costo de vida y un golpe brutal a la economía doméstica.

Una vez más, el modelo elegido prioriza a los sectores concentrados y posterga a las grandes mayorías. El daño no es sólo económico: es también social y cultural, porque desarticula el tejido productivo, incrementa la desigualdad y erosiona la esperanza colectiva.

Argentina no necesita más ajustes para los de abajo y privilegios para unos pocos. Necesita políticas que fortalezcan el trabajo, el mercado interno, la industria nacional y el desarrollo con inclusión. La fiesta de unos pocos es la tristeza de millones. Y esa brecha es insostenible para cualquier proyecto de país.