Cuando la jueza Rosa Weber, del Superior Tribunal Federal, pronunció su voto, rechazando el hábeas corpus presentado por la defensa de Lula, que le impedía transitar el juicio en libertad, se consumaba el golpe de Estado en Brasil. Y se hería de muerte a la democracia.
Lula irá a la cárcel por un juicio sin pruebas, sin documentos, sin grabaciones, sin fotos, con un solo testigo, Leo Pinheiro, que había sido condenado por corrupto y al que una delación premiada basada en su palabra y nada más consigue reducir su pena. Al dirigente petista se lo acusa por la remodelación de un departamento que nunca habitó, ni siquiera pasó en él una noche, que nunca estuvo a su nombre, ni de un familiar, ni de un testaferro.
El proceso golpista comenzó con la destitución de Dilma Rousseff, y continuó con la aplicación de un ajuste brutal, donde se realizó una reforma constitucional para congelar el gasto público por 20 años, se votó una reforma laboral que hacia retroceder los derechos de los trabajadores a épocas anteriores a Getulio Vargas. Se militarizó Río de Janeiro y se nombró como Ministro de Defensa a un militar, hecho que no ocurría desde la dictadura, para tener preparado al aparato represivo y sofocar cualquier respuesta popular . Ese golpe se terminó de consumar en el momento del voto de la jueza Rosa Weber.
¿Se puede decir que en Brasil hay democracia hoy? ¿En un país donde se destituye a la presidenta y se le impide al candidato con más respaldo popular ir a elecciones, que, nadie duda ganaría, y se lo manda a la cárcel? Y no hablamos de la acepción más compleja de la democracia, la participativa, la de representación en los cargos electivos por sector social, la asamblearia, la de la consulta popular vinculante, la del presupuesto participativo y de obligatorio cumplimiento. No. Hablamos de la interpretación más básica. Cada dos años ir con el documento de identidad y votar. Y luego, al que gane se le permita gobernar. Eso, tan elemental, es lo que se le está impidiendo al pueblo de Brasil.
El enemigo aprendió. Tal vez superar la edad de la inocencia sea decir las cosas por su nombre. El enemigo, es decir los EE UU y las élites económicas de nuestros países que siempre se asocian al imperio en desmedro de nuestro pueblo. Aprendió cuando le dijimos No al Alca, e inmediatamente comenzó con su plan de contraofensiva. Hostigar la integración alcanzada, impulsar nuevos candidatos de una derecha modernizada encarnada en empresarios, y el lawfare, la guerra jurídica. Lo de Brasil es el lawfare en su máxima eficiencia.
El movimiento popular deberá aprender cómo enfrentar esta nueva etapa. Abandonar cierta postura crédula en el sistema y en la democracia burguesa. Comprender que quienes hicieron desaparecer 30 mil compañeros en nuestro país siempre estarán dispuestos a cualquier cosa. Habrá que utilizar nuevas herramientas para oponerse a lo que teorizó e implementó el enemigo. Está claro que confiar en la justicia y esperar las elecciones para poder competir, ganar y luego gobernar a favor del pueblo no basta, no alcanza, no es viable en esta etapa con una derecha decidida a todo para preservar sus privilegios.
Y cuando volvamos a gobernar habrá que aprovechar al máximo la correlación de fuerzas para desmantelar el poder de los grupos económicos, de las usinas mediáticas, de la parte de la justicia que distorsiona y viola la ley, y realizar los cambios que permitan acciones transformadoras, haciendo lo que haya que hacer para que esas transformaciones populares sean irreversibles. «
* Diputado del Parlasur