Los seis estudiantes argentinos que clasificaron para las exigentes Olimpíadas Internacionales de Matemáticas estuvieron a punto de perderse el certamen porque, por primera vez en décadas, el Estado no financió su viaje. Pero pusieron en marcha una colecta y lograron reunir los fondos para llegar a Bath, Inglaterra. En las últimas horas terminó el encuentro: Argentina obtuvo una medalla de plata, tres de bronce y una mención de honor.

La medalla de plata fue para Felipe Klir, del Instituto Libre de Segunda Enseñanza (ILSE), de la Ciudad de Buenos Aires. Las de bronce, para Matías Álvarez Oviedo (del Instituto Politécnico Superior General San Martín de Rosario, Santa Fe); Emiliano Sosa, de la Unidad Académica Dante Alighieri de Campana, Buenos Aires; Ignacio Javier Naguil, del Colegio Nuestra Señora de Fátima de Río Gallegos, Santa Cruz y Uriel Isaac Digestani, de la Escuela Técnica ORT de CABA. La mención de honor la recibió Lola Muriel Ruffolo, del Instituto Politécnico porteño.

Compitieron entre 609 alumnos, de 108 países. Klir ya había obtenido una presea de plata en la edición anterior del certamen, realizada en Japón. Para él y para Digestani fue la tercera experiencia internacional. Para Naguil, la segunda. Sosa, Álvarez, Oviedo y Ruffolo llegaron por primera vez.

Los seis jóvenes habían sido noticia un mes atrás, cuando desde el espacio Olimpíada Matemática Argentina salieron a pedir ayuda. Ese espacio difundió que, por primera vez, el Senado no estaba aportando los fondos para garantizar el viaje del equipo seleccionado, tras rigurosas pruebas, para llegar a la instancia internacional.

“No hay plata”: también para las Matemáticas

La Cámara Alta financiaba la participación argentina en este certamen científico a través de las resoluciones DR 405/89 y la complementaria DR682/99, que mediante el otorgamiento de un “Premio a las Ciencias Matemáticas” permitían, desde 1989, el viaje de estudiantes locales a la competencia internacional.
Este año, a medida que se acercaba el encuentro en Inglaterra, los coordinadores nacionales comenzaron a intentar gestionar los recursos, sin éxito.

Le escribieron a la titular del Senado, la vicepresidenta Victoria Villarruel: “Nos contestó por nota, muy amable, que no hay plata. No sé si conoce de qué se trata esto”, contó en su momento Patricia Fauring, responsable del equipo argentino, profesora consulta del CBC de la UBA y ganadora del premio internacional Paul Erdős por su desempeño en el entrenamiento de estudiantes argentinos para este certamen.

Ante la negativa, desde Olimpíada Matemática Argentina se abrió una colecta que logró gran difusión. Gracias a los aportes que llegaron por esa vía, el equipo de seis estudiantes y dos adultos docentes pudo viajar a Bath, donde la competencia comenzó el 11 de julio.

“Útil a la comunidad”

“El objetivo de la olimpíada, aparte de impulsar la matemática, es detectar a los chicos con habilidades. Porque la historia de la humanidad prueba que la gente así puede ser útil a la comunidad”, decía por entonces Fauring a Tiempo. “Por eso hacemos una olimpíada lo más grande posible, que cuesta. Dura todo el año, en muchos niveles desde quinto grado. Ya saben desde los 10 años en su primera olimpiada que cuando estén terminando la secundaria tienen esta posibilidad de compararse también con chicos de otros países. Se genera como una comunidad y es como un juego, pero además es el desarrollo de talentos matemáticos”, remarcaba la especialista sobre la importancia de estos certámenes para el país, aunque el Gobierno haya mirado para otro lado.

Sobre las Olimpíadas Internacionales de Matemáticas, decía: “Es la más importante del planeta. Es una competencia súper prestigiosa y tiene una historia gloriosa porque muchos de los medallistas Fields –considerado como un Premio Nobel de las Matemáticas- son chicos que antes ganaron en estas olimpíadas”.

El no aporte del Estado en la participación argentina en este certamen se da en un marco de ajuste y desfinanciamiento a la ciencia a niveles inéditos.