Me gusta la serie El encargado, ¿eso me transforma en libertaria? La temporada 1 y 2 las disfruté, la 3 me costó, aunque esperaba cada viernes para ver el siguiente capítulo. Según el periodista Pablo Sirvén, en su columna del diario La Nación, cuanto más premios y reconocimiento ha ganado la serie “más insólita ofuscación aqueja a buena parte de la fauna artística, cultural y de la crítica especializada que se autoperciben bienpensantes y, como tales, con derecho a imponer su sesgo ideológico unilateral a los demás”. Aclaro que no estoy ofuscada, ni me autopercibo bienpensante, ni con el derecho de imponer nada. Pero sí con ganas de plasmar algunas reflexiones porque me gustó El encargado y también me pareció una oda -entre sutil y explícita- a estos tiempos en que la crueldad y la apatía conforman el clima de época de una sociedad en la que todes, o la gran mayoría, estamos perdiendo en derechos y tenemos el salario devaluado.

¿Me puede gustar la serie y puedo no apoyar las ideas del gobierno actual? Cito a Sirvén porque sus libros sobre la televisión y sus columnas en la revista Noticias en la década de los ‘90 han acompañado gran parte de mi trayectoria profesional, he citado a sus libros, he podido reconstruir datos históricos y es una de las personas que por más años en la Argentina se ha ocupado de analizar a la televisión. Ese objeto que todes miramos, algunxs criticamos y otrxs negamos. Pero volviendo a la pregunta, sobre gustos hay mucho escrito. No me quiero detener en ello, en qué hacemos con nuestro tiempo libre, en cómo nuestro capital social, educativo y cultural son la puerta de entrada para resignificar nuestros consumos.

Mucho se ha escrito sobre El encargado: que ha sido una de las series más vistas en la Argentina, que ha cosechado premios y nominaciones, que las declaraciones de los directores Mariano Cohn y Gastón Duprat y las de Francella están bien, que esas declaraciones están mal, que las excelentes actuaciones nos dejan con ganas de más. Y en muchos de estos escritos la realidad se filtra sin pedir permiso.

La tercera temporada se terminó de rodar a fines de 2023, es decir, que fue producida y filmada meses previos a las elecciones cuando Milei no parecía ser una opción real para asumir la presidencia de la Nación. Sin embargo, el último capítulo y las imágenes promocionales de la siguiente temporada me llevan a resignificar a El encargado como un síntoma de época, en plena era de la crueldad. Así historias paralelas o secundarias que aparecen durante la tercera temporada, toman retrospectivamente nuevas connotaciones. ¿Sutiliza, mirada maniquea, obsesión conspiranaoide, simple casualidad o política liberal?

Milei llegó en la escena mediática en 2014, pero tuvo su momento de mayor apogeo en 2018. Fue el economista más consultado por los medios tradicionales (televisión y radio), le hicieron 235 entrevistas equivalente a 193.547 segundos de aire según datos arrojados por la Consultora Ejes. Así las apariciones televisivas de Milei fueron la usina de materiales que luego se diseminaron por las redes sociales digitales. Una de las tantas extravagantes y provocadoras afirmaciones sucedió el 23 de junio de 2018 en PH: Podemos Hablar (Telefe). Allí Milei relató sus experiencias sexuales diciendo que “he participado de varios tríos sexuales (…) en el tantra quien tarda menos de 45 minutos es considerado un eyaculador precoz». Luego retoma la temática del sexo tántrico y vuelve a irrumpir en la escena mediática en plena campaña electoral a raíz de su relación con la comediante Fátima Flórez y preguntas y declaraciones cruzadas. Así es que también, en uno de los capítulos de la tercera temporada, el sexo tántrico ocupa gran parte de la trama. Claro que puede ser simple casualidad, sin embargo, me gusta encontrar esos guiños, fortuitos o no, que ubican a El Encargado en una serie de narrativas y discursos que acompañan la era actual.

Parecería ser más explícita esta relación cuando Luis Majul en su editorial manifiesta que “todo parece indicar que hay unas gemelas que aparecen bailando (…), una señal para mostrar a Victoria Villarruel junto a su hermana”. ¿Esas gemelas nietas de un militar son un guiño hacia las hermanas Villarruel? Ese baile final, un tanto descoordinado y sin poder acatar las indicaciones de Eliseo Basurto, ¿acaso proyectan las tensiones actuales en las esferas del poder?

Entre las múltiples declaraciones durante la campaña y ya en ejercicio de su mandato, Milei se manifestó en rechazo al Sistema Científico argentino. En el reciente Foro de Madrid en Buenos Aires, una reunión de la ultraderecha organizada en el CCK, Milei apunto contra varios frentes, entre ellos contra “los científicos e intelectuales que creen que tener una titulación académica los vuelve seres superiores y todos debemos subsidiarles la vocación (…) Los invito a salir al mercado y vean si a la gente le interesan sus investigaciones o no, en lugar de esconderse detrás de la fuerza coactiva del Estado”; en la serie, una de las historias que aparece tiene que ver un científico -un nuevo inquilino- y un problema en su boca que genera mal olor, esta situación hace que todxs lo rechacen y lo quieran echar del edificio. ¿Acaso ese científico es una metáfora de las ideas que representa Milei? Al sistema científico lo vienen atacando y desfinanciando. Parecería que hay -en parte- cierto consenso social, cierta política del escrache y la deslegitimación en donde a lxs científicxs se nos quiere expulsar. Esa putrefacción en la boca del personaje que interpreta Benjamín Vicuña puede ser una lectura maniquea con cierto anclaje en la realidad. En esa misma línea, ¿es demasiado buscar similitudes entre la crueldad ejercida hacia el padre discapacitado de su vecino encargado y las declaraciones y políticas de Milei con respecto a la discapacidad?

Por último, la política liberal se hace explícita en la propuesta de flexibilización laboral que encara Soluciones Integrales Basurto (SIB), que sin explicar muy bien cómo, propone traer mejores beneficios para los encargados. El sindicato, representado como aquellos burócratas que reproducen las peores prácticas, los pies en la fuente del edificio del encargado, son todas las alegorías, mimesis y metáforas de un clima social. Así, la serie plasma con profunda literalidad un descontento social que gana legitimidad aún hoy con recortes presupuestarios en las políticas públicas.

Habrá que esperar a la siguiente temporada para ver el grado o no de literalidad que nos presenta la serie en la era de la crueldad.

* Investigadora del CONICET y profesora en la UBA