A horas de la ceremonia de entrega de los Oscar, las idas y vueltas de la Academia respecto a cómo se desarrollará no paran. Varios son los que atribuyen a la cadena ABC -que también emitirá por TV y en streaming- las razones de tantos dimes y diretes. Es que la baja de audiencia que comenzó a percibirse hace casi una década se aceleró en los últimos cuatro años.
Y es probable que, más allá de los premios que coseche su Roma, Alfonso Cuarón no viva la misma sensación que hace cuatro años cuando se llevó el premio mayor por Gravedad: aquella vez lo vieron 44 millones de espectadores; mientras que el Oscar 2018 tuvo una audiencia de 20 millones. A diferencia de otros tiempos, cuando un recambio generacional afectaba a los temas y sus modos de tratarlos, hoy la aparición fuerte en escena de los millennials viene de la mano de un cambio en las formas de consumo para la que la industria no mostró estar a la altura. Y encima la película más taquillera, Pantera Negra, es la que menos posibilidades tiene de ganar.
Así las cosas, en busca de aumentar el rating, la Academia implementó (o quiso implementar) cambios. Cronológicamente fueron estos, aunque algunos, por el lobby de “factores de poder”, volvió atrás.
-Premio a la película más popular. Los adolescentes (con su edad extendida en estos tiempos) son los que más cine en las salas consumen. Evidentemente era una forma de engancharlos. En septiembre pasado, producto de la presión de los sectores más independientes que ven en un Oscar la posibilidad de una buena carrera comercial para su película, el premio se bajó porque «muchos no entendieron la intención de este reconocimiento»
-En los primeros días de diciembre pasado se anunció que Kevin Hart sería el maestro de ceremonias. Unos días después, se dio marcha atrás. Más allá de la polémica sobre la real o sospechada homofobia del conductor, las razones hay que buscarlas en ahorrar tiempo y, sobre todo, no tener que confeccionar el guión, verdadero drama de las últimas ediciones. Los nuevos televidentes cada vez entendían menos los chistes: hay que tener una cultura política, social y cultural sobre los Estados Unidos y su cine que las nuevas generaciones prefieren obviar. Una verdadera garantía de aburrimiento, más la tendencia de los chistes para pocos con el peligro de caer en el ghetto, hacen de ésta una apuesta interesante. Mejor probar -como aquella ceremonia de 1989- sin un conductor. Los resultados dirán.
-Eliminación de algunos de los números musicales. Muchos lo consideraban un acierto: el zapping se hace notar durante su ejecución. La idea era sólo dejar los temas de Nace una estrella (Shallow, por Lady Gaga y Bradley Cooper) y de Pantera Negra (All the Stars, por Kendrick Lamar), los artistas más convocantes entre la juventud. Las denuncias y hasta los potenciales juicios por discriminación hicieron abandonar la iniciativa y darle lugar a todos.
-La más reciente: eliminar de la ceremonia la entrega de los premios a la mejor fotografía, edición, cortometraje y maquillaje. Un verdadero mamarracho: la idea de que el cine sea sólo una cosa de directores y actores y actrices era francamente humillante para el resto de los trabajadores. La catarata de protestas de las agremiaciones, incluidas las de los directores con firmas muy prestigiosas, llevó a la Academia a desistir.
El lunes próximo, con los números de audiencia -incluida la del streaming- en la mano, se podrá saber si la merma en la cantidad de espectadores de la entrega de los Oscar responden a problemas en el armado de la marquesina, o si hay razones más profundas, como las películas que se hacen.