La Plaza de Congreso como escenario, fotos de rostros sonrientes en la imagen congelada y la leyenda de pedido de justicia debajo. Miles y miles de mujeres unidas en la consigna Ni Una Menos. Así fue la primera manifestación masiva feminista en la Argentina, el 3 de junio de 2015. Fue un Nunca Más a la violencia de género, un hecho que, en las calles torció el rumbo de la historia social y puso en el centro a las mujeres y a las diversidades sexuales.

La manifestación fue una de las más masivas de la historia. Sólo en Buenos Aires asistieron 300 mil personas y se replicó en todas las capitales del país y en Uruguay. Meses después, diferentes países tomaron la consigna para protestar contra la violencia de género.

Ampliar derechos, vivir en democracia

El 15 de julio de 2010 después de intensos debates sociales y parlamentarios se aprobó en la Argentina el matrimonio igualitario. Fue el resultado de años de militancia y lucha del colectivo LGBT y de los movimientos feministas, que lograron encauzar el reclamo en el ámbito político legislativo dentro de un contexto social de ampliación de derechos.

Se trataba de un cambio radical del paradigma cultural que la sociedad se debía. Dos años después del matrimonio igualitario, se aprobó la Ley de Identidad de Género. Esa ley fue un hito en materia de derechos igualitarios, que incluso militantxs y activistxs trans definen ese reconocimiento a su identidad como el inicio de la democracia para ellxs. También en 2012 fue cuando, por ley, se incluyó a la violencia por motivo de género como agravante en los homicidios.

El contexto previo a aquel 2015 planteaba debates históricos para saldar deudas también históricas en la vida democrática. Pero este crecimiento de derechos contrastaba con lo que sucedía en la vida cotidiana: niñas, adolescentes y mujeres asesinadas de la peor manera. Sus cuerpos e historias expuestas de forma negativa en los medios de comunicación y una justicia que hasta entonces, se reservaba su protagonismo.

El femicidio, expuesto con crueldad de Ángeles Rawson en 2013, y la sucesión de femicidios entre 2014 y 2015 (Lola Chomnalez, Melina Romero, Chiara Páez fueron algunos) planteaban la necesidad de respuestas concretas y certeras por parte del Estado. Ya no se podían tolerar más muertes.

En las calles, en los debates en las leyes

Ni Una Menos cambió el lugar que históricamente tuvo la violencia hacia las mujeres en la agenda pública, política y mediática. Hasta entonces, nunca se había hablado tanto de los derechos de las mujeres en este país. La potencia de los feminismos en la calle logró en 2016 el primer paro feminista de la historia argentina. Tres años después, en 2018, las mujeres y diversidades se jugaron en las calles el derecho al aborto legal, seguro y gratuito. Ese 2018 culminó con otro mojón, como lo fue la presentación colectiva de la denuncia de Thelma Fardin contra Juan Darthés, por abuso sexual, bajo la consigna, “mirá cómo nos ponemos”.

Todos esos reclamos colectivos, después de aquel nunca más a la violencia de género, lograron la construcción de una agenda inclusiva, democrática e igualitaria. La institucionalización de aquella agenda había sido uno de los reclamos principales en la jornada de Ni Una Menos en 2015 y se logró con la creación de políticas públicas que contribuyeron a reducir la violencia de género y trabajar en su prevención.

En la actualidad, e incumpliendo incluso con tratados internacionales, el gobierno de turno borró de su propia agenda la problemática de la violencia por motivos de género. Pero el gen de lucha de los feminismos que remiten directamente a las Madres, Abuelas y Familiares de Plaza de Mayo no está dormido. Las semillas plantadas en 2015 seguirán floreciendo porque sin derechos y sin igualdad no hay democracia.