Lionel Scaloni camina por la playa de Valencia junto a Pablo Aimar. “Vos estás loco, ¿sabés?”, le dice Aimar a Scaloni, que aceptó el ofrecimiento de Claudio Tapia de hacerse cargo de la selección en los amistosos ante Guatemala y Colombia. “Ah, porque vos estás muy sano…”, le devuelve Scaloni a Aimar. Y, mientras baja y sube la marea, se sientan en un banco y ponen manos a la obra: arman la primera lista de convocados a la selección. Es agosto de 2018. Acaban de ganar el torneo de L’Alcudia con la Sub 20. Casi tres años después, Scaloni es el entrenador que volvió a darle un título a Argentina después de 28 años.
En el detrás de escena de Scaloni aún permanece Aimar. Y aparecieron Walter Samuel y Roberto Fabián Ayala. Es el núcleo duro del cuerpo técnico, la génesis afuera de la cancha de la final en el Maracaná. Los acompañan Luis Martín (preparador físico principal), Rodrigo Barrios (PF alterno), Martín Tocalli (entrenador de arqueros) y Matías Manna (videoanalista). El denominador común entre todos: el perfil bajo. Casi no se asomaron en los festejos: corporizan la discreción. Desde ahí construyeron un equipo liberado de la Messidependencia, ofensivo (hubo siete jugadores de ataque ante Brasil). Hay compromiso y sentido de pertenencia: entre Aimar, Samuel y Ayala suman siete Mundiales. “Lo de tirar todos para el mismo lado, la unión, es clave -dice un integrante del cuerpo técnico-. Es mucho más importante que cualquier cosa. Y cuando no hay tensión, las tareas se dan naturalmente. No se fuerza para que alguien demuestre ser más importante que otro”.
Aimar es el ídolo de la infancia de Messi, a quien nunca se lo había visto tan influyente y cómodo en la selección. Durante la Copa América, Aimar bajaba primero del micro a los estadios, a los hoteles, a los entrenamientos. Scaloni, último. Aimar contó una vez que el momento que más disfrutó en el fútbol fue con Estudiantes de Río Cuarto, a los 13 años, cuando jugó el torneo provincial de Córdoba en Oliva. Alojado con el equipo en un pabellón del Hospital Colonia Dr. Emilio Vidal Abal, convivió con pacientes psiquiátricos. “La pasamos buenísimo. Salimos campeones y siempre decimos: ‘Pasamos un fin de semana de locos’”. Ahora Aimar salió campeón con la selección mayor. Con Scaloni y Samuel habían salido campeones Sub 20 en el Mundial de Malasia 97. Aimar, a la vez hoy entrenador de la Sub 17, oficia de consejero táctico y estratégico de Scaloni. Es con quien más discute y delibera los cambios.
A Samuel, por lo bajo, no le dicen “El Muro”, como en los tiempos de central impasable, sino “El Mudo”. “Es un ayudante extraordinario -apunta Hugo Tocalli, ayudante de José Pekerman en Malasia 97, y padre de Martín, el entrenador de arqueros de la selección-. Walter ve muy bien el fútbol, habla muy poco, y lo que dice es para escucharlo. Los jugadores le hacen caso, porque le habla bien al jugador. Eso es Samuel”. En el banco de suplentes, durante los partidos, Samuel entrega indicaciones puntuales. Y cuando Scaloni le chifla al preparador físico Luis Martín a qué suplente tiene que llamar para que ingrese, Samuel se le acerca con un cuaderno de apuntes pre estudiados. Es el repaso.
Ayala tuvo como compañeros en el Mundial de Alemania 2006 a Scaloni, Aimar y Messi. Retirado, fue mánager de Racing en la Argentina y de Valencia en España. Reservado y amante de la pintura, Ayala se aboca a las relaciones humanas y diplomáticas. Estuvo detrás de Cristian “Cuti” Romero, debutante en la selección en la doble fecha de Eliminatorias previa a la Copa América. Cuando se sumó al cuerpo técnico de Jorge Sampaoli, Hugo Tocalli le había marcado al Cuti a Scaloni: “Hay un 2 en Belgrano de Córdoba, acuérdese de ese nombre”. Ayala -cinco años en el fútbol italiano entre Napoli y Milan (1995-2000), marcador central como él- siguió de cerca el crecimiento europeo de Romero, el salto de Genoa a Atalanta. El Cuti antes de la explosión. Encargado del recambio generacional, el cuerpo técnico eligió a futbolistas que la mayoría de los hinchas argentinos debieron googlear. Cuando fue citado por primera vez, Nicolás González jugaba con el Stuttgart en la segunda división alemana. Ahora pasó a Fiorentina. Lo mismo con Emiliano Martínez, convocado cuando sumaba pocos minutos en el arco del Arsenal. Ahora es figura en Aston Villa.
Leandro Cufré fue compañero de Scaloni, Samuel y Aimar en el Mundial Sub 20 de Malasia 97 y de Ayala en Alemania 2006. Hizo dupla central con Samuel en la selección y la Roma. “Walter es un tipo de muy pocas palabras, pero leal y correcto, sumamente generoso en disponibilidad”, dice Cufré desde México, donde trabajó como entrenador. “Pablito -dice acerca de Aimar- es un chico con una personalidad introvertida, sano. Lo que decía, siempre era interesante. Cuando hablaba Pablito, todo el mundo lo escuchaba, porque es pensante”. Sin Ayala, afirma Cufré, quizá no hubiera jugado el Mundial 2006. En la concentración en Alemania, era su compañero de habitación. “Llegando al Mundial, me avisan que mi papá había muerto. El que me contuvo día a día fue el Ratón. Tuvo gestos que hasta hoy se los agradezco. Sin su apoyo, seguro me hubiera regresado y no hubiera jugado el Mundial. Fue difícil aguantarme. Pero me sostuvo. Es siempre respetado y querido. Y los tres tienen una característica: son muy equilibrados, no pierden la línea”.
Scaloni, Aimar, Samuel y Ayala van detrás de los detalles y las formas, incluso con obsesión. Es el método para preparar cada partido, la herencia bielsista. Ahí entra en juego Manna, videoanalista de Marcelo Bielsa en la selección de Chile y, más tarde, de Sampaoli en Chile, Sevilla y la selección. A Ángel Di María le habían señalado la fragilidad defensiva de Renan Lodi, lateral izquierdo de Brasil. A los 6 y a los 36 minutos del primer tiempo de la final -antes y después del gol a los 21-, Lautaro Martínez y Leandro Paredes buscaron a Di María como en la jugada del 1-0, que partió del pelotazo-pase gol de Rodrigo De Paul.
“El que no entrena bien, no juega”, suele escucharse en las prácticas de la selección. La armonía entró en crisis en la Copa América de Brasil 2019. Después de la derrota 2-0 ante Colombia en el debut y antes del segundo partido frente a Paraguay, el plantel se enteró por la prensa de los cambios que haría Scaloni. Se lo dijeron. El entrenador reconoció el error. Charlaron de frente, directos. Volvieron a cerrar filas. Nada salió a la luz. “¿Vos escuchaste alguna declaración diferente, agresiva o de enojo de alguno de ellos?”, pregunta César Luis Menotti, director general de las selecciones de la AFA. “Son chicos muy prudentes, y la prudencia le ha dado seguridad a Scaloni. Porque Scaloni no puede decir una cosa y, atrás, otra ellos. Son jóvenes, tienen ganas de trabajar en serio, están llenos de ideas y proyectos. No venden humo”.
Scaloni y el cuerpo técnico se ganaron el apoyo de Messi y los jugadores de la selección antes del título. Cantaron en los festejos por “La Scaloneta”. Scaloni, coinciden en el grupo de compañeros del Mundial Sub 20 de Malasia 97, era el jodón que les levantaba el ánimo a los que extrañaban y lloraban por las noches en las habitaciones de hotel. A los 41 años, dirigió en la Copa América a un equipo que en la final promedió los 28 años. Cercano, con códigos comunes a los futbolistas, no está solo. “Le debo un montón al cuerpo técnico -dijo antes de tomar el avión rumbo a Mallorca, donde vive, y volviendo a dejar el ego de lado-. No sólo porque son mis amigos, sino porque aportan un montón y están con la palabra justa para hablar con los jugadores, que los escuchan. Son gente de mucha experiencia que ha marcado una época en la selección. Sabíamos que iba a ser una prueba difícil, pero hicimos las cosas con enorme humildad y amor propio. Sin ellos, no hubiera sido posible”.