Donald Trump se hizo rico, como muchos multimillonarios norteamericanos, amasando su inmensa fortuna en base a trampas fiscales, quiebras falsas y otras prácticas de bribón.
Cuando eligió para si mismo el destino de un político agregó a su multifascética personalidad la de un mesiánico salvador de una nación en crisis de los valores tradicionales que la hicieron grande en la historia. Una crisis particularmente reflejada en la mediocridad de sus élites, particularmente las élites políticas del Partido Demócrata.
Ese partido que alguna vez con Roosvelt y Kennedy fue adalid del cambio, en esta época del siglo XXI sustituyó la noción del cambio como fenómeno racial, económico y social, por la noción falsa de cambio Woke, que el pueblo multirracial y multicultural de Estados Unidos rechazó dándole a Trump una amplia victoria, con mayorías en el Senado y en la Cámara de Representantes.

Trump, como todo político, tendrá luces y sombras en este su último mandato. Sus fanfarronadas arancelarias se negociarán o fracasarán. Sus fantasías de convertir a Gaza en un resort para multimillonarios será espuma de jabón. Sin embargo, hay una declaración que pocos resaltaron en el mundo y podría implicar, de cumplirse, su paso a la Historia, si tiene perseverancia y fuerza para cumplirla.
Al referirse a su conversación telefónica con el presidente ruso, Vladimir Putin, y a algunos contactos con el chino Xi Jinping, Trump mencionó su real interés en retomar las negociaciones ruso-estadounidenses sobre el equilibrio estratégico en materia de ojivas nucleares.
El presidente estadounidense dijo que pretendía reducir el gigantesco gasto del Pentágono y que eso tendrá que comenzar por un acuerdo con Putin sobre limitación del arsenal nuclear, al cual invitarían a China, cuyo número de ojivas nucleares se igualará al ruso y al estadounidense en cuatro o cinco años.
Y fue mas lejos. Agregó que había que retomar lo que alguna vez resonó en el mundo, la eliminación acordada de las armas nucleares.
La humanidad se malacostumbró a la responsabilidad de la dirigencia rusa para no usar el arsenal nuclear ni el temible supercohete no nuclear Oreznik para terminar la guerra con el gobierno del ucraniano Volodímir Zelensky, como hizo Estados Unidos con el ya vencido Japón en la segunda guerra mundial.
Pero es malo no tomar conciencia diariamente de que ese peligro latente existe y que significaría el final de la civilización.
Ojalá que ese objetivo declarado de Trump permanezca. Para avanzar necesita remover algunos obstáculos. Primero acordar con Putin el final negociado de la guerra en Ucrania.

Para ello deberá celebrarse la reunión no telefónica sino personal Trump-Putin. En esa cumbre no deberá estar Zelensky porque puede arruinar todo si repite su ataque de abstinencia de consumo de cocaína, que motivó su burda actuación en el despacho oval, que obligó a echarlo de la Casa Blanca. Tampoco los líderes de la parasitaria burocracia de Bruselas ni los jefes de estado de Francia, Inglaterra , Alemania o España, a quienes el gobierno de Trump ha puesto en su sitio real de súdbitos de Estados Unidos, que han salvaguardado los pedazos del estado de bienestar que fue obra de verdaderos estadistas en el siglo XX. Vivieron bajo la protección del paraguas nuclear norteamericano y de la energía barata que les vendía Rusia.

Prefirieron en su seguidismo con el gobierno del irresponsable Joe Biden, plegarse a las sanciones antirusas, y ahora sus pueblos pagan con electricidad y calefacción muy caras. Como decía Henry Kissinger “es peligroso ser enemigo de Estados Unidos, pero es más peligroso ser su amigo” .
En las viscisitudes que le esperan a Trump hay que confiar en sus virtudes, como la persistencia mostrada cuando sufrió el intento de asesinato fracasado por una casualidad de un segundo. Esto no lo amilanó y lo estimuló a seguir en la brega electoral. Ese razgo quizás le permita avanzar en el mejor propósito que enunció como presidente en ejercicio, alejar al mundo de la amenaza de su autodestrucción nuclear.
Su principal adversario en ese objetivo serán el complejo militar-industrial estadounidense y sus empleados en el gobierno federal y en las élites demócratas.
Porque a los guerreristas súdbitos europeos Trump los pondrá en orden con un fuerte regaño económico y militar. Entonces, como declaró recientemente Vladimir Putin, “moverán la cola como mascotas a la voz de su amo”.