Tallinn, Estonia (Especial). Bajo la sombra de la aguja de San Olaf, cuyos 124 metros rasgan el cielo del Báltico como un faro de otra época, la Estonian Business School (EBS) abrió sus puertas a Argentina on the Road to Liberty. A más de trece mil kilómetros de Buenos Aires, en un aula del cuarto piso, dos embajadores y un coro de libertarios hilvanaron un relato de reformas y prosperidad. Las palabras se alzaron con la solemnidad de un credo, entre cifras, gráficos y augurios de redención. Pero también se filtraron dudas sobre el porvenir del primer experimento liberal-libertario.
El Dogma de los Conversos. El Ministerio de Asuntos Exteriores de Estonia había puesto su sello en la ceremonia, un gesto diplomático que elevó el tono del evento. Felipe Mohando, mendocino de 47 años que cruzó el océano hace más de quince para instalarse en Tallinn, tomó la palabra con la certeza de quien ha visto demasiados inviernos. Su voz, curtida por el vino cuyano, desgranó la doctrina de Javier Milei: 900 reformas en 2024, una inflación en retirada, retenciones que ya no asfixian al campo. En su discurso, una letanía de culpas: el estancamiento peronista que sofocó el progreso de Alberdi, una telaraña de favores y promesas rotas.
Carlos Mascias, embajador argentino en Helsinki y representante de los compatriotas en Estonia, sumó su prédica: estabilidad, apertura al mundo, un país convertido “en faro para inversores”. Más de cuarenta almas ocuparon el aula: algunos escépticos, otros devotos, todos testigos de cómo Milei, el hombre de la motosierra, convoca seguidores en el confín superior derecho del mapa de la OTAN. Fue la liturgia del mercado libre, y Milton Friedman, desde algún rincón del éter, pareció asentir con una sonrisa de Gioconda.
Las Sombras de la Fe
Pero al otro lado del Atlántico, la clase media, aquella que alguna vez soñó con asados y veranos en Mar del Plata, ahora cuenta monedas entre cafés a precio de Zúrich y sueldos de Río de la Plata. En los barrios, el “milagro libertario” suena a cuento de fogón: reconforta, pero no alimenta. Las recetas de la Escuela de Chicago brillan en los papers, pero se empantanan en el Mercado Central. Al final, Mohando dejó en el aire la pregunta caliente: ¿habrá hilo en el carretel de Milei? Las elecciones de medio término ya cantarán sus verdades.
El Oso que Acecha
En Estonia, otro drama latía bajo la superficie. Con la frontera oriental cerrada desde 2022, el país vive con la mirada fija en Rusia, un oso que hiberna, pero nunca olvida. Apenas ayer, Kristen Michal, líder del derechista Partido Reformista, asumió el gobierno en coalición con Eesti 200, tras expulsar a los socialdemócratas por “diferencias de cosmovisión”. Se dice que promete revivir el milagro de Mart Laar, aquel economista que en 1994 instauró el primer impuesto plano del 20%, un farol que iluminó el camino desde las cenizas de la URSS.
Pero la geopolítica no dió tregua. Un funcionario estonio lo resumió en el cóctel posterior, con una docena de vinos de Salta: “Seguiremos armándonos”. Su voz tenía el filo de un cuchillo que cortaba la niebla. “En un siglo, Rusia golpeó a todos sus vecinos. Volverán. ¿En cinco, diez, 50 años? Quién sabe.” Alguien evocó a Friedman —donde el comercio fluye, las armas callan—, pero el funcionario lo cortó en seco: “No con su sistema. Tal vez con otro Yeltsin haya alguna chance”.
El Reflejo Roto
Después de dos horas, la velada se disolvió entre aplausos tibios. En abril, una delegación de e-Estonia desembarcará en Argentina, un anzuelo lanzado con precisión de cazador para captar emprendedores digitales. En este cruce de caminos, donde las reformas tambalean y las fronteras tiemblan, el destino es una incógnita en las calles de Buenos Aires y de Tallinn. Como un perfume amargo que, de momento, no se borra con la motosierra.