«Solo me pregunto: ¿soy el único que piensa que ahora es el momento para que el tenis masculino y femenino se unan y vayan juntos como uno solo? Estoy imaginando una fusión entre la WTA y la ATP. Es demasiado confuso para los fanáticos cuando hay diferentes sistemas de clasificación, diferentes logotipos, diferentes sitios web, diferentes categorías de torneos”, tuiteó hace diez días Roger Federer. No fue sólo una pregunta. Sin competencia, el mensaje del tenista más importante de las últimas dos décadas marcó la agenda. Muchos y muchas protagonistas respondieron “sí”, aunque hubo algunos “no”. Pero tanto el presidente de la Asociación de Tenistas Profesionales (ATP), Andrea Gaudenzi, como Micky Lawler, presidenta de la Asociación Femenina de Tenis (WTA), apoyaron la postura del suizo y reconocieron que es algo en lo que vienen trabajando hace meses.
Por el parate que produjo la pandemia, la WTA, la ATP y la Federación Internacional de Tenis (ITF), los tres estamentos principales del tenis mundial, conformaron un fondo conjunto de 6 millones de dólares para ayudar económicamente a los jugadores que están entre el puesto 150 y 400 de cada ranking. De eso se agarró Federer para proponer la unión del circuito. Y de provocar un verdadero movimiento, con cataratas de declaraciones y una rueda que ya parece difícil de frenar.
Si el deporte es considerado uno de los ámbitos donde más se percibe la desigualdad de género y la brecha salarial entre hombres y mujeres, el tenis siempre fue destacado como la disciplina que más se acercaba a la equidad. Y eso, en parte, se debe al movimiento de tenistas que creó la WTA a comienzos de la década del 70: encabezadas por la estadounidense Billie Jean King, que junto a ocho mujeres creó un circuito paralelo con “nueve tenistas rebeldes”. Para 1973 ya estaba conformada la WTA, que logró igualar los premios para hombres y mujeres en el US Open de ese año. Antes, ganaban hasta 12 veces menos. En 2007, Wimbledon fue el último Grand Slam en igualar el reparto de dinero. Australia ya lo había hecho en 2001 y Roland Garros en 2006.
Billie Jean King, referenta de la lucha de las mujeres en el tenis, ganadora de 12 Grand Slam, es una de las que acuerda con Federer: “Es un buen momento para reinventar estructuralmente nuestro deporte”. Aunque piensa que no es una cuestión sólo de dinero (en los demás torneos se calcula que por cada dólar que gana un varón jugando al tenis, a las mujeres les corresponden ochenta centavos). «Se trata también del mensaje que se envía», amplía Billie Jean King. En el US Open de 2018, por caso, sancionaron por conducta antideportiva a la francesa Alizé Cornet por haberse cambiado la remera en plena cancha, algo que suelen hacer los tenistas en cada partido.
Casi medio siglo después de la creación de la ATP (1972) y la WTA parece haber llegado el momento de la fusión. «Estoy completamente de acuerdo. Sería fantástico salir de esta crisis unidos en una sola organización”, fue la respuesta del español Rafael Nadal a Federer. Novak Djokovic también dio su visto bueno. No se trata sólo de los tres jugadores más populares del circuito masculino: además tienen un gran consenso entre la mayoría de los tenistas, aunque el australiano Nick Kyrgios le haya contestado a Federer que “era el único que pensaba en eso”.
Si bien ambos circuitos coinciden en los Grand Slam y en otros cuatro torneos (Indian Wells, Miami, Roma y Madrid), el resto del calendario es distinto para hombres y mujeres: hasta el ranking, las categorías de los torneos (Masters 1000, ATP 500/250 y Challenger para unos; Premier Mandatory y Primer 5/International para otras) y los derechos de televisación son distintos. Eso, sumado a que además existe la ITF, vuelve confuso el deporte incluso para los más fanáticos e informados.
Ante el parate inédito del deporte en casi todos los rincones del mundo, las declaraciones cruzadas en el ambiente de la raqueta generaron que el tenis fuera de lo más movido en cuanto a novedades deportivas. Hubo algunas confesiones llamativas, como la del serbio Djokovic, que dijo estar en contra de las vacunas y pidió “no ser obligado a darse una para poder viajar” cuando el circuito se reanude. O la del ruso Marat Safin, exnúmero uno, que además de asegurar que “el tenis femenino es invendible” dijo que el coronavirus es una creación para “que todos terminemos con un chip insertado”.
Además de reivindicarse como antivacunas, Djokovic, que es presidente del Consejo de Jugadores, fue uno de los referentes de la propuesta conjunta para aportar dinero a los jugadores del circuito que sin torneos ni repartos de premios quedarían en una situación económica compleja. La propuesta es que los cien mejores tenistas del ranking y los veinte mejores del de dobles acordaban contribuir según una escala preestablecida a los que figuran entre el puesto 250 y 700. “Ninguno de los tenistas de bajo ranking está peleando por sus vidas. He visto jugadores del circuito que no se comprometen al 100% con el deporte, muchos son poco profesionales. No veo por qué debería darles mi dinero”, aseguró el austríaco Dominic Thiem, número tres del mundo, a quien según el sistema solidario le correspondería aportar 30 mil dólares para el fondo.