Patricio Valsecchi tiene 37 años y nació en Ituzaingó, al oeste del Conurbano Bonaerense, pero su hogar es el mundo. Junto con varios de sus ocho hermanos conoció buena parte del planeta, desde los picos más altos de Nepal hasta los principales ríos de Europa, que recorrió como instructor de kayak, una de sus grandes pasiones. Sin embargo, desde 1999 quedó anclado a Mendoza, donde conoció a su mujer y fue atrapado por el rafting y la notable dificultad para bajar el río Diamante. Hoy, la adrenalina le dio otra vuelta de tuerca a su vida y lo llevó a varios metros sobre el agua, en el dique Valle Grande, en San Rafael, donde tendió siete tirolesas de 1200 metros de longitud a una altura que va desde los 25 a los 70 metros.
Pato, como lo llaman sus amigos, comenzó su emprendimiento hace una década, trabajando a la par de un arquitecto y un ingeniero en la construcción de los anclajes y las plataformas de este gran entramado de cables de acero que surcan el aire. Son dos especialistas de Costa Rica, donde el canopy está muy extendido. Son los que más saben. Allá las tirolesas están en medio de la selva y las bases, sobre los árboles. Acá tuvimos que adaptarlo a las piedras, explica Valsecchi, quien está detrás del emprendimiento Canopy del Lago, que desde enero de 2008 brinda recorridos junto con un staff de cuatro guías y dos fotógrafos extremos. El impacto visual y ambiental, aclara, es mínimo: Está todo integrado en el paisaje.
Es una hora y media garantizada de adrenalina. Lo digo porque veo que la gente sale con una sonrisa difícil de borrar. Incluso vienen familias. Desde los cinco o seis años ya pueden participar. Solo hay que animarse, precisa Pato, y cuenta que es común que los cóndores pasen a unos dos o tres metros de las personas. Es espectacular tener ese bicho enorme al lado. Es que cuando sienten el movimiento salen de sus nidos a curiosear. «