Varias cosas convivieron en la reaparición del fútbol y la personal sensación de poder relatar después de tanto tiempo. Volvió el fútbol y lo que se pretende es que no genere ninguna situación indeseable en tiempos de mucha confusión como la que ha generado la pandemia. Enhorabuena que se juegue, aún sin público, porque la gente lo extrañaba. Y creo que hasta los propios jugadores lo demostraron. El primer tiempo que me tocó relatar de Boca en Asunción –y el de River que pude ver varios tramos- fue magnífico. Los jugadores estaban desenfrenadamente voluntariosos para jugar y divertirse. Les salió en buena medida el aspecto amateur sobre el estrictamente profesional. Era esa manera de jugar como la de cualquier persona que lo hace sólo por amor al juego. Con honestidad, entusiasmo, también con jerarquía técnica y con pasión.
El público faltó y va a estar ausente, seguramente, por un tiempo largo. Ahora se viene no sólo la continuidad de la Copa Libertadores sino también la de las Eliminatorias.
Por supuesto que el retorno del fútbol viene a representar un alivio para tantas tensiones que se viven en la sociedad. Por caso, esta semana ha sido muy dura en el terreno económico por los anuncios referidos al dólar y la incertidumbre que se genera. Y si uno no puede permitirse una alegría por River, por Boca, sentir el orgullo de la pertenencia por Defensa y Justicia, o incluso una rabieta por Racing o Tigre. Han sido estos meses los peores en términos generales, colectivamente, que se haya vivido, salvo en situaciones de guerra.
Ayuda lo que pueda sacarnos por un momento de lo que ha traído la pandemia. Pero no olvidaremos que hace una semana se padeció la rebelión de los policías, que se condice con esta sensación golpista que flota en el aire, que no prosperará pero que indudablemente está, y mella el trascurrir del gobierno nacional, ya empedrado por las circunstancias actuales y por lo que significó la tragedia, el desquicio, el brutal robo que padecimos en los cuatro años macristas. Actitudes que perturban y hieren a la democracia. Encabezada por los medios de comunicación como Clarín y La Nación, pero con un gran aporte de los sectores políticos de la oposición que per-dieron la cabeza y el decoro, la noción de lo que es la democracia y del valor de la república.
La aparición nueva o recurrente de personajes, todos igual de deplorables, como la de Duhalde, Pichetto, Carrió, Bullrich, el propio Macri haciendo todo el daño que se pueda al gobierno y la propia sociedad. Exceden el manifiesto deseo de mortificar a quienes debieron hacerse cargo de las ruinas que dejaron ellos mismos. Y que lo hace en una absoluta soledad si entendemos que el poder real se colocó como cuando van a patear un córner, en el centro del área y el gobierno es ese solitario individuo que queda sobre el banderín, a expensar de todo lo que le tiran de la tribuna.
Se trató de unas horas para driblear el desánimo y la angustia que provoca la pandemia, como en el caso de este periodista, de hablar con personas de las distintas provincias y muchas ciudades bonaerenses, con la repetida referencia de preocupación, récords de contagiados y muertes, capacidad de camas al límite, agotamiento de personal sanitario. Bastó que se abriera irresponsablemente la Capital para que mu-chas partes del país lo pasen muy mal. Larreta mismo dijo hace unas horas: “Tenemos que empezar a convivir con el virus”. Hipocresía pura. ¿Por qué no dice “Vamos a tener que convivir con la muerte”? ¿Por qué no miran lo que sucede en Israel, dónde también se relajaron, el presidente hasta pidió disculpas, y ahora debieron volver todo atrás? O en Francia, el Reino Unido, España o India donde suceden cosas similares.
O el otro virus que padecimos: el de la búsqueda de la impunidad. ¿No se preguntan por qué los medios y toda la oposición defienden a brazo partido a jueces impúdicos como Bruglia, Bertuzzi y Castelli, incluso más que a tantos otros bochornosos jueces que hay en Comodoro Py? Simplemente porque temen pasarla mal con la justicia: por los negociados de los parques eólicos, las autopistas del “curro”, las rutas fantasmas, el correo, los terrenos de atrás del Sheraton para los amigos del alma de Macri (Peña, Caputo, Frigerio, Constantini y sigue la larga lista), y tantos otros atracos, sin hablar de la fabulosa deuda externa. Pensaban que siempre iban a seguir en el poder y por eso de descuidaron y dejaron sus huellas en todos lados. ¿Se imaginan a esta gente por cuatro años más? Como dice Eugenio Raúl Zaffaroni: “Acá desaparecieron 80 mil millones de dólares. Esos millones dejaron huellas. Ni siquiera con los genocidas ha pasado esto. Se sienten arrinconados porque temen que alguien investigue a fondo”. Firmo al pie. Claro, no como la firma de la carta ridícula de Macri o la del juez amigote del ex presidente, Juan Manuel Culotta, que suscribió el absurdo allanamiento, cómplice, en su casa pactado simplemente para victimizarse…
Da mucha pena esto. A tal punto que una nueva vez nos preguntamos: ¿Cómo nos pasó todo eso? ¿Cómo nos pasó Macri?
Por eso, mientras relataba y me emocionaba con los vaivenes del juego, y con la posibilidad de poder hacer lo que mejor sé y lo que más me gusta, pensaba también en todo aquél hincha que estaba en su casa, sin poder salir, pero que durante unas horas, ante la pantalla tuvo de dónde estar aferrado a algo que entiende y que le gusta como pocas cosas, como es el fútbol.
Por eso, si están realizando todos los protocolos y los cuidados necesarios, si no están referidos a la dictados de la televisión en el sentido de que se juegue de cualquier forma, si lo han hecho porque lo que convoca es el juego, el reinicio de la actividad bienvenido sea. Necesitamos en la Argentina y en el mundo, algo que nos permita tomar cierto alivio y que nos saque del foco de lo difícil que es este tiempo. Fue, en definitiva, una oportunidad de reencuentro, como ciudadano, y también como periodista, de la alegría de pensar que muchos estaban pasando algunas de las mejores horas de seis meses a esta parte.