Charly siempre tienen razón. “Las estupideces empiezan temprano”. La mañana del Día de la Independencia en La Recoleta es frígida como venia castrense. El techo porteño luce celeste y blanco. Las anchas avenidas, milico verde oliva. Soberbio teatro de operaciones para el oneroso ágape mileísta por el 9 de Julio. Siete mil soldados toman las calles por asalto. Festejan las Fuerzas Armadas de la tierra, también las del cielo. Comulga entera la familia militar.
Cerca del palco pastan las vacas sagradas de la casta libertaria: desde el presidente Milei hasta el alcalde porteño Jorge Macri, sin olvidar a la vice Villarruel, ataviada de rojo shocking punzó, y la poderosa hermana Karina, “El Jefe”, consejera, pitonisa y asesora todoterreno. Conversan efusivos con los jefes del Estado Mayor, con alguna patrulla perdida negacionista, con exmacristas del mejor equipo de los últimos 50 años y algunos nostálgicos del menemato, con púberes estrellas distantes del anarcocapitalismo como Iñaki Gutiérrez y otros militantes rentados.
Miles de efectivos, decenas de camiones, tanques, aviones, motos, caballos y hasta perros desfilan por la opulenta Avenida Del Libertador. Mientras el presidente invoca la austeridad como valor supremo y la Argentina sufre el “ajuste más grande de la historia de la humanidad”, su gobierno destina millones de pesos a un desfile con tufillo de autofestejo. No hay nada que festejar con el telón de fondo de los comedores desfinanciados, los enfermos oncológicos sin medicamentos y seis de cada diez chicos debajo de la línea de la pobreza.
Los veteranos héroes de Malvinas son la punta de lanza del desfile. Estoicos, marchan frente al mandatario fan de la “Dama de hierro” Margaret Thatcher. Doña Nancy reparte escarapelas en primera fila. Es familiar de excombatientes. “Emoción siento. Un honor verlos desfilar. Vengo siempre”, infla el pecho la señora. Después suspira y en éxtasis mira el palco oficial. Cerquita flamea una bandera que reza “Los carapintadas tienen razón”. En posición en firmes se despide doña Nancy: “Desde la época de Macri que no marchábamos. Después nunca más”.
Pines a dos lucas y medio se consiguen cerca del edificio brutalista de la Biblioteca Nacional. “Poco vendimos, también banderitas estoy rematando a 1000, pero la gente pide descuento”, cuenta un vendedor. No hay plata.
El operativo de seguridad coordinado por la ministra de Represión Patricia Bullrich acogota el barrio. Debe costar otros tantos millones de pesos que no llegarán a los chicos hambrientos del Chaco. No le preocupa ese tópico a la blonda Alejandra. La coqueta vecina de Palermo se arrimó al libertario festín desnudo independentista con sus primas, sobrinas y Lolita, su perrita raza dachshund. Una salchicha. “Me parece magnífico el acto, un reconocimiento que hace falta para las Fuerzas Armadas, que son un faro para que el país pueda salir adelante. Los militares cometieron errores en el pasado, pero no hay que generalizar. También estaban los montoneros. Pero no quiero hablar de eso”. Sobre los primeros seis meses de gobierno ultraliberal, la señora Alejandra no tiene quejas: “Orden, esfuerzo, sacrificio, antes vivíamos en una burbuja. Estamos muy bien y con posibilidades para todos”.
Los aviones de guerra son pájaros de la noche más oscura en pleno mediodía. Tatúan el cielo con el humo de sus motores. Avelino aplaude a un pelotón de helicópteros que bailan una coreografía digna de Apocalipsis Now! “Vine porque es un espectáculo -confiesa este curtido empleado del Poder Judicial desde la calle Austria-, un show como el presidente”. Sobre la avenida, el primer mandatario hace su gracia. Panic show y saludos desde un tanque. Al despedirse, el judicial sincera: “Lo voté a Milei con esperanza, y no la pierdo. Pero estamos jodidos, la paritaria no alcanza. Ahora tiene la Ley Bases, lo que pedía, basta de teatro”.
Suenan marchas castrenses en loop. Pasan granaderos, patricios, marineros, buzos, comandos y vaya uno a saber qué uniformado más. Pasado el mediodía el público se bate en retirada. Pero antes, la familia militar y las fuerzas del cielo repiten como mantras sus frases fetiches: “¡Viva la libertad, carajo! ¡Viva la patria!”. Un ejército loco. Si ellos son la patria, nosotros somos extranjeros. Es palabra de Charly.