“Da la impresión de que cuando no trabajo en nuevas composiciones comienzo a marchitarme y morir. Por eso, después de tanto tiempo sin saber qué hacer conmigo mismo, me siento rejuvenecido”. Esto lo escribió Mark Oliver Everett en Cosas que los nietos deberían saber, su autobiografía. Aunque pasó más de una década desde que este hermoso libro fue publicado, y quizás trascendieron varios años más a partir de que empezó a cultivar esta suerte de ritual introspectivo, lo que siempre fue inalterable en la vida del músico y compositor estadounidense es la desdicha como musa. Pero que esto no se malinterprete: su intención artística está más cerca de la sátira sci-fi del escritor Kurt Vonnegut que del perturbador barroquismo del pintor Zdzisław Beksiński.

En 1982, el día que encontró muerto a su padre, el célebre físico Hugh Everett III (inventor de la teoría de los universos paralelos con la que hoy lucra hasta Marvel), el multiinstrumentista se dio cuenta de que nunca lo había tocado. Entonces tenía 19 años (en 2007, hizo un documental para la BBC, llamado Parallel Worlds, Parallel Lives, en la que relata la relación entre ambos). Un mes antes, su hermana Elizabeth intentó suicidarse con un cóctel de pastillas. Muchos años más tarde, ella se terminó quitando la vida con somníferos. Al igual que su progenitor, pidió que la cremaran y tiraran sus cenizas a la basura. En medio de toda esa calamidad, él asistió a un recital de The Who en el que un láser, que era parte de los efectos especiales de la performance, le golpeó los ojos. Desde aquel momento, debe usa lentes para ver bien.

Eels es Mark Oliver Everett.

Pese a todo, siguió adelante en la vida. Usó a ese mismo rock que casi lo dejó ciego para montar a mediados de los años ‘90 un proyecto grupal al que llamó Eels (significa “Anguila”, en español), del que es el único integrante estable. También hace el 99% de las canciones: fue su manera de convertir el dolor en algo positivo. Adoptó el alter ego “E”, que en la física se refiere a la “energía”, con el que compone canciones acerca de la muerte, la soledad, el divorcio, la inocencia infantil, la depresión y el amor no correspondido. Apelando posiblemente a la Ley de Lavoisier, esa misma que versa que “la materia ni se crea ni se destruye, sólo se transforma”. Y hace unos pocos días, puso a circular el disco número 15 de su banda: Eels Time! .

“El año pasado aprendí mucho de personas que resistieron a grandes dificultades. Lograron mostrarme compasión y bondad”, escribió el artista de 61 años en el comunicado de prensa del disco. “Después de estar encerrados, y de cancelar giras, tocamos por primera vez en casi cuatro años. Fue un choque cultural tremendo, y creo que hicimos algunos de nuestros mejores shows”. Y, para no perder la costumbre hecatómbica, añadió: “Unos meses después, regresé a un hospital. Lo único bueno que salió de la muerte de mi padre, quien falleció de un ataque cardíaco a los 51 años, fue que me enseñó a estar atento a la salud del corazón. Me hice estudios, saltó un aneurisma y me operaron a corazón abierto. Fui atendido por gente realmente maravillosa que me ayudó en todo. Soy un chico afortunado”.

Everett fue operado a corazón abierto.

Su disco de 2018, The Desconstruction, estuvo condicionado por una felicidad tan impensada como efímera. Y es que, previo a su salida, el artista consideró la posibilidad de retirarse de la música. En tanto lo pensaba, actuó en Love (serie original de Netflix), se casó, tuvo un hijo y se divorció. Todo ese proceso personal le sirvió de fuente de inspiración del repertorio, fundamentado en la reconciliación. Seis años después, las 12 canciones que acaba de publicar conectan igualmente con ese concepto, a partir de la idea de que la alegría es eternamente pasajera. De la misma forma que el tiempo. Eels Time! es básicamente una reflexión acerca de la vida en la nueva normalidad. “Nunca me preocupé por volver”, versa un pasaje de la letra de “Time”: tema acústico que da título al nuevo álbum.

La trilogía de Eels

“Lo que quise decir con eso es que mientras vos estás sentado en el tren, a la derecha ves pasar todo y perdés la noción de las cosas”, explica el artista, al otro lado del zoom, desde la ciudad de Los Ángeles. Esta canción, al igual que el resto del material, cierra una suerte de trilogía no oficial basada en la pandemia (la completan Earth to Dora, de 2020, y Extreme Witchcraft, de 2022). “Intenté dar un pantallazo de la época. Aunque no es sobre lo único que canto en el disco. Cada canción tiene una historia propia, porque en esta ocasión manejé otros tiempos. Siempre escribo ideas en trozos de papel. Cuando tengo montones de apuntes, regreso al estudio para darles forma. A veces, comienzo por la música. Y pienso en cosas interesantes que podrían acompañarla”.

Everett hace dedo en el subte.

Mientras el tema “Sweet Smile” refleja la inocencia de caminar sin rumbo por la calle, “I Can’t Believe It’s True” podría funcionar a manera de corolario de una fiesta de casamiento. En realidad, el artista también conocido como “E” la compuso pensando en su hijo. En la vereda de enfrente está “We Won’t See Her Like Again”, que parece tratar sobre la pérdida de alguien querido. “Cuando la escribí, no tenía a nadie en específico en mente en ese momento”, revela el músico. “Sólo si miro mis canciones en retrospectiva, quizás podría identificar la circunstancia. Con los años entendí que el proceso de composición es un mecanismo de afrontamiento que me ayuda a escribir sin filtros. Una vez que estoy sumergido en eso, no soy consciente de que en muchos casos estoy revelando cosas sobre mí”. 

Esas historias acerca de la vida cotidiana, desde una perspectiva simpática y lacónica de un perdedor, esta vez encontraron sustento musical en el pop. Si bien a lo largo de su trayectoria Mark Oliver remojó sus canciones en un sinnúmero de encarnaciones estilísticas, el imaginario que mejor le sentó fue el de “héroe de la música indie”. Sin embargo, a contracorriente de la chapa, la simpleza embargó a este trabajo. Es por eso que no hubo sorpresas ni experimentos. Y quizás nada de esto hubiera sucedido sin la ayuda de los colegas que participaron en la grabación. Todos ellos pequeñas figuras del rock estadounidense. Comenzando por el mediático Tyson Ritter (líder de la banda de power pop The All-American Rejects), secundado por The Chet, Kool G Murder y Sean Coleman (amigo del artista desde la adolescencia).

Las escaleras mecánicas son otros de los medios de transporte favoritos de Everett.

Para muchos de estos músicos, sobre todo para el frontman de Eels, la grabación de Eels Time! significó el retorno presencial a un estudio. “Estuvimos bastante inquietos”, rememora. “Aprendimos sobre el amor y muchas otras cosas más en la pandemia. También entendimos que el encuentro es la forma más efectiva de crear música. No hay nada más divertido que estar en reunidos en una misma habitación apostando por el hecho artístico. Cuando algo nos gustaba, nos cebábamos y nada lograba detenernos”. A pesar de la alegría que envolvieron a esas sesiones repartidas entre Dublín y la californiana ciudad de La Feliz (hogar del cantautor), el mandamás del grupo reconoce que prefiere mantener el formato unipersonal de su proyecto.

 Ante la consulta de si hoy se siente un artista más de culto que contemporáneo, dispara: “Cualquiera que sea la forma en que me llamen, es muy halagadora. Eso me pone feliz en un 90 por ciento. Todos los artistas necesitan algo de misterio”.   «

Tapa del flamante disco de Eels.