La decadencia de Estados Unidos como potencia hegemónica es un proceso de décadas, como el de todos los imperios. El “Estado profundo”, controlado por el sionismo que gobierna a EE UU en la media sombra desde casi siempre, se resiste sin comprender la necesidad de cambiar su estrategia. Cuando los golpes de Estado cívico-militares dejaron de ser la forma más eficiente de pretender controlar América Latina, los gobiernos de EE UU recurrieron a los “golpes blandos”. Las oligarquías de América Latina, siempre sumisas a EE UU, instauraron una especie de dictadura jurídica-mediática que impunemente manipula la justicia y la comunicación en función de sus mezquinos intereses.
Los llamados gobiernos “progresistas” periódicamente reaccionan generando esperanzas de cambio que generalmente terminan frustradas, como en el caso de Chile, donde la heroica lucha del pueblo logró una Asamblea Constituyente pero un presidente –que descaradamente se presume de “izquierda democrática”– hace coro a EE UU al criticar a Nicaragua, Cuba y Venezuela como gobiernos “no democráticos”.
En la Cumbre Iberoamericana celebrada en Mar del Plata, Argentina, en 2005, cuando el comandante Hugo Chávez hizo famosa la expresión “ALCArajo”, al ser derrotada la propuesta de EE UU de conformar el ALCA (Área de Libre Comercio de las Américas), renacieron esperanzas, pero una vez más la expectativa se frustró con la imposición de golpes blandos mediante la mancuerna de jueces y dueños de medios de comunicación, corruptos ambos, que terminaron imponiendo condiciones.
En su sustantivo y audaz discurso por el 238 aniversario del natalicio de Simón Bolívar, en julio de 2021 (https://youtu.be/JrvSTSyk2WE), Andrés Manuel López Obrados (AMLO), como suele hacer, recurrió a la historia para analizar el presente y proponer el futuro; habló de Cuba, la OEA, las imposiciones imperialistas de EE UU y la urgencia de un cambio de política regional y mundial, planteando argumentos que en la Cumbre de las Américas de Los Ángeles, EE UU , hace unas horas, fueron reiterados por presidentes de América Latina, siendo el más explícito Alberto Fernández, de Argentina.
AMLO en 2021 le lanzó a EE UU un salvavidas que sus gobiernos se resisten a recibir: construir una unidad americana al estilo de la desarrollada en Europa, con el propósito –lo dijo explícitamente– de que el inevitable cambio de un mundo unipolar a uno multipolar, con el surgimiento de China como primera potencia mundial –que no busca la hegemonía–, Rusia, India… se construya un nuevo equilibrio mundial, no basado en la imposición militar sino en la cooperación y la solidaridad en función del bien común. AMLO dio cifras: “en 1990 China controlaba el 1.3% del mercado mundial y EE UU el 12.4%; hoy China tiene el 12.2% y EU el 9.5%, y esta tendencia llevaría a que en 2050 China controle el 64.8% y EU el 7%.”
Hoy, las expectativas de que gobiernos “progresistas” puedan concretarse en Brasil, Colombia… deben ser cautas si nos atenemos a la historia. La actitud de la mayoría de los gobiernos de América Latina en la cumbre de Los Ángeles fue alentadora; esperemos que no vuelvan las frustraciones por falta de voluntad política de hacer acción los discursos de gobiernos de América Latina y por la necedad del “Estado profundo” –controlado por el sionismo– que tiene el poder real en EE UU de pretender mantener su hegemonía y de hacer del planeta su territorio para imponer condiciones mediante la fuerza, que en Ucrania se está viendo que ya no resulta efectiva.