En tiempos difíciles para el cine, estrenar es la herramienta más potente contra la desidia y Eduardo Spagnuolo lo sabe. Por eso esta semana estrena su nuevo largometraje: Las puertas de Taquimilán. Toma como disparador un hecho histórico y político, como la llamada conquista del desierto, para hablar de un vínculo humano como la amistad, y ampliar la mirada a la cultura mapuche.
La trama es así: luego más de una década sin verse, un joven empresario porteño recibe un extraño mensaje en su celular de un viejo amigo (abogado e indígena) pidiéndoleayuda. Entonces decide iniciar un viaje a Neuquén, para ir a verlo y recordar cómo se conocieron. En ese viaje volverá a descubrir la magia patagónica y se replanteará si el supuesto progreso al que aludía Julio Argentino Roca no fue en realidad un exterminio y el silenciamiento de una mirada cultural mucho más sana.
“Me resultó interesante el tema de las grietas: miradas contrapuestas, las posiciones antagónicas y cómo de ahí quizás se podía explicar otra cosa. Ese fue el punto de partida”, cuenta su director. Spagnuolo , que dirigió Homero Manzi, un poeta en la tormenta (con Carlos Portaluppi y Martín Slipak), Un mundo (Carlos Belloso y Antonio Birabent) y Sin reserva (Jean-Pierre Noher, Arturo Bonín, Soledad Silveyra y Víctor Laplace) volvió a trabajar como director luego unos años de dedicarse a ser guionista. Lo último que había hecho fue en 2015 la miniserie en cuatro capítulos La Ruta 40, donde la Patagonia era un personaje más.
-¿La idea fue siempre poner en primer plano la cosmovisión de los pueblos originarios?
-Sí, pero no con el tipo de personaje que no habla mucho, vestido con harapos, estereotipado. Entonces imaginé un porteño que contrata un chofer, y que este era un mapuche que era también abogado. En ese viaje juntos contraponen su mirada sobre el progreso y lo que paso con los habitantes originales de estas tierras donde se mueven. Luego me pareció interesante que la película tenga dos tiempos narrativos: el cómo se conocieron y algo que le pasaba en el presente. Es una amistad que se forma desde las diferencias, pero quería también meter mitología y me enteré de la leyenda de una ciudad que aparece en ciertas condiciones meteorológicas, al borde de la cordillera. Imaginé que podría ser, si otra dimensión u otro mundo, y la muerte como puerta de entrada. Así se empezó a armar este film.
-¿El elemento pandémico fue también algo que te marcó a la hora de escribir?
-Filmamos hace tres años y estaba muy a flor de piel la pandemia, entonces aproveché eso para incorporarlo a la trama. Que el reencuentro se haga en una internación, en un aislamiento me pareció algo atractivo. Porque pude también hacer jugar con eso que se tuvieron que quedar internados, en ese reencuentro después de varios años, en una habitación improvisada en una sala de espera de pediatría, como solía pasar en ese momento. Estéticamente era más atractiva, porque no era una sala de hospital deprimente: había dibujos, juguetes, otros colores. Para mí era importante porque de alguna manera así podía hablar de la vida y la muerte, no como algo malo, sino como momentos diferentes de un mismo devenir. El covid es un elemento que me permitía tener a los personajes encerrados hablando, y por otro lado mostrar cómo quizás la crueldad de tener que morir aislado, y no de una manera más en conexión con lo natural de ese acto era algo que nos marcó a todos durante el confinamiento.
-¿Por qué la conquista del desierto es algo muy presente en la trama?
-Porque es una muestra del enfrentamiento cultural que se da muchas veces. Algo histórico que me permita buscar un núcleo narrativo que tenga que ver con lo afectivo, con lo vincular y como cada decisión que tomamos también afecta no solo nosotros, sino a otros. Y además porque en un hecho así se perdió más de lo que se ganó: la Patagonia siempre me maravilla por la conexión con el cosmos que hay ahí. La inmensidad une tierra y cielo. Si te paras, miras a tu alrededor, automáticamente tomas conciencia que estás parado en un planeta en el medio de un universo. Algo que en otros lados no pasa, es más difícil. Entonces, avanzar sobre esa naturaleza nos tiene que hacer ver por qué se hizo lo que se hizo, por qué una manera de entender las cosas se impuso sobre otra, que quizás era menos dañina y agresiva. Somos producto de nuestra historia y lo que nos pasa tiene que ver con lo que pasó antes. La realidad es mucho más que lo cotidiano, no siempre dos más dos es cuatro. La racionalidad que se impone a veces es perjudicial. Porque la mirada occidental nos hace sentir que es una obligación permanecer vivos y felices. Pero los indígenas lo vivían distinto: eso quería mostrar.
-¿Cómo ve el panorama actual del cine?
-Esta complicado. Yo tengo 76 años y he visto varios gobiernos con políticas como esta que nos toca vivir. Pero me desconcierta que esto fue votado por una amplia mayoría. Tenemos un presidente que naturaliza insultar, perseguir, usar mentiras y fakenews para hacer política. Hasta Mirta Legrand ha dicho que tiene miedo de criticar porque te persiguen. Imaginate. La violencia y la crueldad se han puesto de moda: eso es terrible. Creo que la cultura es lo más difícil de contener, a pesar de los ataques y la represión vamos a seguir creando. El cine tiene una capacidad de penetración, de poder transmitir ideas, que les incomoda. Hoy si cuestionas o tenés otra mirada, molestás, más porque con las redes, tenés mucha llegada más allá de las salas. Por eso el ataque sin eufemismos y tan directo. El interventor del INCAA nos ha dicho en la cara a los cineastas que su misión era cerrarlo, que no le interesa al cine. Dicen la estupidez de por qué hacer 200 películas si se pueden hacer 20 buenas, como si fuera una fórmula del éxito o alguien pudiera decidir qué es bueno y qué no, qué vale la pena y qué no. Quieren limitar la creatividad, porque eso se contrapone a las ideas que quieren imponer. Tienen un objetivo claro, que es no alterar el orden del capitalismo salvaje que buscan acelerar. Nada que altere lo que ellos entienden de cómo deben ser las cosas. Lo único que nos queda es estrenar a pesar de todo. Que no nos callen, que no nos impidan soñar, inventar historias y buscar a nuestro público.
Las puertas de Taquimilán
Dirigida y escrita por Eduardo Spagnuolo. Con Alejandra Rincón, Darío Altomaro y Mariano Panello. Desde el viernes 10 al miércoles 15 de mayo a las 20:45 en el Gaumont, Rivadavia 1635.