En sus orígenes a fines del siglo XIX, el tango se nutrió de agrupaciones pequeñas (tríos y cuartetos) conformadas generalmente de manera anárquica por músicos anónimos con una instrumentación que, en general, estaba integrada por vientos (flautas, clarinetes), algún violín, guitarra o mandolina. Todos estos instrumentos provenían de países europeos y eran aportados por los inmigrantes que llegaron a estas tierras buscando un mejor porvenir. Hasta que apareció el bandoneón como pieza fundamental en el sonido del género.
Llamativamente, el Quinteto de Academia asume en cierto modo esa instrumentación originaria pero, gracias a la evolución que tuvo el género en casi un siglo y medio de existencia, lo eleva a un estatus de sofisticación sonora y conceptual que se ve plasmada en Dinámica del viento, el flamante disco que acaba de publicar y que será presentado este jueves 26 a las 21 en café Vinilo, Gorriti 3780.
Integrada por Leandro Ragusa (bandoneón, composición y arreglos), Nili Grieco (flauta y dirección), Lis Rigoni (oboe), Pablo Álvarez (clarinete) y Gonzalo Braz (clarón), la agrupación se interna en los pasadizos de tangos de diversos compositores y épocas y los lleva por medio de arreglos de gran sofisticación a un territorio de elevada calidad instrumental.
«Al trío Quasimodo» (Ragusa), tema que abre la placa, muestra el juego en el que se mueve el quinteto, en el que el clarón oficia de base rítmica al ocupar el lugar del contrabajo, lo que permite la interacción de los demás instrumentos (bandoneón, flauta, oboe y clarinete) en versátiles entramados contrapuntísticos alternándose el protagonismo en la melodía. Esto tanto en las piezas compuestas por el bandoneonista (la intrigante «Cardito» o la dinámica «Río Negro») como en las lecturas que el ensamble aborda de obras más tradicionales como «La casita de mis viejos» (Cobián y Cadícamo), «Milonga de mis amores» (Laurenz), «Palomita blanca» (Aieta y García Giménez) o «El choclo» (Villoldo).
La característica sonora y los arreglos que se le imprimen al repertorio hacen posible la convivencia natural de estas composiciones con obras de tono más reflexivo y melancólico como la conmovedora versión de «Milonga triste» (Piana y Manzi) a cargo del cuarteto de maderas o «Tristera» (Víctor Simón). Infaltable e indestructible, Piazzolla se hace presente con «Escolaso» (con la pulsión rítmica y la polifonía marcada de manera precisa por el quinteto) y la sentida adaptación de «Café 1930» a cargo del dúo de flauta y bandoneón.
El enfoque camarístico de los arreglos y la instrumentación, sumados a las virtudes como intérpretes que poseen los integrantes del quinteto, hacen de «Dinámica del viento» una elaborada excursión por el territorio de un género que afortunadamente sigue vigente y se enriquece cada día más.