En noviembre de 2001, cuatro días después de que Diego Maradona dijera en su partido homenaje en la Bombonera “yo me equivoqué y pagué, pero la pelota no se mancha”, la AFA determinó a mitad de camino entre lo sentimental y lo simbólico que ningún otro futbolista podría usar la 10 de la selección.
En efecto, Argentina jugó un puñado de partidos –amistosos y por Eliminatorias- sin el número más emblemático del fútbol, hasta que la FIFA determinó poco antes del inicio del Mundial 2002 que el equipo de Marcelo Bielsa debía usar números corridos, del 1 al 23 sin excepción, por lo que Ariel Ortega vistió la 10 durante la corta experiencia argentina en Japón y Corea del Sur. En medio del pedido de la AFA -no correspondido-, el presidente de la FIFA, Joseph Blatter, llegó a proponer que ese número fuera utilizado por el tercer arquero, Roberto Bonano, de modo que Argentina se asegurara de no tener ningún 10 en el campo de juego-.
“Que yo sea el dueño de la camiseta significa muchísimo para mí con todos los grandes que hubo, que hay y que habrá en la Argentina. Que retiren la 10 en mi honor es hermoso, porque la celeste y blanca es lo más grande que hay. Es como la vieja”, había celebrado Maradona -campeón del mundo en México 1986- la iniciativa de Julio Grondona, mientras otros jugadores –como Mario Kempes, el número 10 campeón en Argentina 1978- habían manifestado su oposición. “Para mí la camiseta no se tendría que retirar porque no es de una persona, sino del fútbol argentino”, replicó el cordobés.
Pasó desapercibido pero el actual presidente de la AFA anunció en enero de este año una campaña similar para el día en que Lionel Messi deje de jugar en la selección, posiblemente después del Mundial 2026. “Cuando Messi se retire, no permitiremos que nadie más lleve el número 10 después de él. Éste número será retirado de por vida en su honor. Es lo menos que podemos hacer por él”, anunció Claudio Tapia, aunque la FIFA no permite –al menos por ahora- ese tipo de salvedades en torneos oficiales. En clubes, en cambio, sí hay varios cambios de dorsales retirados.
Sin embargo, a pesar de que ambas iniciativas hayan cultivado o expresen un noble propósito -realzar la grandeza de Maradona primero y de Messi después-, también suponen un ejercicio de nostalgia, de abrazo al pasado en desmedro del futuro. Una Argentina sin número 10 a partir de 2001 coartaba los sueños de los chicos que justamente se habían inspirado en Diego, quien había jugado su último partido en la selección en 1994. A través del veto de la FIFA en 2002 fue posible, por ejemplo, que Lionel Messi jugara con la 10 –su primer partido fue ante Venezuela, en marzo de 2009, tras la renuncia de Juan Román Riquelme al equipo dirigido justamente por Maradona-, así como un puñado de los niños que hoy idolatran al rosarino se calzarán el mismo número en el futuro.
En esa alquimia, la magia de la camiseta número 10 de la selección, también se explica la noche de reivindicación que Paulo Dybala vivió este jueves en el Monumental ante Chile por las Eliminatorias 2026. Sin Messi, todavía lesionado tras la final de la Copa América contra Colombia –partido que se repetirá este martes en Barranquilla, también por el camino al Mundial-, el cordobés de la Roma jugó 12 minutos y le alcanzó para convertir el 3-0 final. Lo hizo con el número mítico sobre su espalda en reemplazo del 21, el que suele usar en el equipo italiano y que utilizó en el Mundial Qatar 2022.
“Con Paulo decidimos dársela, no le dijimos ‘vas a usar la 10’. Es un futbolista para tener la 10. Esa camiseta, lamentablemente, nosotros (los argentinos) la hacemos pesar cuando tendría que ser un halago llevarla. Podría haber sido un chico joven, pero no nos hubiera gustado, y decidimos por Paulo, que tiene suficiente jerarquía”, había explicado Lionel Scaloni antes del partido. “Sabemos que la 10 es única y exclusivamente de Leo. Alguien la tiene que usar y traté de responder al máximo”, respondió Dybala después de la goleada. El 10 transitorio por esta doble fecha FIFA, a la espera del regreso de Messi, posiblemente sea titular ante Colombia este martes.
Aunque hay excepciones, la genealogía del 10 apunta al jugador más talentoso, el conductor del equipo, la estrella. En casos como Messi, además, al goleador. Así como los números en la liga argentina comenzaron a usarse en 1949, el primer 10 de la selección –según reconstruyó el periodista e investigador Oscar Barnade- fue el emblema de River, Ángel Amadeo Labruna, en dos partidos de Argentin ante Paraguay por la Copa Chevallier Boutell, el 25 y 29 de marzo de 1950. Ya en los Mundiales, el pionero fue el Tanque Alfredo Rojas, exjugador de Lanús, River y Boca, en Suecia 1958.
“Teníamos que debutar contra Alemania –recordó Rojas en 2022, un año antes de su muerte-. El problema fue que nosotros solo teníamos la celeste y blanca de siempre. No existía la azul, la alternativa de ahora. El árbitro quería que un equipo cambie de camisetas y tuvimos que ir a un sorteo. Lo perdimos y tuvimos que salir de apuro a buscar una camiseta nueva. Le pedimos al club que jugaba en el estadio de Malmö si tenían camisetas y los tipos aparecieron con una amarilla (del IFK Malmö, un equipo que en la actualidad deambula en la Tercera). Los suecos no tenían camiseta número 10 y me dieron una con el 11. Lo tuvimos que arreglar con una cinta adhesiva, de apuro, usando el dedo para medirle el cero que le faltaba. Usamos la patita del segundo 1 pero lo hicimos más o menos y el 0 nos quedó como una letra D. Jugué de 1D más que de 10”.
Messi es el argentino que usó más veces la 10, con amplia diferencia sobre Maradona, pero la historia está llena de curiosidades. En el Mundial Inglaterra 1966, el técnico Juan Carlos «Toto» Lorenzo decidió que los números respetaran las posiciones, por lo que los arqueros llevaron del 1 al 3, los defensores del 4 al 9, los volantes del 10 al 15 y los delanteros del 16 al 20. Así fue que Antonio Rattín, un clásico “5” en Boca, usó la 10. Ya en Alemania 1974, el tridente técnico Cap-Varacka-Rodríguez decidió que la numeración se realizara por orden alfabético: el número 10 le tocó a Ramón Heredia, que por lo menos era mediocampista.
César Luis Menotti repitió ese sistema impersonal para Argentina 1978, cuando el “favorecido” fue Mario Kempes, delantero -y bendecido por el número, fue la figura del Mundial-. En España 1982, le tocaba a Patricio Hernández (casualmente, un auténtico 10), pero Maradona le pidió el número y Menotti se lo permitió. Diego también cambiaría en México 1986, en este caso con Héctor Enrique. A partir de Estados Unidos 1994 –el último Mundial de Maradona-, el 10 recayó en el conductor del equipo por lógica futbolística, más allá de alfabetos y permisos: Ortega en Francia 1998 y Corea-Japón 2002 y Juan Román Riquelme en Alemania 2006 antecedieron a Messi, dueño del número en las Copas del Mundo desde Sudáfrica 2010.
Antes y después hay curiosidades. Germán Martelotto jugó un único partido en la selección y fue con la 10 ante Inglaterra, en Wembley, en 1991. El primer 10 del ciclo de Daniel Passarella fue Marcelo Espina, entonces jugador de Platense, hoy comentarista de TV. Marcelo Gallardo también sería el 10 de Argentina en 15 partidos a mediados de los 90. Incluso un arquero, Nacho González (Racing), atajó con la 10 en la Copa América 1997 en la que el Kaiser volvió con el orden alfabético. Según recordó Barnade, “casi en el olvido quedaron los únicos partidos de Gustavo López (6-0 a Venezuela en 1995), José Albornoz (5-2 a Venezuela en 1996), Rodolfo Cardoso (2-0 a Bulgaria en 1998) y Fernando Pandolfi (2-2 con México en 1999) con la número 10”.
Pero en verdad, la 10 y la camiseta argentina tienen una historia guardada siempre, aunque sea en 12 minutos. Dybala lo comprobó ante Chile. «