El miércoles por la noche, Boca encaminó un empate sin goles ante Independiente del Valle en la ida de los dieciseisavos de final de la Copa Sudamericana. En Ecuador, también, Barcelona de Guayaquil igualó 1-1 con Bragantino de Brasil. Allí hubo un minuto de silencio por la muerte trágica tras un golpe en la cabeza de Justin Cornejo, tercer arquero de Barcelona, 20 años, fallecido 24 horas antes. El club había pedido la postergación. La Conmebol se la negó. Hinchas y periodistas ecuatorianos recordaron que, en 2020, a Boca le habían reprogramado la ida por los octavos de la Libertadores ante Inter de Brasil después de la muerte de Diego Maradona. “Fue durísimo. Anoche estábamos despidiendo a Justin junto a su familia, acompañando, y hoy nos tocó jugar un partido oficial después de 45 días -dijo, entre sollozos en la conferencia de prensa, el arquero argentino Javier Burrai, compañero de Cornejo en Barcelona-. Nos parecía inoportuno presentarnos a jugar, carecía un poco de sentido común. Quizá si la pérdida era de algún jugador titular, o si hubiera pasado en otro plano, el partido no se jugaba”.
A una semana del desastre organizativo en la final de la Copa América Estados Unidos 2024 en la que Argentina logró el bicampeonato ante Colombia, la Conmebol le echa culpas a la seguridad del Hard Rock Stadium, y el Hard Rock a la Conmebol. La policía y el condado de Miami-Dade responsabilizaron a la Conmebol como organizadora. La policía detuvo a 27 personas. Entre ellas, a Ramón Jesurún, presidente de la Federación Colombiana de Fútbol y vice de la Conmebol, y a su hijo Jamil, cuando intentaron ingresar a la cancha para la premiación. Jesurún fue frenado porque le marcaron que sus hijas, yernos y nietos no estaban habilitados (viajó con más de una decena de familiares). Agredió a un seguridad y a una policía: terminó en la cárcel junto a su hijo, esposado, de overol naranja. Pagaron dos mil dólares de fianza. Jesurún, miembro del Consejo de la FIFA, fue sancionado en tres instancias por tribunales de su país como líder de un cartel de reventa de entradas para los partidos de las Eliminatorias a Rusia 2018. El domingo no pudo entregarles las medallas y abrazarlos en la derrota a los jugadores colombianos después del subcampeonato.
Testimonios de hinchas que asistieron a partidos de la Copa América coincidieron en fallas de controles, falta de agua en medio de temperaturas sofocantes, vallas saltadas y asientos ocupados por “colados”. Faltan dos años para que Estados Unidos sea sede principal del Mundial 2026 en 11 ciudades. La FIFA ya abrió oficinas en Miami. Ausente Gianni Infantino, presidente de la FIFA, el secretario general Mattias Grafström estuvo en la final. La FIFA hizo silencio.
A quien la cámara enfocó en plano corto en la premiación, como siempre antes de los 15 minutos de los partidos -su exigencia expresa- fue a Alejandro Domínguez, presidente de la Conmebol. Mientras afuera familiares quedaban separados por una reja en el ingreso a la final, con niños golpeados, desmayos y cierre de puertas, adentro Domínguez se sacaba selfies con el cantante Maluma y revoleaba peluches de la mascota de la Copa a las tribunas. El inicio se demoró 82 minutos. Buena parte de los periodistas de las cadenas dueñas de los derechos -socias de la Conmebol- desviaron responsabilidades de la organización a la Concacaf, lo que propios dirigentes de Centroamérica desmintieron. La Conmebol de Domínguez llevó por segunda vez la Copa América a Estados Unidos (2016 y 2024), único país no sudamericano en organizarla en la historia. Es la misma que mudó una final de Copa “Libertadores de América” (2018) a España (Madrid). Si a la Copa América la bendijo en la inauguración un pastor evangelista homofóbico, amigo de Domínguez, la cerró Shakira con la presentación boxística de Michael Buffer (“Let’s get ready to rumble!”, “¡Preparémonos para la fiesta!”) en un entretiempo que duró 27 minutos, todo por fuera del reglamento. Conmebol, que multó con 15 mil dólares a Lionel Scaloni, Ricardo Gareca y Marcelo Bielsa por llegar apenas minutos tarde a los segundos tiempos, transformó una final de Copa América de fútbol en un Super Bowl.
“En ese lapso singular de una experiencia suspendida –escribió Martín Kohan acerca de los entretiempos, en La Tecl@ Eñe Revista-, el hincha se pone a especular, imaginar, conjeturar lo que podrá pasar con el partido; porque ya puede sopesar, evaluar, recapitular qué está pasando. Es un tramo en transición que pertenece al partido. Solamente a un desinteresado del fútbol se le ocurre que es un tiempo muerto y que es preciso llenarlo con algo, con algo que no sea fútbol”. La “Conmebowl” había copiado la final única en sede neutral de la Champions, aunque la última de Libertadores entre Fluminense y Boca, también con incidentes en el ingreso de los hinchas argentinos, se jugó en el Maracaná, localía del club de Brasil. Es la Conmebol que festejó las migajas de los partidos inaugurales de la Copa del Mundo 2030, la del centenario.
El miércoles, la Conmebol le abrió un “expediente disciplinario” a Bielsa, DT de Uruguay, por las críticas en la conferencia de prensa explosiva, pero también premonitoria. Bielsa metió el dedo en la llaga: citó al FIFAGate, el escándalo de corrupción impulsado por el FBI después de que la FIFA le entregase a Qatar y no a Estados Unidos la sede del Mundial 2022. ¿Quiénes les abren un “expediente disciplinario” a los que abren un “expediente disciplinario” para acallar, aleccionar y amedrentar, a los que sancionan y multan a discreción, a los que incumplen los reglamentos, como los dirigentes de la Conmebol? “Si uno dice las cosas que dije, y no es cierto, sería una vergüenza de mi parte. Todo lo que dije es cierto y verificable, demostrable”, había dicho Bielsa en la última conferencia, posterior al tercer puesto que Uruguay le ganó a Canadá, el día anterior a la final. “Entiendo que el Mundial se va a jugar en canchas de fútbol y no de fútbol americano. Eso es lo que todos esperamos”, expuso Scaloni, entrenador de Argentina, tras el bicampeonato de América. La Conmebol, en cambio, fue inflexible con Boca, que cometió un error y presentó 43 minutos tarde el cambio de jugadores con los refuerzos en la lista de la Sudamericana, tal vez por cierta soberbia de Boca y, sobre todo, por errores administrativos recientes que dejaron pasar. Tampoco intercedió para zanjar el error Claudio Tapia, presidente de la AFA.
“Caos en EEUU: ahora la Conmebol libera los molinetes pero pide ‘que no ingresen francotiradores’”, ironizó la revista satírica Barcelona después de un comunicado vacío en medio del caos en Miami. Otros dijeron que Estados Unidos organizaba golpes de Estado en otros países pero que no podía organizar una final de Copa América en el suyo. El día antes de la final, Domínguez se había paseado por la cancha, sacándole fotos al césped. Era, a la vez, el día siguiente a la conferencia de Bielsa. Faltaban horas para que quedase todavía más expuesto ante los ojos del mundo. Durante los partidos de Sudamericana y Libertadores 2024, se hizo un minuto de silencio en homenaje a Osvaldo Domínguez Dibb, su padre, “el dirigente más ganador de la historia del fútbol sudamericano” con Olimpia de Paraguay. En 2002, cuando logró la tercera Libertadores, Domínguez Dibb se peleó en la cancha para besar la copa. La Conmebol lo multó con 50 mil dólares. Sufrió, por otra causa, una suspensión de cinco años de la FIFA. Cuando había saltado a la política nacional en el Partido Colorado, Domínguez Dibb había vitoreado a Alfredo Stroessner (su hermano Humberto se casó con la hija del dictador, con el que amasó su fortuna). Fallecido el 4 de febrero de 2024, su frase de cabecera era: “La gloria no tiene precio”. La de su hijo es: “La gloria eterna”. El día anterior a la final, Domínguez se puso la cinta de capitán y jugó un partido con las “leyendas” de la Conmebol. Lo dijo Diego Maradona: “Blatter con pantalones cortos es ridículo”. Domínguez, también.