“No somos una manada que vamos todos juntos, está bien que no estemos de acuerdo en todo”, dijo Manuel Adorni en la mañana del viernes. Intentaba saciar las dudas sobre los dichos de Victoria Villarruel la noche anterior, durante su primera entrevista luego de asumir como vicepresidenta. Esta es la segunda parte de la estrategia que activaron desde Casa Rosada para bajarle el tono a las versiones de fuego amigo que rodean a Javier Milei y su reducida corte presidencial desde hace varias semanas.
El primer paso fue la nota con el solícito Jonathan Viale en el recinto del Senado. Fue el propio Milei quien le pidió a su vice que habilitara ese diálogo, que se organizó en tiempo récord durante el desayuno que compartieron el jueves por la mañana en casa de gobierno. Los líderes de La Libertad Avanza acordaron bajar la espuma a como dé lugar.
Donde se evidenció la falta de acuerdo fue respecto de los chacinados. “Pobre jamoncito”, dijo la mandataria al ser consultada por la posición en la que quedaba el presidente entre la puja de las personalidades de las dos mujeres más poderosas del gobierno, entre las que se encuentran la hermana y secretaria legal y técnica del presidente, Karina Milei.
El exabrupto sorprendió en las paredes de Balcarce 50, pero decidieron dejarlo pasar y no moverse ni un centímetro del discurso oficial. La misma línea siguió la guerrilla digital mileísta, que no emitió ni un sólo tuit contra la vice.
“Fue un chistonto”, dijeron ante Tiempo desde el círculo de la vice para minimizar la comparación del presidente con un fiambre, que derivó en un sinfín de bromas en redes sociales. Lo que la vice no logró desdibujar, sin embargo, fueron las marcadas diferencias con la mitad de las decisiones de gestión que tomó el oficialismo las últimas dos semanas.
Villarruel dejó en claro su postura con el uso de las Fuerzas Armadas para combatir el narcotráfico. La vice se despegó por completo de la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, quien pocas horas antes en conferencia de prensa desplegó su nueva propuesta anti mafia para combatir el narcotráfico en Rosario.
«La función de las Fuerzas Armadas no es combatir a civiles, creo que había quedado claro con el tema de los 70. El narco es un civil para el derecho. En los 70 se combatió al terrorismo, ¿dónde están los que lo combatieron? Presos», sostuvo contundente.
La ex presidenta del PRO no se quedó atrás. “Es un debate que estoy dispuesta a dar”, dijo en una entrevista. La ministra no se subió al ring sola, y en el Congreso y Casa Rosada lo saben. “Ella habla si el presidente la autoriza”, dijo ante Tiempo un conocedor del juego parlamentario y gubernamental con acceso directo a las oficinas de la avenida Gelly y Obes. “¿Cómo no vamos a estar dispuestos a discutir?”, redoblaron desde el despacho de la vice. El fuego cruzado, dicen los que saben, no frenará esta semana.
Las sorpresas del Presidente
Lo mismo ocurrió con la postulación de Ariel Lijo como ministro de la Corte Suprema de Justicia. La presidenta del Senado no sólo no fue consultada previamente, sino que se enteró por los medios de la posible designación del magistrado que estuvo a cargo de la investigación del asesinato del líder sindical José Ignacio Rucci, juicio en el que Villarruel se involucró emocionalmente.
Ella, sin embargo, no fue la única en no saber de antemano el movimiento presidencial. Ni el ministro del Interior, Guillermo Francos, ni su par de Justicia, Mariano Cúneo Libarona estaban al tanto de esta decisión.
“La verdad que nos gustaría poder trabajar más mancomunados”, reconocieron desde el círculo de la vicepresidenta a Tiempo. La falta de comunicación entre el presidente y su vice no es reciente: desde que asumieron su rol ejecutivo los mandatarios no se mensajean a diario ni tampoco se frecuentan. La baja interacción entre ambos no tiene como origen una pelea entre ellos, sino que los están devorando desde afuera. El problema, deslizan, son los intermediarios.
Con las diferencias planteadas, desde Casa Rosada se encargaron de recalcar que no desconfían de la estrategia parlamentaria de la vice de cara al tratamiento del pliego de Lijo en el Senado a pesar de su disconformidad, donde creen, además, que contarán con el apoyo del peronismo para su designación.
A pesar del manto de paz que buscan esparcir, Villarruel seguirá fuera de la mesa chica de decisiones y concentrará, tal como hasta ahora, todo el poder en el Senado. Así lo dejó en claro ella misma en la entrevista donde no descartó candidatearse para el Ejecutivo en algún tiempo. “Quiero que me recuerden como una flor de vicepresidente”, dijo. Los libros de historia dirán si será una Duhalde o una Fernández de Kirchner.