«Hasta el pronóstico deben haber estudiado estos garcas», comentaba una trabajadora mientras caían las primeras gotas en Tacuarí al 1800. Se refería a los dueños de Clarín que, de madrugada y por mail, habían notificado 48 nuevos despidos. En la asamblea convocada de urgencia por el Sindicato de Prensa de Buenos Aires (SiPreBa), las banderas celestes y blancas eran el refugio de la lluvia para cientos de personas que se acercaron hasta las puertas de Clarín para revertir otra premeditada provocación de la empresa. Pablo Llonto, abogado y delegado despedido por la corporación mediática más grande del país hace más de 20 años, era uno de los tantos manifestantes. «Estos dueños odian las palabras sindicato y organización. Pero nosotros tenemos algo que ellos nunca van a tener: dignidad para defender nuestros derechos», dijo durante la asamblea. Lo escuchaban de cerca Juan Marino (diputado nacional por el Frente de Todos), Daniel «Tano» Catalano (ATE Capital y CTA), Angélica Graciano y Eduardo López (ambos de Ctera) y Eduardo Montes (La patria es el otro), entre otros.
Para ese momento, las trabajadoras y los trabajadores ya habían votado un paro general por tiempo indeterminado en todo el gremio de prensa hasta que se retroceda con los despidos. El recorte de Héctor Magnetto y compañía en nombre de la «reconversión digital» fue quirúrgico: eligieron trabajadoras y trabajadores comprometidos con la defensa de sus derechos, barrieron con todas las mujeres que quedaban en fotografía y rasuraron buena parte de la redacción de las revistas. «Este es un ataque contra todo el campo popular y van a ir por más», dijo el Negro Montes, también titular de la Federación de Trabajadores de la Economía Social (Fetraes). «Hoy es un día de mucha tristeza, pero este ataque es un golpe a todo el gremio de prensa y al SiPreBa en particular que viene de lograr la personería y lleva adelante un plan de lucha. Pero no nos van a correr el eje: vamos a seguir peleando por los salarios», anticipó Agustín Lecchi, secretario general del gremio.
Entre las banderas, los bombos y las lluvias, pibes y pibas corrían por el cemento de Tacuarí. Estaban con sus padres o madres en un domingo atípico, de resistencia y aprendizaje sindical. Las adhesiones y las muestras de solidaridad seguían creciendo: metrodelegados, sindicato de trabajadores de reparto por aplicación, Utep, Frente Patria Grande, Partido Obrero, AGD UBA y la Defensoria del Público, entre otras. Las oradoras y los oradores también se pusieron a disposición de lo que definieron desde la asamblea de Clarín. «Que nadie se desmoralice, compañeros y compañeros. Esto lo vamos a revertir con apoyo nacional y vamos a luchar hasta que cada persona vuelva a su puesto de trabajo», arengó Carla Gaudensi, secretaria general de la Federación Argentina de Trabajadores de Prensa que el martes llevará adelante un paro nacional por la recomposición urgente de los ingresos.
En la movilización en Tacuarí al 1800 faltaba Francisco «Paco» Rabini, integrante de la Comisión Interna de Clarín, referente del sindicato y secretario gremial de SiPreBa. «No eligieron este día al azar, no es casual que Paco esté afuera de la Ciudad de Buenos Aires cuando llevan adelante este cínico ataque», repitieron varios oradores para dar a entender la precisión del plan que lleva la firma de Héctor Aranda, CEO de Agea. Los despidos llegaron a falta de 24 horas para que se cumplieran cuatro años exactos de las 64 cesantías de 2019. «Pero se olvidaron de algo central: ahora hay un sindicato para defender a trabajadoras y trabajadores», remarcó Llonto, que también exigió que el Estado actúe para ponerle freno a los salvajes empresarios que tienen nombre y apellido.
Las notificaciones de las cesantías llegaron a los mails corporativos de cada trabajador o trabajadora. Pero inmediatamente después de ser leídos, les bloquearon el acceso sin que tuvieran tiempo para resguardar datos personales, contactos o la información propia del correo electrónico.
Antes de que se sacara la foto final, antes de que se volviera a repetir que al no le gusta la unidad «se jode, se jode», el Ministerio de Trabajo dictó la conciliación obligatoria por 15 días y ordenó suspender los despidos. «Ahora se tienen que sentar a negociar con la Interna y nuestro sindicato. Y sino vamos a volver a movilizar hasta revertir cada despedido», adelantó Lecchi en el cierre de la lluviosa asamblea. «No a los despidos en Clarín» ya se había vuelto un cartel. Ya era consigna de unidad para convocar a la clase trabajadora a ponerle un freno a una empresa que solo ofrece desprecio para sus empleados y empleadas.
«Nos mean encima y los diarios dicen que llueve», describió alguna vez el escritor uruguayo Eduardo Galeano. Los dueños de Clarín podrían suscribir al pie.
Patricio
17 April 2023 - 16:42
Los diarios tradicionales están muriendo, si no se modernizan mueren más rápido todavía , querer volver a trabajar de dónde te despidieron porque no te quieren o necesitan imagina como vuelven esos trabajadores, hay q seguir adelante buscar otro medio de comunicación que le interese tu talento y si no lo encunñentrar había verdaderas razones para q te cesantearan. La defensa del trabajo en esa época de cambio tiza lo irracional, sino en todas la fábricas.de.carretas de caballos del 1900 habrían protestado todos porque se quedaba sin trabajo cuando llego el automóvil.