El 1° de Mayo de 1974 ante la Asamblea Legislativa, el General Perón presentó su testamento político: el Modelo Argentino para el Proyecto Nacional. Muy cierto es que Perón supo decir que su único heredero era el Pueblo, pero ese texto que invitaba a asumir la “responsabilidad histórica de definir el país que deseamos y abandonar las luchas internas que desgastan nuestra esperanza”, constituye la prueba cabal de que Perón nunca eludió la responsabilidad histórica de responder las preguntas que se abrían con su inminente desaparición física. 

A 50 años de aquel momento bisagra, los desafíos de esta Argentina de Milei son mucho más crudos. El 50% de nuestra población navega en la pobreza y alrededor de un 20% está sumido en la indigencia, el Producto Bruto Interno (PBI) pér cápita no crece hace más de una década, y el nivel de endeudamiento externo supera la mitad de ese PBI estancado con compromisos con organismos internacionales, como el FMI, que superan los 70.000 millones de dólares. 

Lejos de gradualismos o segundos tiempos, Milei parece convencido de redoblar la apuesta a un viejo recurso de la argentina en los años 90: la frivolización de la política buscando berretar todo: la lucha por Memoria, Verdad y Justicia tan cara a nuestro Pueblo, la lucha del movimiento de mujeres y diversidades con sus conquistas. Particularmente en la última semana haciendo uso de una vieja figura de la retórica que implica tomar la parte por el todo: la sinécdoque. En este caso, la parte es Alberto Fernández y el todo el Movimiento Peronista. 

No viene a cuento de estas líneas la grave denuncia que se le imputa al ex Presidente de la Nación y ya está en la justicia. Como dijo la compañera Cristina Férnandez de Kirchner, -víctima de todas las violencias que se puedan conocer hasta el punto de enfrentar una bala fallida que buscó terminar con su vida- un mal gobierno puede ser el de Alberto, Macri o De la Rúa. Esto es otra cosa. 

Lo que no podrán decir es que Alberto Fernández equivale a todo el peronismo. Por eso iniciamos este año con una fuerte autocrítica. Y lo primero que entendimos debía ser es reorganizarnos desde la oposición: en la Ciudad de Buenos Aires, renovamos nuestras autoridades partidarias del Partido Justicialista en el mes de abril. Y en noviembre será el turno de la Provincia de Buenos Aires y la Nación. 

Pero también tenemos que discutir profundamente para que nos estamos reorganizando, porqué necesitamos frenar este saqueo y volver a construir un gobierno peronista. Resulta necesario pero, ante todo, urgente.  El debate es la mejor herramienta que tenemos en este momento para despejar las dudas y acercar algunas certezas a nuestro Pueblo. Discutir a fondo la crisis de nuestro país y su salida es un punto de partida, pero también debemos volver a repensar nuestra matriz económica y las posibilidades de un desarrollo con eje en la producción y trabajo; el sistema impositivo que termine con las injusticias entre las empresas unicornio que no pagan nada y el IVA de la leche que pagamos todos; las posibilidades de construir  una democracia social que supere el carácter representativo y delegativo que tenemos; el desafío de reagrupar un bloque continental como el que supimos parir en la década pasada con el UNASUR y la CELAC, son algunos de los debates pendientes.  

El Peronismo aún tiene muchos debates pendientes, pero tampoco debe discutir solo. Es preciso dar los primeros para la reconstrucción de un gran frente nacional que vuelva a ponernos de pie a partir de una nueva mayoría que vuelva a enamorar políticamente. Cuando no hay proyecto político lo único que se discuten son carreras hacia el poder, y dirimir diferencias internas entre sectores del movimiento es un error que nuestro Pueblo no nos va a perdonar. 

Autocrítica, reorganización y debate profundo para volver a enamorar a nuestro Pueblo. Ahí estamos, recuperando el Proyecto Nacional inconcluso que hace 50 años nos legó Perón.