Durante muchos años de mi vida, cuando era adolescente, pasaba por la puerta del Dispensario del Hospital Francisco Muñiz sobre la calle Vélez Sarsfield en el colectivo 37. Por alguna razón que desconozco le prestaba atención con énfasis. Me preguntaba qué había en ese lugar. ¿Por qué me quedaba mirando ese edificio sin saber que había ahí adentro?
Cuando tenía 20 años descubrí qué pasaba en este hospital. Tenía esa edad cuando fui diagnosticada con VIH y empecé a conocer cada rincón de ese lugar, que hoy comprendo más como barrio. Cada lugar de atención es como una casita por ser espacios independientes. Dermatología, Alergia, virología, psicología. Entre casitas y edificios. Esa sensación de que no es un hospital, es un lugar más acogedor porque me siento más libre.
A muchas personas que recibimos el diagnóstico en este hospital o perdieron a algún familiar cercano, creó que el Muñiz no les trasmite buenos sentimientos. Sin embargo a mí, entrar al hospital Francisco Muñiz siempre me inyecta de buena energía. Sus árboles, el pasto, su arquitectura antigua, los pájaros, hacen un lugar muy diferente a los hospitales que se pueden visitar en el resto de la Ciudad de Buenos Aires o en el Conurbano. Este lugar fue el lugar donde pasé los peores días del primer año de mi diagnóstico de VIH, tiene la fuerza resiliente para transformarse en un lugar contenedor.
Más de 10 años después del diagnóstico tuve mi primera relación de pareja libre de estigma y discriminación. Caio, comunicador, periodista, activista, brasileño que conocí en 2014, siempre tuvo en claro que la información iba primero para desarmar los desconocimientos que aparecían frente a la situación de tener una compañera de vida con VIH. Decidimos mudarnos a Argentina. Cuando llegamos en el 2016, después de 2 años viviendo juntos en Brasil, sentí mucha felicidad de que pueda acompañarme y conocer este lugar enigmático que es el Muñiz. Nunca ninguna pareja me había acompañado con corazón y cuerpo.
Era una mañana helada, el invierno estaba empezando, y yo tenía la consulta cuatrimestral con mi médico infectólogo Antonio. Caio vino conmigo. Antonio es mi médico desde hace trece años. En abril de 2016 cumplimos más de una década juntos dándole batalla al VIH en este camino de tratamiento retroviral, Él es uno de esos médicos que te atiende siempre sereno, educado, preocupado. Habla suave y te acompaña, que es lo más importante en esta historia.
Ese día llegué, cumplimos con todos los rituales: leyó los análisis del laboratorio, comparó en una ficha cómo estaba la carga viral, cómo estaban los CD4 la última vez que lo ví, me preguntó cómo me sentía y hablamos sobre el deseo de tener un bebé.Terminando la consulta, le pregunté, ¿Podemos tener una interconsulta en el centro de reproducción asistida para parejas sero-discordantes (así se llama en la jerga alas parejas como Caio y yo, en la que uno de los dos tiene VIH). Nos despedimos y caminamos hacia ahí. Hace algún tiempo habíamos decidido transitar la posibilidad de tener hijxs.
El doctor que nos atendió en el centro de reproducción asistida nos recibió haciendo una presentación del servicio: a qué personas atiende y cuáles son los términos de acuerdo mutuo con las parejas. Nos explicó que hay un acuerdo inicial que si no se pacta el tratamiento de una forma, NO continua. Esto consiste en una serie de pasos que no consideraban el no uso del preservativo. Junto a él estaba la psicóloga. Nos preguntó: ¿tienen relaciones sexuales con preservativo?. Respondimos: «NO». En ese mismo instante su mirada se transformó. Esos segundos parecieron eternos porque ahí -percibo ahora al recordarlo- comienza un mundo de sensaciones que una no quiere sentir en los servicios de salud.
-¿Cómo que no se cuidan?
Entonces mira fijo a Caio, preguntándole:
-¿No te gusta usar preservativo? ¿Sabés que hay riesgos?
La psicóloga emitió la sentencia:
-Vos sabes que SÏ o SÏ tenes que cuidarte. Si no queda claro este punto de atención, no puedo comenzar- sentenció.
Pienso: ¿y la decisión sobre nuestros cuerpos?¿ y el derecho a decidir?¿Mi cuerpo es mi territorio ?
Días después de este episodio fui a una cita con la dermatóloga. Me había salido una verruga. Hacía diez años que no nos veíamos, desde que terminé el tratamiento de HPV (Virus de papiloma Humano), por buscar tratamiento para el HPV fue que detectaron VIH.
En esta consulta además de ella estaban siete practicantes, que hicieron varias preguntas para rehacer mi historia clínica. Ahora el hospital tiene computadoras, las historias clínicas antiguas como la mía se habían perdido. Me hicieron varias preguntas. Sentí la incomodidad de todos esos ojos interrogándome y observándome. Luego de varias cuestiones básicas para la confección de la historia, llegó el momento: «la pregunta». Esa que puede hacer que una persona con VIH se aleje de un servicio de salud para nunca más volver.
-¿Usás preservativo en las relaciones sexuales?
– NO.
La doctora me mira con sus ojos muy abiertos y destellos de enojo.
-¿Cómo que NO Mariana?
-NO- vuelvo a responder-. Y tiene que ver con una posición política. Decido sobre mi cuerpo. Y mi pareja decide sobre su cuerpo teniendo en cuenta como variable central la NO transmisión del VIH. Porque si la persona que tiene VIH está con su virus indetectable, la probabilidad de que transmita el virus a su pareja es casi nula.
Con tantos practicantes presenciando ese diálogo, me sentí extraña, juzgada y en desigualdad de condiciones. Sin saber qué estaba pensando realmente, pensando en el principio básico moral de que todas las personas con VIH luego del diagnóstico SIEMPRE, toda su vida tienen que tener relaciones sexuales con preservativo. Sí o sí. Sea como sea.
La sala de consultas del servicio de dermatología es muy pequeña, en ese momento estamos unas nueve personas, entre practicantes, la doctora y yo, apretadas sin saber dónde ubicarse entre el escritorio, la camilla, dos sillas y un armario. La doctora me miró fijo, penetrante, antes de emitir la sentencia:
-Mariana: Vos sabés cuál es el riesgo de esta decisión.
Me pareció como si ella quisiera decir muchas más cosas de las que estaba diciendo. Aquí, en este servicio, atendemos a muchas personas que se infectaron de VIH durante su relación de pareja Sero-discordante.
La siguiente pregunta involucraba a Caio. La vi venir, es una pregunta que jamás falta:
-¿Tienes pareja estable? ¿Tu pareja tiene VIH?
Empecé a pensar, ¿tengo que responder lo que quiere escuchar la doctora? ¿Tengo que hacer lo que los y las profesionales de la salud acuerdan es lo correcto?
En ese instante el Hospital Muñiz se transformó como en un huracán, dejó de ser contenedor y energizante. Salí de ese consultorio sobrepoblado, asfixiante y acusatorio para respirar con los árboles y escuchar los pájaros.
Pensé en una estrategia de protección: llevarles una copia de los resultados del estudio PARTNER, presentado en la Conferencia sobre Retrovirus e Infecciones Oportunistas (CROI), celebrada en 2015? en Boston (EEUU) donde confirman el potente papel del tratamiento antiretroviral en la prevención de la transmisión sexual del VIH.
La doctora infectóloga Alison Rodger, consultora en enfermedades infecciosas clínicas / VIH y directora clínica de salud pública en el Royal Free Hospital de Londres, profesora en la Universidad de Londres, investigadora principal del estudio, llegó a cifrar en 0 la probabilidad de trasmisión sexual del VIH en parejas serodiscordantes. Alguno de los miembros tiene VIH. Es bueno explicar: cuando la pareja con VIH tiene carga viral indetectable, es porque está en tratamiento y con acompañamiento médico. No hay otro modo de llegar a carga indetectable.
Llegó un día el nuevo ginecólogo. Segunda consulta. Durante la primera no había hablado nada. Tenía temor de que nuestra gran primera cita cambiará de rótulo a la hora de decir que tengo relaciones sexuales sin preservativo. Pero no, no cambió. Sólo que no esta vez no hubo empatía la atención. Negra estas súper bien de salud, podés buscar quedar embarazada naturalmente, tranquila. Para demostrarme que no todo tiene que ver con el VIH como actor central. Clamor de justicia sentí en mi corazón.
A causa de una segunda pérdida de embarazo llegamos al consultorio del DR.I por recomendación de un compañero de la escuela donde trabajo. En los últimos diez años creo que ningún médico ginecólogo fue tan amoroso y pertinente con la atención a esta mujer con VIH. Creo que la razón es algo que puede sonar tan simple y debería ser el primer principio de atención: consulta médica libre de discriminación. Algo que parece convertirse en la búsqueda de un gran tesoro en la mar de sistemas de salud y profesionales de salud llenos de prejuicios. Derecho a tener Derechos, Derechos sexuales y Derechos reproductivos libre de estigma y discriminación.
*Mariana Iacono: trabajadora social, Comunidad Argentina de mujeres viviendo con VIH e ICW Latina.