Matías Daniel Ortega tenía 24 años. Se encontraba detenido en la Unidad N°30 de General Alvear, dependiente del Servicio Penitenciario Bonaerense (SPB). Falleció en el encierro punitivo, en una celda de castigo. Sus familiares, organizaciones de Derechos Humanos y sus compañeros de encierro aseguran que fue asesinado a golpes.

Estaba bajo la tutela del Juzgado de Ejecución Penal Nº1 de San Martín y había cumplido los requisitos temporales para el beneficio de la libertad condicional. Se encontraba purgando una condena de cinco años por un robo y era padre de una nena de ocho años, que ahora está con la madre de Matías, quien era oriundo de la localidad sanmartinense de Villa Bonich.

Situación de detención agravada    

La víctima le había contado a su novia Karen -durante una visita- que los guardias de la cárcel “le habían dado varias golpizas, que no le daban comida ni agua potable, tampoco lo dejaban ducharse, no tenía luz artificial, le tiraron gas pimienta en los ojos y le robaban las cosas que nosotros le llevábamos”, contó la joven a Tiempo.

Karen lo vio por última vez el pasado sábado 13 de enero, ese mismo día, cuando ella se retiró intentó comunicarse con él, pero no atendía el celular. En el pabellón de aislamiento “los penitenciarios entraron repetidas veces a su celda y lo torturaron”, aseguró.

Este diario tomó conocimiento del terrible hecho a través de Olga Cena, quien recibió la denuncia de la familia. La mujer es miembro de los organismos de Derechos Humanos “FADELI.ARG”; del Punto de la Denuncia de la Tortura que la Comisión Provincial por la Memoria (CPM) tiene en los barrios; del Observatorio de Violencia Institucional de la Municipalidad de San Martín, además colaboradora de la Dirección de Integración y Políticas Post-Carcelarias de este mismo distrito que está a cargo del licenciado Manuel Segovia.

La precariedad institucional

Ocurrió cuando el detenido volvió de la visita, cerca del mediodía. “Las autoridades del penal nos comunicaron lo sucedido pasadas las 19 horas, pero nosotros ya sabíamos todo porque los pibes que están presos nos avisaron”, reconstruyó Mauro, de 32 años, hermano de la víctima. También sostuvo que “el Juzgado fue malo con él porque ya tenía que irse en libertad y estaba bien en la Unidad 23 de Florencio Varela, pero la jueza autorizó su traslado para que lo lleven al campo, donde lo mataron”.   

Mauro reflexionó sobre lo que pasó, señaló la falla y la perversidad del sistema. “Mi hermano había cometido un robo y estaba pagando por eso; supuestamente, en la cárcel él tendría que haberse formado e incorporado herramientas que lo ayuden a vivir pacíficamente en la sociedad, pero lo destrozaron a golpes. Era muy joven y tenía toda la vida por delante”. También reclamó que “lo mínimo que esperamos es que los penitenciarios asesinos paguen por lo que hicieron”.

Además, apuntó la complicidad judicial en estos crímenes. Aseguró que cuando fueron a la Fiscalía 20 de General Alvear, que interviene en la causa, le dijo a la secretaria que los atendió «que los guardias cometieron un homicidio, pero me miró enfurecida y me dijo que me podrían hacer una causa por falsas acusaciones».

La madre del detenido asesinado a golpes

Sacaron el cuerpo del pabellón de castigo número 11 del sector 1 en una camilla, tapado con una sábana. Después de siete horas de lo ocurrido, la asistente social del penal llamó a la mamá, Lidia Elizabeth Cardozo, para decirle “que mataron a golpes a mi hijo, sin dar más información ni tampoco decirme quienes fueron”, aseguró la mujer a este diario, totalmente destrozada.

Entonces, al recibir la terrible noticia oficialmente, “fuimos hasta el penal para poder ver el estado del cuerpo de mi hijo, pero no me lo permitieron”, denunció Lidia. Finalmente el 16 de enero le practicaron la autopsia, “al día siguiente lo pudimos velar para despedirnos de él, tenía muchos golpes en la cara”.

Según los resultados que arrojó el estudio médico practicado al cuerpo de Matías, su fallecimiento se produjo por un paro-cardiorrespiratorio y eso les permite decir “se murió”. Pero todas las personas antes de morir -por la causa que sea- sufren este cuadro de alteración eléctrica al corazón. Lo que no explicaron es por qué se produjo. Es una estrategia científica que es utilizada históricamente en todas las cárceles del país y se ha visto su aplicación en repetidos asesinatos cometidos por penitenciarios.

La madre del joven, de 53 años, ruega a las máximas autoridades provinciales “que por favor nos ayuden con el esclarecimiento del caso, porque en el penal no nos brindaron ninguna respuesta, todo lo contrario, nos trataron muy mal, lo mismo en la Fiscalía que debería arrestar a los asesinos de mi hijo”.

Pruebas contundentes contra los guardias

Matías, antes de morir, se había sacado varias fotos con su celular y se las envió a su familia. En las imágenes se lo ve con desfiguración de rostro. También conservan los videos -a los que este diario tuvo acceso- filmados por los demás detenidos, mientras los penitenciarios lo torturaban. Se puede observar cómo ingresaron a la celda, cerraron la puerta y el joven empezó a gritar desesperadamente pidiendo el cese de la golpiza. Mientras tanto, otros guardias cerraban las aberturas de las puertas por donde pasan la comida, para que los demás reclusos no puedan ver.  

Los presos alejados en el pabellón 11 -buzones de castigo- del sector 1 de la Unidad 30 de Alvear, aseguran que el muchacho falleció como consecuencia de las brutales golpizas que le propinaron los penitenciarios durante dos días seguidos. Sin embargo, esta fuerza de seguridad argumenta que «fue una pelea entre presos, uno de sus pares lo golpeó».

Cabe destacar que luego de que pasó todo esto, los penitenciarios comenzaron con las amenazas a los detenidos y los famosos traslados «capeos» a distintas unidades carcelarias provinciales. Además, las personas en situación de encierro aseguraron que a varios uniformados intentaron sobornarlos bajo distintas modalidades para que declaren que fue un preso el que golpeó al joven que resultó víctima de este terrible hecho de violencia institucional legitimada.

Un detenido que reconstruyó los hechos

Los penitenciarios entraron “dos días seguidos a la celda de Matías, con escudos, escopetas y gas pimienta, eran varios y tenían capuchas en sus cabezas, ellos fueron los que lo golpearon, estaba el jefe de sector y el que estaba a cargo de la guardia ese día”, aseguró a Tiempo el detenido que filmó el hecho con su celular.

Después lo sacaron y lo llevaron al sector de “sanidad a los golpes, con los brazos torcidos, cuando lo trajeron estaba destruido por tantos golpes y no podía ni hablar, lo tiraron en la celda y lo dejaron ahí, nosotros le gritamos y le preguntamos si estaba bien, pero no nos respondía”, reconstruyó el detenido.

El sábado 13 de enero él tuvo visita con su novia, “cuando volvió todavía estaba muy mal por la paliza que le habían dado durante dos días seguidos, vimos que entró a la celda todo desfigurado, apenas podía caminar, habrá pasado una hora y empezó a convulsionar, justo pasó el buzonero -detenido que trabaja limpiando el pabellón de castigo- y lo ve que estaba sentado”, recordó.

El buzonero se fue hasta otra celda ubicada en el fondo del pabellón y “cuando volvió a pasar ve que Matías estaba convulsionando, fue y dio aviso de lo que estaba pasando a los guardias, entonces nosotros empezamos a golpear las puertas y a gritar para que lo lleven a sanidad, pero vinieron después de media hora, no habían traído la camilla y se fueron a buscarla”.

Los penitenciarios “no lo quisieron levantar del piso, fueron los presos que trabajan en los buzones los que lo pusieron en la camilla, los guardias le tenían mucha bronca porque él reclamaba sus derechos, ellos siempre lo trataban mal, lo despertaban a los gritos a las 6 de la mañana, fui testigo de todo lo que digo”, finalizó el detenido.