El Fútbol para Todos es un hecho extraordinario en la historia de la Argentina. Es la cesión de derechos más amplia y mejor financiada que se pueda encontrar en las realizaciones del gobierno anterior. El Estado debe hacer campañas publicitarias sobre temas como la lucha contra el cólera, el Mal de Chagas, el uso de preservativos, la violencia de género y tantos más. Normalmente volcaba esos esfuerzos a través de los medios privados. Clarín, La Nación, Mitre, la 750, las revistas y, sobre todo, la TV recibían millonadas como derivación del cumplimiento de sus obligaciones por parte del Estado. El gasto es una inversión muy valiosa con un retorno que supera ampliamente el costo.
En 2009, el Estado tomó el dinero que dedicaba a esas campañas y lo dio a la AFA, a cambio del fútbol. En el futuro, la publicidad se centraría en las pantallas del Estado y los argentinos tendrían gratis su principal entretenimiento y pasión. Era menos plata de lo que costaba la suma de todos los medios que hacían clink caja hasta ese momento.
Y el resultado muy superior. El fútbol llega a todos. Hombres, mujeres, chicos, ancianos, puntanos y chubutenses, pobres y ricos. Las campañas publicitarias entran en las villas, en Recoleta, en el campo y la ciudad, y llegan al exterior. Ningún programa tiene todos los target. No hay diario que llegue a cualquier lado. El Estado ha malgastado mucho dinero por no pensar en esto o no haber tenido el golpe de fortuna de encontrarse con el fútbol. Pero además de dar respuesta publicitaria a esas necesidades hubo otros logros: integración familiar; entretenimiento para los que nada tienen; reconocimiento de un derecho y no el robo al que eran sometidos hasta entonces.
La corrupción que denuncia Servini de Cubría es el comodín con el que juegan sus cartas los impresentables acusadores del FPT. Delincuentes mediáticos, serviles de patrones, sutiles o sencillamente infames, trabajan con el caballito de batalla de todas las justificaciones que terminan con los derechos de la gente. Los tres jefes de Gabinete imputados pueden sentirse víctimas de un malentendido, cuanto menos, porque lo que no hicieron es exactamente lo que no debían hacer. El Estado paga por el fútbol, se lo da a la gente y recupera el dinero con la publicidad. Pero después no puede inmiscuirse en cómo AFA y clubes administran ese dinero. Culparlos de un delito imposible para tomar al fútbol como los salteadores de los caminos, es propio de la conducta neoliberal. Denunciar corrupción para robar a la vista.
La corrupción real es la que impulsaron Mauricio Macri, Hernán Lombardi y Fernando Marín, con los canales adictos. Le robaron al Estado lo que pagó. Se lo entregaron a los canales privados y estos hicieron el negocio. Ahora sí el Estado se quedó sin nada de recupero. Inadmisible. Supera lo imaginable, tan ladrones y tan impunes como son Macri, Lombardi, Marín y los que rayen.
No es verdad que la publicidad fue consumida por los intereses del gobierno de turno. Las campañas reales ocuparon miles de horas valiosísimas para el Estado y su obligación de comunicar y educar. Si algún exceso hubo, todo lo que había que hacer era evitarlo. Diferenciarse. Pero no robarle a la gente un derecho.
Fue una decisión inteligente, generosa, además de afortunada, la del FPT. Para que fuese posible fue necesario que Julio Grondona se peleara con Clarín, porque el robo ya era tan descarado que repugnaba al mismísimo Grondona. Y las bases estaban cada vez más quejosas, pese al temor reverencial que provocaba la mafia de Magnetto. Pero también hacía falta la capacidad y la valentía del poder político para enfrentarse con el poder real. Gesto de dignidad y compromiso asumido entonces por los gobernantes, un hito inolvidable en la historia de la política.Pero sí, eso es ajeno a la capacidad del neoliberalismo.