Es director de cine, guionista y editor de películas: siempre de terror. Demián Rugna nació y se crió en Haedo. A los ocho años iba todos los días al videoclub, se llevaba al menos una de terror y se hizo incondicional del género.
Luego estudió diseño audiovisual en la Universidad de Morón. Su filmografía incluye La última entrada (2007), ¡Malditos sean!, No sabés con quién estás hablando (2016) y Aterrados (2018), esta última ya con muy buena repercusión. Pero su consagración definitiva llegó con Cuando acecha la maldad (2023), que tuvo su estreno mundial en el Festival de Toronto y se llevó el Premio a la Mejor Película de la Selección Oficial del Festival de SITGES, el más importante del mundo dentro del género de terror y suspenso. Luego de un muy exitoso paso por el cine, hace semanas se incorporó al catálogo de Netflix.
–¿Cuál fue tu primera cámara?
–Una JVC, pero ya de grande. A los 18 me compré una compacta que filmaba en VHS. Era difícil tener hasta una cámara de fotos y revelarlas, imagínate una filmadora… A finales de los ’80 y principios de los ’90 para mí era sólo un sueño. Yo era de clase media baja, pero bueno, luego se dio. Quizás fue mejor.
–¿Imaginás qué hubiese pasado si la tenías de más chico?
–Creo que me habría dedicado más a la animación, algo de stop motion. Porque jugaba mucho con muñecos y eso. Pero arranqué a estudiar, me prestaron mis primeras cámaras, empecé con las pruebas y acá estamos.
–¿De chico qué querías ser?
–Siempre decía que quería ser piloto de aviones. Me gustaba, pero en secreto, también soñaba con ser escritor. Me parecía más fácil que ser director, que era algo que alguna vez también imaginé, pero no se dio hasta más adelante. Me gustaban mis ideas y me dije «está bueno contar historias». Pero no se lo confesé a casi nadie.
–¿Por qué?
–Me parecía ridículo decir «quiero ser escritor». Entonces, si me preguntaban, decía lo de los aviones. También me gustaban los helicópteros. Pero bueno, los aviones un poco más.
–¿La veta artística apareció por alguna razón específica?
–Los libros de Horacio Quiroga fueron lo primero que me influyó. También los cuentos de Elsa Bornemann. Pero sobre todo la serie V, invasión extraterrestre. Era fanático. Me encantaba cuando se comían los bichos o se arrancaban la piel. V, invasión extraterrestre me hizo entender qué quería ser de grande. También me gustaba Brigada A. Y películas de acción como Rambo y Desaparecido en acción. Me gustaban las armas también. La violencia como recurso narrativo me gustaba.
–¿Cómo descargabas las tensiones o cómo transformabas esa atracción por lo violento?
–Siempre jugando, imaginando escenarios. Mi amigo Guille, que vivía enfrente de la casa de mi papá (estaba separado de mi madre) era mi gran compañero. Armábamos escenas. Los sábados y domingos los juegos no bajaban de las cinco o seis horas. Durante la semana preparábamos todo: los monstruos, los robots, la sangre. Ahí empecé a explotar la improvisación y la creatividad.
–¿Cuál era tu juguete favorito?
–Los soldaditos de plástico, sin dudas. Los destruíamos, le tirábamos piedras al principio, un juego de puntería, pero contábamos historias y cada vez fueron más ambiciosas. También los playmovil. Pero esos los cuidaba un poco más. Eran los jefes de los soldaditos. Después los G.I. Joe.
–¿Tenés una rutina de trabajo?
–Ojalá la tuviera. Sería más prolífico. Me gustaría ser más productivo. Pero no, siempre lo que me presiona es la necesidad, la urgencia de tener que presentar algo. Soy de empezar a escribir sin saber cómo va terminar el guión: a veces está bueno porque estoy interesado en ver cómo termina, pero a veces sufro porque me cierro y siento que no tengo salida.
–¿Tenés algún un hobby?
–Tengo una banda. Se llama Pasco 637. Desde los 18 años y seguimos tocando. Toco la guitarra, hacemos heavy metal. Mucho de Megadeth, algo de Iron Maiden, Pantera, Almafuerte. A tres películas mías le hicimos música.
–¿Guitarra preferida?
–Me gusta mucho la Ibanez de Joe Satriani. Pero también las Gibson Les Paul. Y además amo el fútbol. No estoy jugando mucho pero es algo que amo. Y ver partidos.
–Hincha de…
–Vélez, fanático desde chico. Toda mi familia, desde mis abuelos.
–¿Cómo recordás la época de Bianchi, la Libertadores y la Intercontinental?
–Fue hermoso. En plena adolescencia ver un equipo de barrio llegar a lo más alto, era un sueño. Los dos partidos más importantes de mi vida. Los vi ambos en mi casa, el living fue una fiesta. La final en el Morumbi y la de Japón.
–¿Viajaste mucho con Cuando acecha la maldad?
–Fui a lugares a los que nunca hubiese ido. A Singapur, Corea, Indonesia… Viajé por toda Europa. Pero Asia es muy loco. Estuvo bueno el choque de culturas, pero no volvería por placer, sólo por trabajo.
–¿Qué libro y qué serie recomendarías?
–Para leer, cualquiera de Mariana Enriquez. En series me está costando. Me gustó mucho Ozark. De las clásicas, The Sopranos y The Office. Y obviamente Game of Thrones. «