Boca abajo sobre la carpeta verde donde acababa de consumar la faena, Juan Martín del Potro estaba enceguecido por el ácido láctico que envenenaba sus músculos. Luego de tres horas y ocho minutos de juego, el tandilense tuvo entonces que esforzarse para entender el contexto. Recién cayó en la cuenta de lo que había alcanzado tras tres bocanadas de aire que oxigenaron su cuerpo. De inmediato corrigió su postura sobre el piso, se puso de pie, caminó unos metros y besó el logo de Río 2016 estampado en el suelo, los Juegos Olímpicos que lo exorcizaron. Después, sí, fue a saludar al español Rafael Nadal, víctima por 5-7, 6-4 y 7-6 (5), testigo del renacimiento de un joven que hoy, a las 15:30, ante el británico Andy Murray, buscará la medalla de oro, cuatro años después de haber conseguido la de bronce en Londres, dos años más tarde del inicio de su calvario.
Si en 2009, con la conquista del Grand Slam de los Estados Unidos, Del Potro se doctoró de tenista, ayer lo que hizo fue derrotar a sus propios fantasmas y recuperar algo del nivel de ese torneo. En aquella final le ganó a Roger Federer, ayer se impuso sobre Nadal. Aquella vez le ganó a una máquina, ayer a otra, pero sobre todo se ganó a sí mismo, a su muñeca, a los dolores que lo ataron.
La carrera de Del Potro había empezado a caer producto de las lesiones que afectaron su físico, sobre todo las molestias en sus muñecas, esas por las que tuvo que visitar un hospital en Minnesota hasta casi convertirlo en su segundo hogar. En ese momento, con tan sólo 25 años y toda una carrera de Top 5 por delante, empezaba a coquetear con el retiro. Estaba frustrado. La mente respondía pero su cuerpo no. Delpo pasaba por su mejor momento y su apuesta era la de meterse en la lucha por el primer lugar entre Nadal y Novak Djokovic, sus dos víctimas de esta semana de fantasía en Río de Janeiro.
En 2009 alcanzó su mejor posición en el ranking ATP con un cuarto puesto. Ese mismo año tradujo su gran momento en un título inolvidable al ganar el US Open. Ayer en Río sintió algo similar a esa noche en Nueva York. Hoy es 141 del mundo y Nadal, a quien dejó en el camino, ocupa el quinto lugar y es una leyenda viviente de este deporte. En estos Juegos Olímpicos ya había eliminado a Djokovic, el mejor tenista del momento, en un intento por demostrar que en breve mejorará su ubicación estadística y que su juego, inyectado de talento, podrá regresarlo al territorio más alto del circuito. Y tal vez lo más importante de todo: no siente dolor en sus muñecas.
El estadounidense Richard Berger, doctor de la Mayo Clinic, fue quien contra todas las negativas que arrojaba su lenta recuperación rehabilitó los tendones de las muñecas de Del Potro, el punto neurálgico de todo tenista, su mismísimo talón de Aquiles. Un puñado de partidos en dos años sirvió para llevar al tandilense a reflexionar sobre su futuro. Pensó en dejar todo. Pero siguió.
La insistencia tuvo ayer una recompensa. El triunfo ante Nadal y la confirmación de que volverá a sumar otra medalla son el combustible que vuelve a meter en carrera a Del Potro, que pasó dos años sometido a las lesiones y que hoy, cuando pocos lo esperaban, irá por el oro que no pudo conseguir en su mejor momento.
Lo que sí ya está claro es que desde esta tarde ocupará un lugar selecto en el deporte nacional: gane o pierda, Delpo se convertirá en el cuarto varón argentino en ganar dos medallas olímpicas en competencias individuales, en Juegos distintos, junto al remero Alberto Demiddi, el pesista Humberto Selvetti y el regatista Carlos Espínola. Mientras se retiraba del estadio central de tenis del Parque Olímpico de Río de Janeiro, Del Potro no tenía ese dato en su cabeza pero sabía que estaba ante el renacimiento de su carrera.
«Ni en los mejores sueños me imaginé que esto pasaría»
Delpo todavía no puede creer la gesta que lleva adelante en Río 2016. Dijo que intentará disfrutar la final que hoy jugará con Murray.
Delpo se toma la cabeza con las dos manos, gesto que repite desde el primer día de competencia, como si se hubiera quedado así tras el triunfo frente a Novak Djokovic. No lo puede creer. Nadie lo puede creer: quien estuvo al borde de dejar el tenis se encuentra más vivo que nunca y con chance de ser campeón olímpico, como si el tiempo no hubiera pasado. Es muy difícil de describir lo que siento. Ni en los mejores sueños me imaginé que esto pasaría, más cuando en la primera ronda me tocó con Djokovic. Ahora le gané a Nadal y no lo puedo creer. Voy a disfrutarlo, contó luego del encuentro de poco más de tres horas ante Rafael Nadal.
«Rafa me lo puso demasiado complicado, pero me acordé del país que tengo atrás mío y el sueño se hizo realidad. Me vengo sorprendiendo a mí mismo y no puedo entender que ya tengo asegurada una medalla. Hasta acá es mucho más de lo que había soñado, agregó La Torre de Tandil, que adelantó que buscará disfrutar la final de hoy ante Andy Murray aunque, dijo, el británico tiene todas las de ganar. Yo espero que las piernas me sigan respondiendo para correr siempre una más. Los argentinos siempre damos hasta la última gota y cuando se consiguen los objetivos es muy lindo, contó.
Uno de los que estuvo todos los días en el estadio del tenis olímpico, como buen anfitrión, es Gustavo Kuerten, el ídolo brasileño que llevó la antorcha en la fiesta inaugural. Ex número uno del mundo, tampoco puede creer la campaña de Del Potro en estos Juegos: Si Del Potro gana la final al favorito Murray hay que darle dos medallas de oro».
El argentino, de vencer, le habrá ganado al 1º, 2º y 5º para colgarse un oro histórico, que nunca un tenista argentino pudo llegar a conseguir. El tenis fue uno de los deportes que supo aportar medallas, sobre todo a partir de Seúl ’88 con la medalla de plata de Gabriela Sabatini, quien no pudo con la alemana Steffi Graff en la final. En ese año, la alemana ganó todo lo que jugó. Cuatro años más tarde, en Barcelona, la única medalla de la delegación argentina llegó con el tenis por el bronce del dobles formado por Javier Frana y Christian Miniussi. En Atenas 2004, las doblistas Patricia Tarabini y Gisela Dulko aportaron un bronce a las seis medallas de ese evento, mientras que el mismo Delpo fue bronce en Londres, tras victoria sobre Nole.