El dato puramente informativo dice que este lunes se reunirán el ministro de Salud de la Nación, Mario Russo, con sus pares provinciales para tratar la problemática del dengue. Pero hay que agregar el contexto: es el primer encuentro que promueve el gobierno nacional, cuando ya hay al menos 96 muertos y más de 170 mil casos. El brote pasó a ser epidemia. La más grande de la historia de este virus en la Argentina. En el medio, se dio un nuevo temporal. Una “supercelda” que inundó enormes zonas del centro y noreste del país. Parecen dos sucesos distanciados, pero tienen algo en común: en tres meses de administración libertaria se volvieron los primeros hechos paradigmáticos que exponen en concreto las consecuencias de que el Estado se ausente.
Los casos registrados de dengue en lo que va del 2024 son casi doce veces más que en el mismo período de 2023. ¿Qué cambió? Un Ejecutivo, liderado por Javier Milei, que deliberadamente se corrió de escena. No solo cancelando cualquier tipo de campaña pública de prevención, sino también alejándose de la posibilidad de comprar vacunas (como lo hicieron provincias, desde Salta hasta Misiones), recortando el presupuesto del Ministerio de Salud, ajustando a la ciencia que investiga formas de combatir al aedes aegypti; e incluso en algo esencial para la vida cotidiana: al liberar los precios y deshacer la Secretaría de Comercio Interior, adquirir repelentes o tabletas se vuelve inaccesible. El combo deriva en una grave crisis sanitaria actual, que en un futuro puede ser peor con la cantidad posible de reinfectados. La planificación y prevención es crucial.
“Este año en los dos primeros meses superamos la cantidad de casos de todo el año pasado, ya es una epidemia”, sentencia Oscar Atienza, médico, magíster en salud pública, y docente de la Universidad Nacional de Córdoba. “Cuando uno mira hacia el interior de Argentina lo que está pasando ahora es algo inédito, tenemos dengue hasta en Tierra del Fuego. Incluso en provincias como San Juan que tienen clima seco, el mosquito está proliferando y eso es porque no hay ningún tipo de acción para poder frenarlo. Vamos a superar el millón y medio de casos en la temporada”.
A mitad de esta semana por primera vez habló el ministro Mario Russo, con más de 130 mil casos confirmados. “En las próximas cuatro semanas deberían empezar a bajar», declaró a La Nación. Y mencionó un desafío: «cómo adaptar el sistema a una respuesta rápida en estos casos. Estamos viendo que la población está asustada”.
El futuro es hoy
Atienza mira también a futuro, para no tener lo que llama un ‘desastre sanitario’: “La gente que fallece generalmente es la que hace dengue grave y es la que se contagia por segunda vez con una segunda variante (serotipo), ahí tenés mas probabilidad de hacer dengue hemorrágico. Ahora, si yo vacuno a la gente que tuvo dengue por primera vez –de los cuales tenemos de todos el nombre, apellido y teléfono en los registros–, los saco de ese riesgo. Las muertes serán todas evitables porque lo que tendríamos que estar haciendo ya es vacunar a las personas que tuvieron dengue, que son las que están en primera línea de riesgo. No estamos pidiendo vacunas para 45 millones de argentinos. Solo para 170.000 personas”.
Atienza no duda: al dengue se combate con información. “La campaña del cólera en los ’90 fue totalmente efectiva. Todos se acuerdan que un balde de agua se le agregan cinco gotitas de lavandina y eso nos ayuda. Con el dengue el Estado Nacional tendría que estar armando campañas nacionales para explicarle a la gente qué es el descacharrado. Hasta una tapita de gaseosa en el patio de su casa puede criar mosquitos. Ahí tendría que estar la pauta publicitaria funcionando a pleno».
«Hay que tener en cuenta que es más complejo el contagio del dengue respecto a otros virus. Acá pueden compartir el mismo mate y no se van a contagiar –continúa–. Necesitás una persona enferma, una sana y un mosquito que no es cualquiera sino el Aedes aegypti que pique primero al enfermo y después al sano. Y así y todo tenemos el sistema de salud colapsado. ¿Cómo rompo ese mecanismo? Solo matando el mosquito, y eso es con estrategias de comunicación. Si hacemos una acción de 15 días podemos disminuir el 50% de los casos que tiene la Argentina”.
El dengue no es algo nuevo. La ciencia nacional lo estudia hace años. Especialistas de las universidades nacionales de La Pampa, Córdoba y la UBA trasladaron huevos desde la Ciudad Buenos Aires a las localidades pampeanas de General Acha y Santa Rosa. La idea era ver si podían sobrevivir al crudo invierno pampeano sin la humedad porteña. Y sobrevivieron.
En paralelo, el INTA desarrolló un biolarvicida para enfrentar al Aedes aegypti, y especialistas del Instituto de Sanidad y Calidad Agropecuaria Mendoza y el Centro Atómico Ezeiza de la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) trabajan en algo innovador: fabricar insectos estériles. Resulta que las hembras del Aedes son las que pican y transmiten el dengue. Y solo se aparean una vez en su vida. Si lo hacen con un mosquito macho estéril se evita descendencia.
Para la esterilización se utiliza cobalto-60. La CNEA es responsable de su uso y comercialización. Dioxitek es la compañía argentina estatal que produce las barras de cobalto y, a través de un convenio con Nucleoeléctrica, la Central Nuclear Embalse es la encargada de irradiar las barras para producir el cobalto-60. Nucleoeléctrica y Dioxitek son dos de las firmas que el gobierno busca privatizar, al tiempo que los grupos de trabajo ven peligrado sus desarrollos por la asfixia presupuestaria del gobierno.
La administración también evitó meterse en la regulación de elementos esenciales para prevenir las picaduras. Una tableta de 12 pastillas contra los mosquitos cuesta más de 2500 pesos. Un repelente supera ese número. Hoy son esenciales.
Dengue, Estado y colapso
En el Hospital Muñiz la situación está colapsada desde hace semanas. Tienen casi 200 consultas diarias. “Más de la mitad son denge”, enfatiza Juan Carlos Cisneros, subdirector médico del centro de salud. ¿Qué ocurre con la ausencia de campañas? “Al retirar la pauta publicitaria no hicieron prácticamente ninguna prevención en los medios, cuando uno debería haber estado con una intensidad de información permanente de promociones, que por ejemplo se hizo el año pasado. Recién ahora empezaron a tomar conciencia”. ¿Y a futuro? “La vacuna sería clave, el gobierno no quiere asumir el costo; el problema grave es que ya hay zonas donde tienen casos durante todo el año”.
El ministro de Salud porteño, Fernán Quirós, advirtió que el dengue «vino para quedarse» y destacó «el desorden socioambiental que es la base para que el mosquito se quede; por eso debemos darle prioridad».
El gobierno nacional hizo público su descreímiento del cambio climático, y parece tener otras prioridades: de acuerdo a un informe de CEPA, “en materia de salud existen programas críticos que están virtualmente paralizados por falta de fondos”. El Ministerio de Salud de Nación subejecutó en un 45% el programa “Prevención y Control de Enfermedades Transmisibles e Inmunoprevenibles”. El de “Acceso a Medicamentos, Insumos y Tecnología Médica” reporta una caída del 54%.
Las fuerzas del cielo
Desde la asunción del nuevo gobierno hubo al menos una decena de temporales o eventos climáticos extremos en distintos puntos del país. Lluvias torrenciales, vientos huracanados, caída de granizo, inundaciones y tormentas ‘supercelda’ afectaron la vida cotidiana y causaron estragos. Hubo postales de lo más diversas, con un punto en común: la casi total ausencia del Estado Nacional.
Apenas tres días tras la asunción de Javier Milei, un fuerte temporal golpeó a Entre Ríos, por donde pasó la cola de un tornado. Hubo voladura de techos y una treintena de localidades afectadas. El gobernador Rogelio Frigerio, del PRO, dijo que requería ayuda del gobierno nacional. Días después, en Bahía Blanca, se confirmó la política de Casa Rosada para estos casos.
En esa ciudad del sur bonaerense, una tormenta con vientos extremos terminó en tragedia el 17 de diciembre, cuando el derrumbe en un club dejó un saldo de 13 muertos. Ante el drama, Milei viajó al lugar. Para decir que Nación no aportaría nada: “estoy perfectamente confiado en que ustedes van a poder lograr resolver esta situación de la mejor manera posible, con los recursos existentes”.
El mensaje no era sólo para las y los bahienses. Luego sufrieron Córdoba y Mendoza. En tierras cuyanas, la vicegobernadora, Hebe Casado, se acercó a la zona más afectada y avisó que el Ejecutivo nacional no enviaría fondos: “La respuesta que tenemos es ‘no hay plata’”, le dijo a la población.
Sin plata para la nueva normalidad
Temporal en Miramar, heladas tardías y granizo en Río Negro, inundaciones en Gualeguaychú, Corrientes y Santa Fe; repetidas alertas naranjas y rojas en territorio bonaerense y la Ciudad de Buenos Aires en marzo. Lo último fue la ‘supercelda’ y ciudades con destrozos, como 9 de Julio. “La comunicación desde Nación a la Provincia fue nula”, se lamentó al día siguiente el ministro de Desarrollo de la Comunidad, Andrés Larroque.
Los datos de sub-ejecución de fondos reflejan esta declaración. El diputado de Unión por la Patria Juan Marino expuso que “Milei y (la ministra de Capital Humano, Sandra) Pettovello no han ejecutado ni un solo peso del presupuesto destinado a asistir a los damnificados por los temporales y las inundaciones”. Y detalló: “el programa de Abordaje Territorial tiene, al 18 de marzo de 2024, una ejecución del 1,92%, pero todos los ítems referidos a las transferencias para ejecutar el programa de ayudas directas a personas creado a partir de la resolución 2458/04 están en 0%”. La única intervención que se difundió desde el Estado Nacional (solo en algunos casos) fue el envío de asistencia logística a través del Ministerio de Defensa, con personal de las Fuerzas Armadas.
A pesar de que el presidente niegue el cambio climático y sus efectos, hoy se vive una ‘nueva normalidad’ con fenómenos climáticos extremos cada vez más recurrentes. En diálogo con Tiempo, Rafael Colombo, de la Asociación de Abogados Ambientalistas, asegura que frente a este escenario se torna “indispensable que el Estado Nacional lidere una política activa de protección civil para no solo intervenir frente a estos desastres que golpean los entramados rurales y urbanos sino prevenir, planificar, financiar equipamiento, recursos logísticos y humanos, en estrecha articulación con las provincias y cada distrito municipal o comunal”.
En medio de las alertas por fuertes tormentas de la última semana, el gobierno intervino en algo: avanzar en la baja de 130 contratos del Servicio Meteorológico Nacional (SMN). Sin Estado, la suerte está echada.