Ayer, 12 de mayo, la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires tuvo su cierre oficial en la Sala Victoria Ocampo con una mesa de debate que bajo el título La cultura en el centro de la escena pasó revista al concepto de batalla cultural. Estuvo integrada por el escritor y docente Martín Kohan, la escritora y editora de la revista La Balandra, Alejandra Laurencich, el economista Lucas Llach y Hernán Lombardi, diputado nacional por la Provincia de Buenos Aires.
La coordinación estuvo a cargo de la periodista María O’Donnell. También estaba invitada a la mesa de debate Beatriz Sarlo, quien no pudo concurrir debido a problemas personales.
Los integrantes de la mesa estuvieron especialmente seleccionados en función de un pensamiento diverso que permitiera un debate desde posiciones encontradas.
La «batalla cultural» y las alternativas del debate
La primera parte se centró en el concepto de batalla cultural, mientras que en la segunda estuvo referida al financiamiento de la cultura.
Laurencich, quien habló en primer término, se manifestó contra el hecho de hablar de la cultura en terminología bélica y expresó su deseo de reemplazar la palabra “batalla” por expresiones por “necesario acuerdo cultural”, “promoción cultural”. A continuación se refirió a que no era una opción elegir entre que la gente comiera o que hubiera universidades públicas ya que son factores de desarrollo y la cultura es también “salud y alimento”.
A continuación, Hernán Lombardi, hizo una síntesis de su trayectoria en el mundo de la cultura y tuvo el mal gusto de citar el cuestionamiento que se hizo a que Mario Vargas Llosa abriera la Feria del libro en 2011 con un discurso como un signo de falta de libertad durante el gobierno kirchnerista.
El hecho no menor es que el cuestioamiento provino de alguien con nombre y apellido: Horacio González, un intelectual enorme al que se debería mencionar con más respeto ya que ya no puede defenderse de ninguna acusación. Su argumento no se basó en el hecho cierto de que Vargas Llosa pertenece a la derecha más rancia y conservadora, sino en que es una tradición que abra la Feria de Buenos Aires un escritor argentino.
Por otra parte, efectivamente, Vargas Llosa abrió la Feria del Libro. Según parece, Lombardi está dispuesto a dar ciertos debates y no otros. Horacio González, expuso un criterio, con el que se podrá estar de acuerdo o no, pero que tenía una coherencia y que no supuso ninguna prohibición gubernamental.
Cuestionó también la palabra “batalla” para referirse al ámbito cultural, olvidando quizá que su partido ayudó a subir al gobierno a un presidente que ha emprendido una batalla encarnizada contra quien no piense como él. Luego, hizo público un concepto que se manejó internamente entre los integrantes de la Feria y los participantes de la mesa para circunscribir el debate. En esa comunicación se hablaba según parece “del uso desaforado de la palabra libertad”.
Convertido en adalid de la libertad preguntó en público cuál podría ser un uso desaforado de la palabra libertad. Lamentablemente para Lombardi, es muy fácil responder a esa pregunta: un uso desaforado de la libertad es decir, por ejemplo, como lo hizo públicamente el presidente, que si alguien no puede comer, tiene la libertad de elegir morirse de hambre, o, como dijo Venegas Lynch, un padre tiene la libertad de establecer que sus hijos no concurran a la escuela para quedarse trabajando y aportar así a la economía familiar.
Las palabras tienen una significación en sí a la que se suma la que le da el contexto y en algunos contextos en que las usa el partido gobernante, resulta sencillamente infame. Nadie debería “ser libre” de morirse de hambre sencillamente porque no tiene para comer. Eso no tiene que ver con la libertad, sino todo lo contrario.
Su arenga continuó condenando que la Feria del Libro, la misma institución que lo estaba invitando a hablar, hubiera mostrado que la presentación de la biografía de Milei ecrita por Nicolás Márquez estaba prácticamente desierta. Según parece, la defensa de la libertad que hace Lombardi no es tan irrestricta como parece.
A continuación, detalló los logros culturales del macrismo, de quien fue ministro de Turismo a cargo de la cartera de Cultura.
La intervención de Martín Kohan
Martín Kohan, con su habitual lucidez, dijo que no tenía problema en hablar de batalla cultural en el debate , un criterio que si bien había sido tomado de Gramsci, hoy no tiene nada que ver con el concepto gramsciano, por lo que él no comprende bien de qué se está hablando.
Sin embargo, entiende que una batalla cultural sería, por ejemplo, discutir qué tipo de cine se quiere promover en Argentina. “Pero reventar el INCAA no es ninguna batalla cultural, es reventar el INCAA”, es una arremetida contra la cultura, no es una batalla cultural.” Y ante un intento de respuesta de Lombardi Kohan dijo en tono de sorna “el significante es el significante”, lo que provocó una gran carcajada en la sala”.
Lo mismo dijo respecto del Programa Sur de apoyo a las traducciones y con la supresión de los programas culturales de la TV Pública de Cristina Mucci y Osvaldo Quiroga. “De modo que no tenemos una batalla cultural entre manos y ante el título de la mesa que es muy atractivo, La cultura en el centro de la escena creo que no sólo no la tenemos en el centro, sino que estamos disputando para que no haya una escena para la cultura”, y que ¡afuera! es la palabra que preside disputas que no son batallas culturales.”
Llach y la intervención de un economista y el campo cultural
A su turno, Llach dijo: “Cuando se pide más plata para la cultura, de hecho se está pidiendo menos plata para los demás”. Y más adelante actotó: “La frazada es corta, tenés una torta, si más para uno hay menos para otro. Cuando la gente dice que esto -los gastos en cultura- lo paga el IVA de la polenta de los niños de Jujuy, esa idea está bastante bien”.
Martín Kohan señaló que era una extorsión decir que hay chicos de Jujuy que no comen porque hay gente a la que le gusta ir al cine. Calficó al planteo de tramposo y contestó: ““Si les preocupan tanto los niños de Jujuy manden comida a los comedores populares, porque no están mandando, y dejen de usarlos”.
Llach contestó irónicamente a las palabras de Kohan: “Me tiraron con los comedores de Jujuy desde la izquierda progresista, acá, en Palermo. El modelo de Milei es un modelo de financiamiento como el de las escuelas parroquiales subsidiadas. Seamos menos demagógicos”.
Luego de aclarar que no era demagógico porque no ganaba nada en todo esto dato que no era político, Kohan soltó: “¡repongan el impuesto a los autos de alta gama!
El clima se había caldeado en la Feria del Libro y a esta altura los aplausos competían en intensidad según hablara Kohan o Llach. Quedó muy claramente demostrado que tanto Llach como Lombardi fueron a defender lo que a todas luces es indefendible. Por si hacía falta confirmarlo, una vez más La Feria del Libro se reveló como la gran caja de resonancia de las tensiones políticas y sociales.
Una aclaración aparte del debate
Lombardi hizo en su momento una alocución respecto de los logros del macrismo en el plano cultural y puso como ejemplo a los teatros. Desde que Macri asumió el poder como jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, se estableció la errónea versión, por no decir mentirosa, de que la recuperación del Teatro 25 de Mayo ubicado en la zona de Villa Urquiza había sido un logro del macrismo.
Lombardi, con un poco de imprecisión volvió a ponerlo en la lista de logros en el transcurso del debate. Cabe aclarar que el teatro 25 de Mayo, conocido en el barrio como “el teatro donde cantó Gardel”, se recuperó por una iniciativa de los vecinos de Villa Urquiza y zonas aledañas que confluyeron en el colectivo “Vecinos por el 25 de Mayo”.
Desde principios de los 80, se encontraba cerrado. Durante ese tiempo se pretendió instalar allí un supermercado, una Iglesia Evangélica, un boliche bailable y un bingo.
En abril de 2004, los vecinos consiguieron que el entonces jefe de Gobierno de la Ciudad, Aníbal Ibarra y su secretario de Cultura, Gustavo López, compraran el edifico para restaurarlo como teatro. El trabajo conjunto entre vecinos y el gobierno de la Ciudad hizo posible lo que parecía imposible. Los vecinos más viejos del barrio aportaron sus fotos y documentos para que la restauración se hiciera con fidelidad al original.
Con el teatro terminado Jorge Telerman hizo una apertura simbólica el 21 de noviembre de 2007, días antes de la asunción de Mauricio Macri, ya que Ibarra había sido destituido por el trágico suceso de Cromañòn a instancia del propio Macri y su partido, el PRO, cuyo gobierno, al igual que el de Milei, no se caracterizó, precisamente, por hacerse cargo de ninguno de los problemas que se plantearon en él. Los muertos por derrumbe debido a la fiebre inmobiliaria de Villa Urquiza no fueron, según parece, responsabilidad de él.
Hubo intentos durante la reconstrucción del Teatro de presentar una ley de gestión consensuada entre “Vecinos por el 25 de Mayo” y el gobierno de la ciudad que fue sistemáticamente cajoneada en la Legislatura por el PRO. De modo que sería hora de que Lombardi deje de atrbuirse honores que no le corresponden a él ni al gobierno del que formó parte.
Si hoy se diera la misma situación, seguramente, el 25 de Mayo sería un supermercado, un boliche o un megashopping mucho más acorde con la ideología macrísta y también mileísta.
Martha Arrieta
14 May 2024 - 11:03
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